domingo, 22 de abril de 2012

A que no puedes olvidar un nombre como Klaus&Kinski?

Meterse en ciertos terrenos del indie significa pisar un suelo inseguro y a menudo resbaladizo. En otros tipos de música el mayor porcentaje de interés se centra en aspectos como la ejecución, la técnica, incluso en algunos se valora lo fiel que seas a un sonido anterior. En el indie no. Parece que lo importante es que seas diferente. Cuanto más raro mejor. No hay limitación alguna, puedes recuperar la copla que tu abuela cantaba pelando habas sentada en un rincón de la cocina y meterle un sample de piano de Allen Toussaint.
Yo saco de esa libertad y esa exigencia una lectura positiva. Todos no tenemos que ser iguales, gracias a Dios (o a quien toque dar las gracias). El problema es cuando se afronta esa libertad de una forma poco natural, cuando se convierte lo que debiera ser fruto de la curiosidad en mera pose.
Cuando alguien, por su naturaleza, se ve abocado hacia algo sin remedio, destila un algo de naturalidad inherente. Una forma ineludible de hacer las cosas que le exhime de la voluntad y cubre a lo que genera con una capa de aceite de verdad, una especie de barniz de honestidad. Me pasa con el Sr Luque y su alter ego Sr Chinarro. No me ha pasado con Klaus&Kinski.


Una de las personas que saben más de música en este país se llama Diego A. Manrique. Esta semana que acaba le leí en una sesión que abría con los lectores del diario El País vía su edición digital. Una de las preguntas que le hicieron hacía referencia al indie (Como siempre aconsejo ir a los originales y encontrar la información de primera mano alli). Esto es lo que venía a decir Manrique:

Pregunta: Cada vez soporto peor el indie. ¿Es cosa mía o aquello es un club de pijos y niñatos?

Respuesta: Martini, sé a lo que te refieres. Al principio, lo aniñado parecía tierno: estoy pensando en "It's a fine day", de Jane. Luego, se convirtió en la estética dominante, como de niños que no quieren crecer. Ese infantilismo se nota en muchos aspectos de cierto indie, donde apenas hay crítica y el ambiente asemeja al de un patio de colegio. Hay algún amigo que insiste en que asistimos a la feminización del rock, al que se castra para que sea animal de compañía. Hay mucha tela que cortar....y no estoy seguro de que quiera que me corten la cabeza precisamente ahora.
Buff, casi nada el amigo. Yo no iría tan lejos como el Sr Manrique. Me quedo un par de pueblos antes. Justamente en uno que se llama "Hagamos las cosas con un poquito más de naturalidad". En el caso concreto que nos ocupa, me parece que todo viene adornado con un barroquismo saturado que cansa. No dudo de la capacidad como multi instrumentista de Alejandro Martínez (sí tengo mis reticencias respecto al lánguido y monótono cantar de Marina Gómez), pero sobre toda la producción de este trabajo sobrevuela un tufillo sospechoso de individualización de la propuesta que, al menos a mí, me acaba aburriendo. Si me permitís la simplería (que lo es) es como si al juntarse éstos hubieran comenzado a discutir cosas del estilo: "Oye, y qué nombre nos ponemos como grupo?, tiene que ser algo diferente, a ver qué se nos ocurre, algo que la gente escuche y no se le pueda olvidar" o "Y para la portada?, necesitamos un motivo impactante, juntemos cosas aparentemente inconexas".

He llevado esta semana en el coche su trabajo Tierra trágalos, que no es un nombre especialmente extraño. Lo hice porque dos de las personas de mi entorno cuya cultura musical me queda fuera de toda sospecha les escuchan. No me los recomendaron, pero sentí curiosidad por meter las narices donde el y ella lo hacían. La primera escucha fue complicada. Tentado estuve de cambiar. Pero como soy de los que opina que nada puede juzgarse en una primera escucha, les dediqué, como siempre, toda la semana. El disco fue ganando escucha tras escucha, no miento. Creo que, especialmente en lo instrumental, tiene un par de vueltas, algunos recovecos que pasan desapercibidos si se pasa demasiado rápido por ellos. Pero de nuevo encuentro el pecado comentado arriba, me parecen muy rebuscados, muy poco naturales, forzados. Pensados y preparados, diseñados. La propuesta, además, me pareció demasiado heterogénea, poco compacta como trabajo. Se me suma a la idea de que no se ha hecho de un golpe de voluntad sino sobre una mesa de cálculo, más como una obra de ingeniería que como un golpe de inspiración.

En Spotify aquí.

Y algunas canciones para llevarme la contraria. "Los niños muertos y la decadencia política" es un buen ejemplo de hasta dónde se puede forzar el ponerle título a un tema, pero me gusta como canción. "Carne de Bakunin", guiño a avezados estudiantes de políticas (¿cuánto indie sabrá quién fue Bakunin? Yo apenas recuerdo una descripción de Aute a Sabina diciéndole que "escoraba" por ahí) es un divertimento curioso. También compro.
La primera no la encuentro en You Tube ni en goear. La segunda la dejo abajo.

Cosas buenas a tod@s.


sábado, 21 de abril de 2012

D.E.P. Levon Helm

Me enteré hace unos días de esta pérdida. No es que Levon Helm haya sido una de las figuras imprescindibles a la batería de la música popular. El adjetivo, para que tenga un valor excepcional, debe de limitarse a un reducido grupo de elegidos. Pero Helm fue, sin lugar a dudas, un personaje remarcable dentro de un grupo a tener siempre presente y, durante un tiempo importante, en un contexto de realidad paralela a la tendencia mayoritaria de la psicodelia y el progresivo.

