viernes, 29 de junio de 2012

Con voz de niñato

Hubo un tiempo en que solía repetir que una diferencia entre la música nacional que se hacía en los 80 y primeros 90 y el escenario actual de finales de la primera decada del 2000 y comienzos de la siguiente era la diversidad de estilos personales que se barajaban entonces y la uniformidad (relativa) que reina ahora.

Por suerte tenemos hoy día voces nuevas personales e identificables como las de mi querido Jero Romero, pero hubo un tiempo donde eso era lo normal. Desde Manolo García a Jaime de Urrutia, de Jaime Ojeda a Javier Gurruchaga, cada uno introducía una forma de cantar completamente diferente al otro. Un timbre y una textura marca de la casa que dejaba, desde la primera sílaba, un marchamos diseñado a golpes de NDA y escarceos culturales limitados por una tecnología diferente (que no peor).

Una de esas voces era el descarado tono de niñato de ese artista como la copa de un pino que es Coque Malla. Así de claro. Para que vayan rasgándose las vestiduras los que piensen que esas coplas que nos regalaron (bueno, que les compramos) Los Ronaldos eran pachanga de orquesta de furgoneta para las fiestas patronales de pueblos de segunda.

Viví durante un tiempo con aquella anécdota (aún por contrastar) que mezcla a éstos con Chuck Berry. Cuando el arquitecto del rock vino por estas tierras realizó varias audiciones para decidir la banda que le haría de acompañamiento. Tras escuchar a unos cuantos no lo dudó, en cuanto Luis, Coque y el resto se pusieron manos a la obra los incorporó, cuenta la leyenda, de inmediato. No necesitaba la anécdota para escucharlos con obsesión, pero siempre ayuda a apuntalar pequeños huecos que le quedan a uno respecto de ciertas bandas no reconocidas por la crítica, digamos, "de culto".

Iré trayendo temas de ellos por el blog, con o sin explicaciones, pero ya tocaba dejar caer el primero. Y para ello me quedo con este Guárdalo con amor, título con quien alguien nombró, con buen ojo, un recopilatorio que saldría tiempo después.

Rock patrio sin complejos y con carga de sobra para mover las caderas y los codos (cada uno para lo propio).

Cosas buenas a tod@s.


sábado, 23 de junio de 2012

El disco más esperado

Personalmente creo que uno de los cinco finales más importantes de la cultura popular del siglo pasado fue la disolución de The Beatles. Habían venido, habían visto y habían vencido. Gracias a los fabulosos cuatro y gracias a Emerick, a Martin y a Epstein, ingeniero de sonido, productor y mánager respectivamente de los de Liverpool.
Tras su disolución se generó la gran pregunta. Hay vida después de los Beatles? Y sí la hubo, y tanto que la hubo!.

El disco que he estado escuchando esta semana es la continuación argumental de los pasos de uno de los cuatro, de John Lennon.

De sobra es conocido por todos el impacto que significó para el Beatle la entrada en su vida de la artista conceptual Yoko Ono. Y diga Def Con Dos lo que diga, la influencia de la japonesa ni fue todo lo negativa que se quiere en ocasiones presentar, ni fue el descubrimiento del auténtico Lennon como otros pretenden también (minoría por suerte) defender. De hecho hay un personaje que no suena tanto y que sin embargo abrió una brecha musical en los Beatles que a la postre ayudó a generar el caldo de cultivo de la ruptura. Y no me refiero a algún ignorante que cautivara con maliciosas artes la voluntad de algún escarabajo, hablamos, ni más ni menos, de uno de los grandes productores de la historia de la música popular, el Sr Phil Spector.

Let it be fue el último disco que publicaron los Beatles (otro día hablamos de por qué fue el último que publicaron pero no el último que grabaron). Independientemente (o precisamente por ello, vaya usted a saber) del ambiente incómodo que ya se respiraba en el grupo (no sólo en el eje Lennon-Macca), Lennon estaba empeñado en conseguir la producción de Spector para ellos (que habían trabajado con Martin desde el comienzo). La idea no gustó a todos por igual, y, aunque finalmente el disco apareció con las producciones del neoyorquino, el producto no fue del agrado de los cuatro y generó una brecha en la concepción musical que ya nunca se cerraría.