Levon Helm fue el baterista de The Band. Eso resumiendo al absurdo, porque sería una pena olvidar que su peculiar acento y su voz singular le valieron de la revista Rolling Stone el puesto número 91 en su lista de Los cien mejores cantantes de todos los tiempos. Una voz que tuvo que luchar contra el peor enemigo que podría haberla asaltado en el camino, un cáncer de garganta que, a la postre, acabó con su vida esta semana. Pero murió con las botas puestas. Desde su diagnóstico en el 98, Helm publicó varios trabajos que aquí un servidor se sonrojaría de comentar dado el frugal paso por ellos, pero cuyos nombres creo interesante dejar por escrito: Dirt Farmer (aquí en Spotify) y Electric Dirt (aquí en Spotify).

Si bien The Band es el nombre por el que se reconoce al combo, tuvo éste un origen previo en The Hawks. Fue precisamente bajo este nombre cuando Bob Dylan se acercó a ellos para que le acompañaran como banda de soporte en su famosa "electrificación". Llegado este punto he leído diversas versiones acerca de por qué Helm abandonó la banda durante dos años, aunque el trasfondo de todas viene a pasar por cierto hastío ante la respuesta negativa que una parte importante de la masa que seguía al de Duluth tuvo ante la electrificación del bardo. Un periodo tras el cual Helm volvió a The Band para hacerse no sólo cargo de la batería y los coros sino, en más de una ocasión, de la voz principal del conjunto.

Un poco del Electric Dirt para este sábado que comienza.

Cosas buenas a tod@s.


viernes, 20 de abril de 2012

HDMNSDSE: Teenage Fan Club

El powerpop es un terreno que no alcanzo a delimitar. En él navegan bandas que me llegan y que marchan sin que sepa bien por qué llevaban esta etiqueta colgada.
Esta semana pasó por mis manos una de esas bandas. Se llama Teenage Fan Club, y son de Escocia.


Como comentaba, los acabo de conocer como aquel que dice, y antes de irme a ningún sitio a leer nada sobre ellos he estado navegando un rato por sus temas. Algo en sus melodías me ha impedido dejarles pasar de largo. Aún no he tenido tiempo de ir más allá, no he descubierto qué es.

Luego he leído un par de cosas. Me ha sorprendido que se relacione su música con Big Star, Neil Young (¿?), Dinosaur Jr y.... The Byrds (¿?).  Llegado este punto no sé si es que les he oído poco o es que he perdido el poco oído que tenía para la música (si es que alguna vez lo tuve). Podría dar por bueno lo de Alex Chilton y los suyos, pero... dónde está Neil Young en la música de éstos?

Para oír un poquito de ellos se puede recurrir a Spotify (hay bastante material), a YouTube o pinchar un poquito más abajo. A ver qué os parecen.

Cosas buenas a tod@s.


sábado, 14 de abril de 2012

Me dejáis que me emocione?

Me he resistido cuanto he podido por miedo a que uno de mis vicios arrasara con el otro. He tardado poco más de cuatro meses en rendirme. Irrevocablemente los dos coinciden en ciertos puntos que no puedo dejar ajenos al blog.

Crecí entre películas de cine clásico.
Tengo a John Ford, a Howard Hawks, a John Houston, a Henry Hathaway, a Cecil B. de Mille, a Alfred Hitchcock, a Willian Wyler y a tantos y tantos otros tan grabados en la retina a fuego purificador que a veces me da la sensación de que puedo ver la vida en plano secuencia, hablar con un tipo delante mia en plano americano, verme conduciendo en un travelling lateral o bajando las escaleras de mi edificio en un contrapicado, subirme a una farola y tirar de grua para abrir campo, o cerrar plano con fundido en negro acercándome a mi hija.

Aute pedía más cine por favor, porque todo en la vida es cine y los sueños... cine son. Referencias al cine en la música hay para todos los gustos, pero mi afición es la contraria. Cuando el cine tira del compositor y le lleva a la inspiración por la dedicacióny el trabajo.

No hablaré de películas aquí, ni de historias. Hablaré, de eso va el blog, de músicas. En ocasiones tendré que referirme al contexto para que se entienda el brass de un tema, el tempo de una melodía, la inclusión de un elemento ajeno, pero, insisto, me da miedo. No lo puedo remediar. Los amo. Estos (y otros cuantos) directores me hablan de mi adolescencia. Los que tenemos la crisis de los cuarenta encima padecemos de estas, y de otras, cosas.

Por todo lo de arriba quiero abrir la etiqueta de "cine" con una sintonía brutal fruto de un currante de la música que se llamó Elmer Bernstein. Este Bernstein (lo digo porque hay otro ligado al mismo ramo que se llamó Leonard) realizó dos colaboraciones insignes con un director considerado por algunos como menor si bien para mí es el padre de dos de las joyas más significativas del cine clásico: Los siete magníficos (The magnificent seven, MGM/UA, 1960) y La gran evasión (The great scape, MGM/UA, 1963).  Éste sujeto se llamó John Sturges.

Hoy voy a hablar del tema central de la primera.

Si, estimado lector, no ha visto usted Los siete magníficos, es tiempo pobremente utilizado el que dedique a partir de esta línea a seguir este blog. No le desconcierten los puretas que vengan a minusvalorar su emoción basándose en obras anteriores de otros directores (sin duda la espectacular Los siete Samurais de Akira Kurosawa). Lo uno no quita lo otro. Vale que la historia en el caso de Sturges se queda en la épica de la primera mitad y evita el relismo y la decepción de la segunda parte del japonés, pero no veo razón tras ello para restarle mérito a la revisión americana.

Y qué género musical ha llevado la épica más lejos en el siglo XX que la música escrita específicamente para el cine?. Cómo se sentó Elmer Bernstein delante de su partitura para darle a este grupo de centauros su sello de valor, de corage, para hacer al espectador accurrucarse en su butaca primero y expandir el pecho después? Ignoro qué drogas se han de tomar.
Este tema arranca con seis golpes tras los que aparecen dos líneas de cuerdas: una de base para que otra más grave marque el ritmo en una primera vuelta. Toques de timbal para abrir un segunda vuelta en que se introducen percusiones menores, y tras ella vientos y todo el equipo de orquesta para abrir la puerta del leiv motive de la melodía, una entrada a tope para un juego en que las cuerdas irán marcadas por vientos y cuerdas mayores . A partir de aquí canon en evolución hasta acabar el primer minuto, subida de octava y segundo minuto con vuelta al tema principal. Jooooder, si John Sturges y Yul Brynner no me han hecho creer aún que estoy montado en un caballo y voy a salvar a un pueblo mejicano de Eli Wallach no se qué lo puede conseguir en esta mísera vida.


 Yul Brynner, Steve McQueen, Horst Buchholz, Charles Bronson, Robert Vaughn, Brad Dexter y James Coburn pusieron cara a los siete magníficos. John Sturges y Elmer Bernstein les dieron cuerpo.



Cosas buenas a tod@s.


Tin Pan Alley

En el último post hice una referencia a este nombre y creo que era de recibo desarrollarlo, como mínimo, unas líneas más. El Tin Pan Alley.

Unas cuantas son las ciudades con caracter marcadamente musical que hay en los Estados Unidos. Pero una de ellas ha tenido siempre un caracter muy vinculado a la parte industrial de la misma, especialmente en sus primeros años, Nueva York.

Hubo un tiempo donde la música se entendía como un conglomerado de factores que acababan convergiendo para dar, como fruto, una canción. En esta época cada persona responsable del éxito de un tema tenía una misión específica dentro de la elaboración del mismo. Había un compositor, había un letrista, había un editor y, por supuesto, había un intérprete. Cada uno debía de tener una grado significativo de excelencia dentro de su campo con objeto de aumentar las posibilidades de generar un hit que llegara al público general y consiguiera un beneficioso número de ventas.
Luego, en ocasiones, se unía el hecho de que algún privilegiado era capaz de juntar varios de estos roles a la vez, especialmente el de compositor y letrista. Raramente el de intérprete con los otros dos. Fue en la década de los 50 cuando comenzó a generarse el papel del compositor-intérprete, la persona que no sólo era capaz de generar una melodía y darle cuerpo lírico, sino que además tenía la capacidad vocal y escénica como para interpretarla frente a una audiencia.

Los que se ganaban la vida exclusivamente componiendo o dando letra a las canciones vieron en esta nueva tendencia una clara amenaza a su estatus además de una evidente pérdida de calidad en las composiciones. Pudiera ser que algún iluminado apareciese con capacidades para deslumbrar en todos los aspectos, pero, en general, la falta de conocimiento o talento en alguno de esos apartados acababa repercutiendo en un producto lejos de la altura de los trabajos corales.

El impacto de este cambio ha llegado hasta el día de hoy, donde parece lo más natural del mundo que las personas que interpretan un tema sean los responsables de su creación. Pues bien, esto no fue así, como contamos, toda la vida.

En aquella prehistoria de la música popular americana, hablamos de comienzos del siglo XX, la grabación y comercialización de canciones de corte "ligero" comenzó a constituirse como una industria en ciernes capaz de generar píngües beneficios para sus inversores. Fue la época en la que empezaron a juntarse compositores y letristas y a fabricar obras para editores que se encargaban (bien a priori, bien a posteriori) de encajarlas con conocidos intérpretes o con nuevas figuras. Como si de un acto gremial medieval se tratase, la parte más notoria de esta masa de compositores fue concentrándose en Nueva York en un tramo de la calle 28 entre la Quinta Avenida y Broadway.
En un tiempo donde la guitarra se consideraba un instrumento de calidad menor para presentar composiciones ante el respetable público, decenas de baratos pianos verticales se amontonaban en las habitaciones donde estos compositores consumían cajas de cigarrillos y botellas de bourbon.

El verano en Nueva York es caluroso. Esto les hacía mentener las ventanas abiertas mientras aporreaban o acariciaban (que de todo habría) sus teclados. Para el casual paseante de la 28, aquel estruendo se convertía en una mezcla perturbante de sonidos entremezclados difícilmente identificables. Como si toda aquella gente se dedicara a golpear cazuelas de lata en sus habitaciones.
Como en tantos otros casos, fruto del azar o la providencia, aquella expresión cuajó, y al montante de estos compositores se les dío el apelativo genérico de Tin Pan Alley (El callejón de las cazuelas de lata).

Algunos de sus más ilustres integrantes ya han pasado por el blog (como Irving Berlin o Walter Donaldson), y otros lo harán en un futuro (sin lugar a dudas gente como Cole Porter o George Gershwin).

Un par de ejemplos de productos exquisitos salidos de esta "factoría". Un poquito de Duke Ellington interpretando una melodía de Lawlor y Blake (de 1894!) llamada The sidewalks of New York (Las aceras de Nueva York) y un regalo de Al Jolson interpretando el Give my regards to Broadway (Dale recuerdos a Broadway de mi parte) de George M.Cohan.

Cosas buenas a tod@s.


viernes, 13 de abril de 2012

Mi chico sólo se preocupa por mi

Mi chico no se preocupa por conciertos.
Mi chico no se preocupa por ropa.
Mi chico sólo se preocupa por mí.