Una vez producida la ruptura, cada Betale siguió un camino diferente, si bien todos relacionados aún con la industria musical. Lennon (quien nos ocupa hoy) se planteó con su mujer montar una banda y desarrollar sus propios trabajos. Quién iba a querer entrar a participar en el nuevo proyecto ex-Beatle de John Lennon? pues prácticamente el 99% de los músicos del planeta (incluido alguno de sus antiguos camaradas). Y así, de hecho, fue. Tras decidir entre los dos ponerle nombre a esa nueva aventura (Plastic Ono Band) y sacar el single Give peace a chance, reunieron una banda con la incorporación de gente del nivel, agárrense, de Eric Clapton a la guitarra y Alan White (más tarde en Yes) a la batería. Y así, todos juntos, sacaron un álbum directo titulado Live Peace in Toronto 1969.

Tras él vino el primer álbum de estudio y el que me acompañó esta semana en el coche. Una maravilla que, en la versión de Lennon, respondió al nombre de John Lennon/Plastic Ono Band (y hablo de la "versión de Lennon" porque hubo una versión de Yoko Ono). A que no puedes ni imaginar quién se encargó de la producción de este trabajo? Je, je, un tal Phil Spector. Aquí no encontraremos ya a Clapton o White, pero sí a un tipo de aire conocido en las baquetas: Ringo again.

El álbum es una maravilla. Cuentan que Lennon y Yoko se sometieron a una serie de sesiones de terapia psicológica por un tipo que en lugar de utilizar métodos conductivistas basaba sus trabajos en indagar y profundizar en los traumas de infancia de sus pacientes. El resultado de esas sesiones ayudó en parte a generar un estado de conciencia en Lennon más intimista que de costumbre. A retroceder a situaciones y figuras de su infancia que le dictaron temas que aquí encontraremos como Mother, Working Class Hero o My Mummy's dead.  Pero encontramos también sonidos nuevos en John. Algunos, como en Look at me, cercanos al Viscontiniano Marc Bolan de Beard of Stars.
Posiblemente God sea el punto álgido de ese mar de fondo a mantra que respiran todas las composiciones. Repetición casi obsesiva de estructuras verbales.

Un trabajo, en definitiva, fruto, como he intentado explicar, de una situación desordenada y confusa, con aire a cosa nueva. Un trabajo arriesgado y valiente, un paso más allá de lo que venían haciendo. En las trayectorias individuales que siguieron los Beatles, John me parece que tomó la más innovadora, la menos complaciente. Me sumo a los que señalan con el índice la falta del increíble potencial melódico de McCartney, pieza de toque que generaba los redondos temas de los fab-four. Las piezas del Lennon setentero son manzanas peladas, trabajos más crudos y menos preparados para su digestión (con honrosas excepciones, alguna de aires navideños).

No me extiendo más, que está quedando largo. Y dejo un tema de los menos conocidos del álbum. Una joyita de apenas dos minutos en un sonido inesperado por de quien viene. Una cosita llamada Hold On.

Cosas buenas a tod@s.


Más diamantes que perros

Hay conjuntos que sólo comenzar a escucharlos y amarlos para siempre es todo uno. Me ocurrió con los Stones y me sigue ocurriendo, por suerte, de tanto en tanto. Me pasó por ejemplo con estos que traigo hoy, de forma mucho más reciente, eso sí, con unos cuantos años más, también, pero es que uno es enamoradizo y estas cosas las eligen otros.