Mi chico no se preocupa por coches ni por carreras
Mi chico no se preocupa por los sitios más de moda.
Liz Taylor no es su tipo, incluso la sonrisa de Lana Turner
es algo que ni siquiera capta su atención.

A mi chico no le preocupa quien lo sepa.
Chica, mi chico sólo se preocupa por mí.

Ni siquiera se preocupa por la ropa,
lo hace por mí.
Mi chico no se preocupa por coches y carreras.
Mi chico no se preocupa por los sitios más de moda.

Liz Taylor no es su tipo, incluso la sonrisa de Liberace
es algo que ni siquiera capta su atención.
Me pregunto qué le pasa a mi chico,
mi chico sólo se preocupa por...
mi chico sólo se preocupa por...
mi chico sólo se preocupa ... por mí.



Las Navidades pasadas mencionaba a un tipo llamado Irving Berlin. Irving fue uno de los compositores más importantes de temas populares de la América del siglo pasado. Pionero en lo suyo, generó una compañía donde contrató a otros como él para incrementar la capacidad de producción y generar más hits. Lo que viene a ser un negocio, vamos. Una de las personas que entraron a formar parte de la compañía de Irving Berlin fue Walter Donaldson. El señor Donaldson fue desarrollando su carrera junto al señor Berlin hasta que, en 1928, tuvo capacidad emprendedora y talento como para ponerse por su cuenta en lo que sería la Donaldson, Douglas & Gumble, Inc. Una empresa que se dedicó a componer y promocionar temas de música popular para abastecer a los Estados Unidos de entreguerras.
Y por qué todo este arranque? porque la melodía de la canción que acabas de oír la parió este hijo de pianista nacido en el mismo Brooklyn.

Gus Kahn es el otro protagonista masculino de nuestra historia. Nacido en Alemania, sus padres emigraron prontamente a Estados Unidos, donde se formó como músico y comenzó su actividad. Fue uno de los nombres propios del Tin Pan Alley. Qué era el Tin Pan Alley? Es una bonita historia, de forma que la contaremos en otra ocasión con más detalle. Digamos que una parte importante de la música popular en los Estados Unidos pasó primero por el Tin Pan Alley y, más tarde, por el Brill Building. Pero esa será otra historia. El señor Kahn aparece aquí porque fue el encargado de darle letra, allá por 1930, a este tema.

Y en toda historia que se precie tiene que haber una chica. La de la nuestra se llama Nina Simone. La Simone grabó este tema por primera vez para el que fue su disco debut Little Girl Blue en el 58. Un álbum por el que pasó más bien desapercibida y por el que rápidamente vendió sus derechos a la discográfica (Bethlehem Records). No fue hasta su inclusión en una campaña publicitaria por parte de Chanel para promocionar su perfume nº5 en 1987 en el Reino Unido que la canción no saltó disparada hasta lo alto de las listas de escucha. Habían pasado casi 30 años desde su grabación!.

Con todo esto, Peter Lord dirigió el video de animación que acompañó al tema y que he colgado más arriba. Unas escobillas fantásticas para un tempo único. Louis Armstrong decía que el jazz era la alegría del blues. Dentro del jazz hay cosas más oíbles que otras. Ésta es un buen acercamiento.

Cosas buenas a tod@s.

=================================================================
My baby don't care for shows
my baby don't care for clothes
My boby just cares for me.
My baby don't care for cars and races
My baby don't care for high-toned places.
Liz Taylor is not his style and even Lana Turner's smile
Is something he can't see.
My baby don't care
who knows it
my baby just cares for me.
Baby
my baby don't care for shows
And he don't even care for clothes
he cares for me.
My baby don't care for cars and races
Baby don't care for.
he don't care for high-toned places.
Liz Taylor is not his style and even Liberace's smile
Is something he can't see
is something he can't see.
I wonder what's wrong with baby
my baby just cares for
My baby just cares for
my baby just cares for me.

miércoles, 11 de abril de 2012

La edad de la inocencia

Perdemos la inocencia en el primer momento en que somos capaces de ver que la tuvimos y no hacemos ya pretensión alguna por ocultarlo. Todos pasamos por ahí y llevarlo de la mejor manera posible ayuda a sacar mayor partido de su paso y a convivir de forma más llevadera con su sombra alargada. El que aún mantiene sobre esa inocencia una actitud de enfrentamiento, de ridiculización o de sorna, posiblemente se encuentre recorriendo todavía el camino de su pérdida.

Todo, también la España musical moderna, tuvo su edad de la inocencia. La vivió allá en los años sesenta, de la mano de un grupo de jóvenes con más ilusión que escuela que soñaban con emular lo que otros explotaban fuera de nuestras fronteras, en Inglaterra fundamentalmente y, más adelante, en Estados Unidos. Jóvenes universitarios la mayoría, muchos burgueses, de vuelta de estancias en el extranjero otros. Ansiosos todos por romper con las aburridas tradiciones de sus padres y de su entorno. Ávidos por sacudirse el polvo de la música pasada por oficialidad y pandereta. Primero como un inocente movimiento underground. Más adelante como una institucionalización para acabar convirtiéndose en el nuevo mainstream del panorama nacional, encontrar sus espacios en radios y televisión, y generar una tendencia iconoclasta y rompedora.

Tocar una guitarra eléctrica en la España de los sesenta no era tarea sencilla. En primer lugar por haber dado espacio a que la simple idea apareciera. En segundo por hacerse físicamente con el instrumento. Serían muchos los nombres que habría que ir listando, y no es tampoco objeto del post el honrar a todos ellos de forma particular sino el de señalar con el dedo a los iniciadores de todo. El paso pequeño pero decidido de ellos primero, y de cada uno de los que ha venido detrás después, hacen del escenario musical patrio actual el que es.

Mirados con prejuicio y escepticismo pueden provocar la risa. Ninguno de ellos pasó por lo que tuvo que pasar Chuck Berry para haber de creerse su música como él lo hacía. Por eso aparecen tan cándidos. Como meros imitadores, sí, pero como decididos emprendedores en un terreno desierto y desagradecido. Y, como en toda época, hubo también de todo. Trozos de carbón que acabaron en diamante y oportunistas sin madera que se subieron al carro para conocer más chicas que nadie o salir por la radio en las tardes de domingo. Algunos iremos trayendo al blog. Y alguno (y alguna) que hará rascarse más de una cabeza. Si tenemos que meternos en algún charco nos meteremos. Creo que hay mucha verguenza ajena en este campo y mucho juicio a priori.

Y como todo cabe empezarlo con un primer paso, este primer paso va a ser el traer aquí al que para mí fue el mejor grupo de esta época. Me gusta tanto que lo traeré más de una vez. Incluso algún himno personal les pertenece. Una alineación mítica. Un supergrupo que formaron originalmente Fernando Arbex (batería), Juan Pardo (voz y guitarra), Antonio Morales "Junior" (voz y guitarra) y Manuel González (bajo). De vuelta de formaciones anteriores como Los Estudiantes o Los Pekenikes, estos cuatro juntaron fuerzas bajo el auspicio de Luis Sartorius, el que era, a la postre, director artístico de Philips (leo en La Fonoteca). Habían nacido Los Brincos.


Los Brincos fue posiblemente el primer combo completamente "moderno" que tuvimos. "Moderno" por la forma en que afrontaron sus temas, buscando no sólo la autocomposición, sino adjudicando la autoría de los mismos al grupo como una entidad. Trabajando un marketing profesional y avanzado: cuidando el look, la promoción en canales como radio y televisión. Entendiendo el producto de una forma profesional. Utilizando de forma decidida el castellano en sus temas. Incorporando motivos locales y generando una vertiente nueva, produciendo la metamorfosis del merseybeat en lo que será un arrebato de autodeterminación más adelante por la segunda hornada setetentera de rockeros nacionales.

Como vendrán más, contaremos más cosas de ellos en otro momento. Escuchad por favor esta entrada de guitarra y estos arreglos vocales en falsete. Empezábamos a creérnoslo, éramos capaces de hacerlo...y lo hacíamos bien.

Cosas buenas a tod@s.


lunes, 9 de abril de 2012

El grupo favorito de Jeffrey Lebowski

Si usted ha visto la película ya sabe de qué le hablo. Si no encuentra por el título del post pista alguna, permítame remitirle a una joyita de dos directores, hermanos, llamados Joel y Ethan Coen, del año 1998 y que se llamó por estas tierras "El Gran Lebowski" (The big Lebowski).
En ella Jeff Bridges interpreta a "El Nota", y, hasta aquí puedo leer. Vale la pena dedicarle cada uno de los minutos que dura la cinta.
El caso es que El Nota tiene un grupo favorito, y ese grupo no es otro que la Creedence Clearwater Revival, o, de otra forma, los que han venido conmigo en el coche durante esta semana.

Uno de los cambios en mi forma de escuchar música es ir trufando mis escuchas de álbumes enteros con otras rarezas que tengo por casa, que compro, que me regalan, que me encuentro, etc. Creo que veremos cosas por el blog que no hemos visto con anterioridad. Es el caso de los dieciséis temas que me ocupan. Una recopilación de la cara más bluesera de John Fogerty y los suyos con versiones como el "I put a spell on you" de Screamin' Jay Hawkins, con toques rockandrolleros como el Good Golly Miss Molly de Little Richard o el Susie Q de Dale Hawkins, junto con algún clásico de la banda como el Proud Mary.

Por algún motivo hay grupos que no le caen mal a nadie. En mi experiencia es el caso de la Creedence. Puro rock americano que alguno podría entender "sin pretensiones", pero que, para mí, viene con el marchamos de poner toda la pretensión del mundo en hacer el auténtico rock americano. Además, ignoro la razón, las canciones de la Creedence se me quedan bastante bien. Imagino que por pegadizas, por esa musicalidad aparentemente sencilla que le imprime Fogerty, pero no me pasa igual con otros combos como Cheap Trick o Doctor Feelgood. Sí que recuerdo sus canciones al escucharlas, por supuesto, pero sería incapaz de tararear muchas de ellas con la simple mención de su título. Con la Creedence no pasa.

El problema ahora es encontrar las versiones que he escuchado para que compartamos exactamente el mismo sonido. Misión imposible. Cuando me dé por este tipo de cosas tendré que conformarme con encontrar versiones de los temas que he oído para al menos visualizar los estímulos. Dejo un poquito de r'n'r y blues de acuerdo con los temas mencionados arriba (y... por si alguien leyó el post anterior y le sorprende éste...sí, otra vez fue un post sobre r'n'r. Los planes tardan un tiempo en ejecutarse. Y vaya por delante de que el r'n'r siempre tendrá una entrada porla puerta grande aquí).

Nota aclaratoria: no he tenido un repentino ataque de desmemorización. Aparece de nuevo el Beard of Stars de hace una semana porque la versión que tengo es una extensión donde aún me quedaban quince temas por escuchar. Soy partidario de no meter más de 15-16 temas por semana. No se trata de escuchar en cantidad sino con la calidad que nos sea posible.

Cosas buenas a tod@s.

domingo, 8 de abril de 2012

Formas de escuchar música (II)

Como comentaba el otro día estoy modificando algunos hábitos. Y uno de ellos es investigar nuevas formas de acceder a la música.