Seré breve, se llaman Diamond Dogs, pertenecen a esa potencia musical (no es coña) que es Suecia, y suenan como si el aire se apartara cuando pasan. Vástagos lejanos de Hellacopters, saben lo que es el rock'n'roll y cómo se fabrica. Tienen la fórmula y la envuelven de puta madre en paquetes dorados que deslumbran cuando se escuchan de cerca.

Un rock'n'roll son tres acordes nada más, y tres minutos bastan para hacerlos infinitos. No encontrareis inventos aquí. Es solo rock'n'roll, pero me gusta.

Cosas buenas a tod@s,




viernes, 22 de junio de 2012

El "leitmotiv" de las galaxias

Recuerdo haber leído en algún sitio que la música clásica del siglo XX era la música que se había compuesto para el cine. Personalmente creo que es desconocer e ignorar mucho que se ha hecho en el siglo XX en términos de música clásica, pero como no soy un experto me callaré hasta tener un conocimiento más concreto.

En cualquier caso el extremo opuesto me parece igualmente ridículo. Minusvalorar las partituras orquestales que han salido de la cabeza de gente como Bernstein (cualquiera de los dos), Nyman, Goldsmith, Morricone, Silvestri, Conti, Steiner... sería, además de una injusticia, una falta de criterio evidente.


Es el caso de quien hablo hoy. Un tipo llamado John Williams que apareció en escena allá en el lejano 32 en Long Island, New York, y al que muchos de los nacidos en la década de los setenta debemos las melodías que acompañaron y acompañarán nuestros sueños hasta el día en que por una razón u otra nos toque dejar deshechas las maletas para que vengan a hacérnoslas otros. La lista de melodías que nos ha dejado no es infinita, pero dan ganas de que lo sea: Tiburón(Jaws), Superman, Indiana Jones en busca del arca perdida (Raiders of the lost ark), E.T. (E.T. the Extra-terrestrial), Parque Jurásico (Jurassic Park), La lista de Schindler (Schindler's list), Harry Potter y la piedra filosofal (Harry Potter Philosopher's Stone), ... o la que hoy nos ocupa. Una sintonía grabada en la mente colectiva del último cuarto del siglo XX, el tema principal de La guerra de las galaxias (Stars Wars).

Cuando estuve leyendo e indagando acerca de ópera hace unas semanas (para escribir esto) me encontré con una figura de esas que toca aprenderse por huevos si se quiere comprender lo que nos rodea. Me refiero a un tipo llamado Wagner, Richard. Parece ser que el tal Wagner revolucionó el concepto musical imperante en el momento con la introducción de ciertos elementos. Uno de ellos el leimotiv. Gracias al leitmotiv las óperas de Wagner incorporaron un hilo que permitía al espectador reconocer un elemento concreto de la trama (fundamentalmente un personaje). Este hilo se concretaba en un fragmento de melodía fácilmente identificable por el espectador, como si de una "firma sonora" se tratase. Una melodía que debiera de aceptar de forma flexible variaciones que permitieran su inclusión en la obra de forma diferente sin perder el sentido original.

Cuentan que en las conversaciones que allá por los setenta se tuvieron Lucas y Williams al respecto de qué cuerpo darle al envoltorio sonoro de Stars Wars, el primero insistía en tender hacia formas clásicas, algo que el espectador encontrase natural y sencillo, algo que le quedara integrado en el conjunto sin que chirriase, pero que fuese un personaje mas de la trama, un hilo de conexión del argumento. Y el Sr Williams solucionó musicalmente el acertijo incorporando unas notas identificables que sirvieran de leitmotiv. Más adelante recurrió al concepto para las bandas sonoras de otros films, pero posiblemente ésta fue la primera ocasión.

Un arranque mítico y un compositor de quitarse el sombrero. Que suenen las fanfarrias, empieza la guerra.

Cosas buenas a tod@s,


miércoles, 20 de junio de 2012

Se me olvidó que te olvidé

Hay canciones que asimilamos y fagocitamos como si estuvieran describiéndonos de forma vergonzosa y pública. Sin reconocer ante nada y ante nadie el hecho. Escondiéndolas en la cajita pequeña que queda al fondo bajo la cama, criando polvo. A veces, más tarde, cuando las teníamos casi olvidadas, aparecen. En un transistor traicionero, por culpa de un maldito DJ que sabe más de la cuenta, en la consulta temerosa de un dentista.