Hace unos días entré en la web priceminister. Resulta que empecé a fisgonear entre las ofertas y me acabé comprando 12 cds por 46 euros (gastos de envío incluidos). Al ritmo de CD por semana, he solucionado tres meses de golpe. Y he cogido un poco de todo, Soundgarden, Stereophonics, Tom Petty, Sonic Youth, Blue Cheer, en fin, ya irán pasando por el blog.

Mi pregunta es, hagan ustedes cuentas, por qué es posible comprarse un cd original por 3,83EUR con gastos de envío incluidos? bueno, pues hay dos razones básicas, la primera es que algunos no son a estrenar, sino de segunda mano. La web incorpora una valoración del estado de los cds para que sepas a qué atenerte y, la verdad, a mí me ha dado muy buen resultado. Incluso de una de las tiendas me han llegado precintados y a estrenar.

Explico lo de "las tiendas". Esta web no es una tienda en si misma sino un portal donde cualquiera puede poner en venta sus cds (o libros, dvds, etc, hablo de cds porque me centré en ello). Algunos de los que ponen cds en venta no son particulares sino organizaciones, digamos "tiendas virtuales".  Cuando realizas un pedido y pagas, el vendedor te envía el material a casa y, sólo cuando tu confirmas su recepción, el portal le pasa el dinero para cerrar así el negocio.

Pero decía que veía dos razones básicas para conseguir este precio. La segunda es que se trata de gangas. Hay otros niveles de precio en la web. Pero si eres un poco curioso y no necesitas obligatoriamente comprarte lo que está sonando en las radiofórmulas, encuentras a precio de saldo trabajos y rarezas que valen mucho la pena.

Hace dos días realicé una nueva visita a la fnac. El precio más económico que encontré fue de, redondeando, seis euros por un cd. En román paladín, el doble. Y sin gastos de envío ni nada, que la gasolina hasta el centro comercial y el parking corrieron de mi cuenta. Para pensárselo.

Estuve dándole vueltas a la cabeza al modelo. Pensé, Por qué alguien se compra un cd y lo revende por 3 EUR estando prácticamente nuevo?. Una razón es porque alguien te lo regaló y no dió en el clavo. Puede también que fueras tú quien, mal aconsejado, compraras algo que no soportas. Pero yo creo que hay algo que va más allá. La música que he comprado no es precisamente la que compra alguien sin tener mucha idea de lo que hace (exceptuando, quizas, Stereophonics y Soundgarden).
Con los formatos digitales que todos usamos hoy día, la mayoría de nosotros, al comprar un CD, se lo ripea para cargarlo al reproductor de mp3, al ordenador, al coche. El formato físico no sufre desgaste alguno. Resulta que pasan diez años (el tiempo medio que hace que se editaron los cds que me he comprado) y tienes una caja y un cd impecable. Si tienes, es mi caso, un afan coleccionista que va más allá de escuchar la música en sí, puede que tengas el fetichismo de guardar la carátula, la caja, el libreto y el cd físico, pero, en cuántos casos no será asi? en cuántos casos el álbum ha cumplido el ciclo vital del consumidor y por cambio en gustos o por falta de espacio éste puede decidir sacárselo de encima? en ese caso tiene una pieza seminueva que puede ser objeto de deseo de un segundo consumidor. El formato CD no ha sufrido la mordida de la aguja. Su contenido está en tan buen estado como lo estaba el primer día (siempre, insisto, que el uso haya sido el adecuado). Una caja de plástico cogiendo polvo en una estantería no perjudica el contenido digital que contiene. Hay un tiempo de materiales, es evidente, el plástico que forma el cd pierde sus cualidades ópticas, pero deben pasar muchos años para que eso impida su lectura estando en unas condiciones de almacenado normales.

Creo que es justo pagar por un contenido intelectual, pero pagar un precio justo. Y sobretodo, ya hablé de ello con anterioridad, la industria debe de adaptarse a los medios y a los tiempos.

The times they are a-changin'.

Un pedacito, más abajo, de uno de los cds de mi última adquisición.

Cosas buenas a tod@s.


sábado, 7 de abril de 2012

Horas

Involuntariamente los últimos posts del blog podrían hacer pensar al visitante ocasional que ha llegado a un lugar donde todo gira en torno al rock de una forma u otra. No es la pretensión del que escribe. Es cierto que he escuchado más de este tipo de música (en el sentido más amplio de "estilo") que de otras, pero ni ha sido en exclusividad nunca, ni es precisamente la intención para el futuro.

Por eso, hoy, traigo a un musicazo enorme que nada tiene que ver con Willie Dixon, con Marc Bolan o con Gregg Allman. Se trata de Jorge Drexler.

Drexler es un cantautor uruguayo nacido en el 64. Le vi por primera vez en directo en una introducción que le hizo Joaquin Sabina. Como yo era joven, andaba como andaba, y lo que me apetecía era escuchar al de Úbeda, apenas le presté atención. Un descuido imperdonable que da buena fé de mi incapacidad para ganarme la vida buscando talentos en la cosa esta de la música.

No tengo ni la más remota idea de cómo llegó a mis manos el primer álbum de este hombre. Sí sé que me enganchó y me deslumbró. Me esperaba algo en la línea guitarra y voz. La nueva ola noventera de cantautores españoles (Ismael Serrano, Javier Álvarez, Pedro Guerra, Inma Serrano, ...) había traido justamente eso, y torpemente ligué un concepto y otro y di por supuesto lo que no debía. Porque Drexler es, ante todo, un músico exquisito. Su sentido de la melodía, su conocimiento de los instrumentos, su falta total de prejuicios a la hora de incorporar cualquier tecnología a la composición y sus influencias en unos ritmos no tan usuales a este lado del atlántico, hacen de sus trabajos un compendio entendible pero intrincado de notas, de compases y de silencios.