De entre ellas algunas son tan conocidas que no es extraño que se nos planten en mitad del camino, como una señal de tráfico parpadeante que te hace girar sin pretenderlo a un pasado en ocasiones no tan lejano.

Hay una parte de ellas que, para acabar de rematarlo, tienen una factura perfecta, tan limpia que la mano no desliza sobre su superficie. Se queda pegada como si no quisiera dejarla, provocando que se trastabille, que salte, como si la aguja no tuviera valor de recorrer el surco contínuo y devolvernos toda la melodía.


Una de ellas, en mi caso, posiblemente en el tuyo también, es la versión que Bebo Valdés y Diego El Cigala hicieron de el Se me olvidó que te olvidé del disco Lágrimas Negras, aquel invento maravilloso que se le pasó por la cabeza a ese tipo de gusto indiscutible que es Fernando Trueba.

Y por fín un bolero en el blog. En este caso con una letra de una compositora mejicana no demasiado conocida por aquí llamada Lolita de la Colina, escribiente de canciones para intérpretes que van de José Luis Rodríguez "El Puma" a Gloria Lasso.
Y se saca Lolita una letra de esas capaces de combinar lo emotivo con lo convencional y dejarlo explicitado en frases como "se me olvidó que te olvidé, a mí, que nada se me olvida". Un hallazgo.

Esta versión que traigo hoy es diferente a la que se escucha en el álbum. Comienza con un tempo más lento, un Cigala que se recrea más en la entonación y un Bebo gustándose y dejándose un poquito más en esa cosa que tan bien se le da de acariciar las teclas. Cajón y bajo. Poco más para sacar a pasear la cabeza durante casi cuatro minutos completos.

Ingredientes que completan otro himno personal. Y van mil.

Cosas buenas a tod@s.






domingo, 17 de junio de 2012

Supergrupos y supergrupos

He estado esta semana escuchando el primer álbum de Velvet Revolver.
Llegué a él pinchando cosas de aquí y allí durante una Gramola. Sabía lejanamente de la existencia del grupo, complicado ignorarles cuando han metido temas en algunas de las películas de mayor difusión comercial de los últimos diez años, pero nunca me había parado a escucharles e indagar algo sobre ellos.

Resulta que cuando llegan los problemas ineludibles a los Guns'n'Roses, Tres de sus miembros (Slash, Duff McKagan y Matt Sorum) deciden comenzar a tocar por su lado. A ellos se les une el guitarrista Dave Kushner (que venía de Wasted Youth). Comienzan a preparar material y a tocar aquí y allí mientras van buscando un vocalista. Es vox populi el listado de los cantantes que participaron en las audiciones del grupo, hasta que, finalmente, encuentran un punto, tras la disolución de los Stone Temple Pilots, adecuado para la incorporación de Scott Weiland (el que había sido su vocalista).


Y, bueno, pues esta parece ser la receta para montar un supergrupo. Se toma gente de aquí y de allí, miembros reconocidos de bandas archifamosas, se les supone el talento, y se les coloca sobre un escenario a ganar billetes. Obviamente la fórmula, como algunos Madrids de Florentino, no siempre funciona. Juntar lo bueno en espera de que la mezcla lo sea por la calidad de sus componentes no es siempre una fórmula certera. Tenemos ejemplos recientes con Jagger y Reed a la cabeza, aunque no entro en su análisis porque no los he escuchado lo necesario aún.