Desde aquel inicio tomé el hilo y fui tirando. Descubriendo más temas. Cada trabajo de Drexler que me encontraba era una caja negra que descifrar. Cada canción una incógnita respecto a la que no sabías por dónde podía tirar. Qué elemento nuevo incorporaría o qué ritmo introduciría para contar aquello que pretendía. Si hay algo que Drexler no es, es presivible.

Le veo más diferenciación con respecto al resto del panorama en lo musical que en lo lírico. No porque sea un mal escritor (ni mucho menos). Tiene en este aspecto un factor que me gusta encontrar, la incorporación de elementos y objetos contemporáneos en su música. En el ambiente anglosajón gente como Bob Dylan ayudó mucho a esto. En el latino no hay que rascarse mucho la cabeza para ver en Sabina un referente excepcional. Cuando hablo de "elementos contemporáneos", me refiero a cosas como la que traigo al blog hoy. Cómo describir la sensación de colgamiento que sucede al flechazo y te lleva completamente imbécil durante el enamoramiento sin recurrir a estanques y patos, a atardeceres y paseos, a noches infinitas en moto ni a ningún lugar común (arqueotipo del romanticismo) sacado de los miles de temas que hay al respecto. Drexler escoge dos ordenadores y los mete en una melodía que es todo menos fría, funcional o programada. Te cuenta su historia, te la crees y, posiblemente, ni te hayas enterado del vehículo que usó para contarla.

Traeremos más de este hombre por aquí. Ésta, por motivos personales, es todo un himno, pero yo, a la gente que tiene un óscar encima de la repisa de la chimenea, les tengo una envidia atroz y una ojeriza terrible. Nos pasa a los que somos pequeños y no damos para esos niveles. Especialmente nos pasa con aquellos que se lo merecen porque se lo han ganado a pulso y, qué cojones, son sencillamente buenos.

Cosas buenas a tod@s.


viernes, 6 de abril de 2012

Quién demonios es Willie Dixon?

Si uno se pone a leer entrevistas de gente perteneciente a la British Invasion de mitad de los 60 o de cualquier grupo contemporáneo de eso que llaman americana, verá que aparece a menudo un nombre como referencia fundamental, fuente de sabiduría y origen de las especies: Willie Dixon.
No es por tanto raro preguntarse quién fue este sujeto que tanto obnubila a propios y extraños y sin quien, parece, hay todo un estilo de música popular que no sería lo que es a día de hoy.

Yo no lo tuve muy claro, vaya por delante, hasta encontrármelo de bruces en un libro que ando leyendo sobre Blues (Blues, la música del Delta del Missisipi, Ted Gioia, Turner Noema, 2010). El caso es que el libro no está centrado en su figura. Ni siquiera el capítulo en donde me lo encontré hacía referencia alguna a él, sino a un coetáneo que otro día traeremos más en detalle al blog, el señor Muddy Waters.

No podría ponerme en situación si no comento en una línea una diferenciación del blues: el Chicago Blues o Blues de Chicago. Por reducción a la mínima esencia podemos decir que el Blues de Chicago viene a ser una especie de "modernización" del Blues tradicional que se había estado haciendo desde primeros del siglo XX en la zona del delta del Missisippi (a excepción, puede ser, de lo hecho en Texas por Blind Lemmon Jefferson). Esta modernización consite básicamente en una mejora de la instrumentalización de los temas, es decir, en tocar lo mismo pero con más instrumentos. Añadir secciones rítmicas más complejas (baterías, bajos), incorporar acompañamientos a la voz (armónicas), sofisticar las melodías (tocar el blues a dos guitarras). Pero no sólo a nivel musical, también a nivel lírico las canciones comienzan a tocar temas más urbanos, desaparecen lugares comunes del Delta Blues como la granja-prisión y se comienzan a introducir motivos como automóviles, sin ir más lejos.
Toda esta revolución viene ligada al movimiento migratorio de la comunidad negra del sur hacia las oportunidades de trabajo de las ciudades del norte. Se llevaron consigo la maleta (cuando la había) y el talento.

Uno de los máximos representantes de esta nueva vertiente de blues fue, ya apareció arriba, Muddy Waters. Uno de los puntos diferenciadores que Waters imprimió al blues fue la formación de un conjunto estable. Una superbanda que quizás otro día trataremos y de la que cabría mencionar sin lugar a dudas al menos a dos o tres de sus componentes. El caso es que uno de los colaboradores del combo de Waters fue el señor Willie Dixon.

Y, qué hacía Dixon con Waters?. A nivel instrumental tocar el bajo. A nivel artístico darle forma a algunas de las mejores canciones que siguieron a los años posteriores al término de la Segunda Guerra Mundial. Dixon contribuyó de forma decidida a ese cambio de concepto en la forma de tocar el blues del sur y convertirlo en algo muy similar al concepto actual de grupo. Como decía, la mayoría de grupos ingleses que constituyeron la British Invasion (léase Rolling Stones, Who, Led Zeppelin, Eric Clapton,...) bebieron de sus enseñanzas para conformar el concepto en que devino el rock de finales de los 60 y comienzos de los 70.

Dixon, tipo corpulento que llegó a ganarse la vida como boxeador profesional antes de centrarse en lo musical de la mano de los hermanos Chess (otros que tenemos que traer al blog para conocerlos más de cerca), nos dejó temas espectaculares no sólo con Waters sino con figuras del blues indiscutibles, como el amigo Howlin' Wolf. Por hacer un rápido playlist de ellos, cabría mencionar "I'm your Hoochee Coochee man", "I just want to make love to you", "I'm ready", "Little red rooster", "Wang dang doodle", "Evil", "Back door man", "I can't quit you baby", "My babe" o "Mellow down easy".

Las evoluciones no se producen de la noche a la mañana. Son frutos de procesos lentos donde intervienen multitud de factores. Un grano de arena que contribuyó a que nos hayan llegado después los sonidos rock que tan fácilmente identificamos lo puso este hombre llamado Willie Dixon. Un grano de arena del tamaño de la cabeza del presidente Lincoln en el monte Rushmore.

Cosas buenas a tod@s

 

lunes, 2 de abril de 2012

Sin palabras

Estaba yo a otras cosas cuando se me ha cruzado por el camino.
Como tengo el ordenador a mano y una conexión a internet no me reprimo.
Sin palabras. En muchos sentidos.

Cosas buenas a tod@s.

domingo, 1 de abril de 2012

Cuando el dinosuario no había acortado su nombre

A uno de los protagonistas del post de hoy ya le conocemos. Se llama Tony Visconti. Le trajimos al hablar de ese discazo de Bowie que se llama Heroes. Visconti es un tipo que hay que conocer para poder entender buena parte de la música que escuchamos hoy día. Por mencionar la parte más descubierta de su actividad habría que volver los pasos sobre el sonido berlinés del Duque o de Iggy Pop. La otra pata del banco Visconti nos la da el segundo protagonista del post de hoy. Un tipo llamado Marc Bolan. Bolan es otro que, de no conocerle, merece la pena dedicarle cinco minutos. Luego, al final del post, explico el título del mismo, pero necesitaba este arranque para darle sentido.

Marc Bolan nació Mark Feld en la Inglaterra de 1947. No fue el de Bolan el primer nombre falso (alter-ego?) que utilizó, aunque decididamente fue con el que se hizo conocido. Se cuenta que lo construyó en homenaje a uno de sus artistas preferidos, nada más y nada menos que el señor Bob Dylan. Nos lo podemos creer o no. Que yo sepa no hay testimonio de Marc Bolan al respecto.

El caso es que Bolan fue siempre un decidido amante de la música rock americana de finales de los 50 y rápido comenzó a formar conjuntos musicales. Desde su más tierna infancia. Pasó la escuela y a los 15 decidió dejar de estudiar para comenzar trabajillos como modelo publicitario de ropa mod mientras avanzaba en su música a base de rasgeos de guitarra acústica. Tras un primer intento infructuoso que vino en llamarse John's Children, Bolan unió sus esfuerzos a los del percusionista Steve Peregrin Took y formó un duo de sonidos rock-folk desnudos e incisivos que se llamó Tyrannosuaurus Rex. Aquí toma cuerpo nuestra historia.

Tyrannousaurus Rex fue un combo sorprendente. Escucharles es una experiencia singular. No es que lo que tengan suene nuevo y salido de la nada, pero sí aparece como algo diferente, enganchoso, atrayente. Sacaron cuatro trabajos al mercado. Los primeros junto a Took, y el último junto a otro percusionista llamado Mickey Finn. Leí no recuerdo donde que Took era un fuera de serie, una fuerza de la naturaleza, un tipo con un talento innato que se unía a la creatividad pasmosa de Bolan y hacía al duo despegar camino de la psicodelia. Diferentes problemas entre los cuales las drogas tuvieron algo que ver hicieron que Marc decidiera prescindir de él en un momento determinado y tomar partido por el perfil más plano pero perfectamente cumplidor de Finn.
Al mismo tiempo, en paralelo, el sonido de Tyrannosaurus Rex iba evolucionando al introducir un aspecto cada vez más eléctrico en sus composiciones, metamorfosis en la que tuvo un papel decisivo el amigo Visconti.

Justo en el cuarto de esos trabajos, allá por el año de 1970, sale a la luz el álbum que me ocupa hoy "A beard of stars" (Una barba de estrellas). El título, por sí solo, ya nos apunta toques psicodélicos dificilmente escondibles.

Qué puedo decir de él? Diré que merece la pena escucharlo. Diré que me gusta mucho. Diré que hay dos temas que traeré el final del post y que son "Lofty skies" y "Elemental Child" que tengo colocadas en el altar de las músicas insustituibles. Y diré también que Bolan suena como si estuviera sentado ahí al lado en el suelo con las piernas cruzadas y la Gibson Les Paul en ristre. Visconti siempre ha sabido conseguir el sonido adecuado. Aquí ya tenía otras cosas en la cabeza, pero aún saca lo mejor de la primera etapa del grupo de Bolan, como hace tu madre cuando eres pequeño con ese yogur que consideras acabado. Meter la cuchara y rebañar hasta el último resquicio de crema que se encuentra en los bordes del recipiente para sacar una última cucharada repleta.
Un apunte para aquellos que escuchéis las canciones al final. No reconocéis esa forma de cantar en un conocido front-man rockero que vendría veinte años después? A lo mejor son imaginaciones mías...

Unos meses más tarde llegaría el cambio. Vendrían las boas al cuello, la sombra de ojos plateada y el estallido del glam rock con todas sus consecuencias. Fue justo en ese momento intermedio que Visconti decidió recortar el nombre del grupo y dejarlo en T.Rex. Así aparecío en las cintas de grabación. Así le costó un primer cabreo a Bolan, pero así se quedó y así llegó a encumbrarse como un referente del rock de la primera mitad de los setenta. Pero eso lo contaremos en otro post. Hoy sólo queria recordar un capítulo breve, pero imperdonable, de una serie de cuatro discos a escuchar, de esa época en la que el dinosaurio no había acortado su nombre.

Cosas buenas a tod@s.