Efectivamente no siempre funciona la receta, pero, en el caso del Contraband de Velvet Revolver (su primer álbum), creo que el resultado es más que meritorio. Demasiado cocinado para mi gusto, eso sí. Muy adecuado al éxito comercial, la radiodifusión americana y la introducción (lo comenté arriba) en grandes producciones que aireen las melodías a través de las pantallas de medio mundo (bueno, de tres cuartos de mundo). Pero, a mi parecer, funciona. Y no sólo en las descargas rock, también en los medios tiempos. Un buen ejemplo de ello es esta You got no right,


... o el corte con el que cierran el trabajo, una Loving the Alien algo más edulcorada pero con la marca Slash del punteo de guitarra tras la voz.

Pero se trata de un grupo de rock. La energía y las guitarras deben de escapársele por algún lado. Lo hacen? Pues, a mi parecer, lo hacen. No al dente, algo pasadas, pero creo que suficientemente creíbles como para lanzarlas a directo (donde no les he visto). Quizás debería de ilustrarlo con el que fue el single del álbum, el Slither, pero como me gusta la actitud con la que abren, me quedo esta tarde con el Sucker Train Blues. Además, lo de tener un blues en el título siempre marca.

Cosas buenas a tod@s.


sábado, 16 de junio de 2012

Me quedo o me largo?

Cariño, cuéntame,
me quedo o me largo?
Si dices que eres mia
estaré aquí hasta el final de los tiempos
así que dímelo
Me quedo o me largo?

Siempre tomandome el pelo
Eres feliz cuando estoy arrodillado
Un día está bien, al otro todo está negro
así que si quieres que me quite de encima
bien, ven y me lo dices claro
me quedo o me largo?

Me quedo o me largo?
Me quedo o me largo?
Si me largo tendré un problema,
si me quedo será el doble
así que ven y dímelo.

Esta indecisión me está jodiendo,
si no me quieres libérame
quién se supone que soy exactamente
qué ropas son las que me quedan bien?
vamos, dímelo,
me quedo o me largo?




A finales de los 70 la escena punk británica estaba capitaneada por dos bandas entre las que había algo más que razones comerciales para repartirse el pastel. Los Sex Pistols de Rotten y Vicious por un lado, y The Clash, con Jones, Strummer y Simonon por otro.

Si los Pistols fueron el disparo del Do It Yourself de la mano de su productor (un tal McLaren del que hablaremos otro día), los Clash fueron la evolución de aquel germen de idea hacia un sonido más trabajado y unas expectativas más elevadas.

Pero lo de hoy es la canción, no el grupo, así que ya profundizaremos en estos tipos en otro momento.

El tema viene incluído en el primer álbum que escuché con paciencia de los Clash, el Combat Rock. Uno no siempre elige el disco por el que empieza algo, así que yo me metí de cabeza en las melodías de este trabajo sin pararme tampoco a medir y comparar con otros temas de la banda. Allí me encontré con canciones que me gustan mucho, como Inoculated City o Rock The Casbah, pero la que no me esperaba encontrar y me sorprendió fue precisamente este Should I stay or should I go? que tan libremente me he permitido traducir arriba.

Una canción a medio camino entre el rock original y el punk. Con ese Strummer mezclando frases en un castellano ininteligible, traduciendo a duras penas la letra. Tengo especial debilidad por las canciones que comienzan con un riff desnudo, como un "ahora toca esto". Además funcionan de narices en directo para calentar el auditorio. Luego viene, en la segunda vuelta, todo el equipo incorporándose, pandereta incluída. Me gusta porque suena primitiva, desnuda, cruda, con la banda metiendo coros, gritos, chillidos en segundo plano, Mick Jones cantando en un tono que me parece contenido, sereno, chocante respecto al tema en sí.

No es la mejor canción de los Clash, pero es un clásico publicado en el 82 que sabe a haber sido publicado veinticinco años antes, en un arrebato de locura alcoholica de un rockabilly quemado por la indecisión de esa chica que le guiña el ojo y le rechaza a partes iguales. Nos explicaban en clase en la universidad que la más demoledora fuerza mecánica (aunque lenta) era una generosa y cíclica amplitud térmica aplicada sobre un cuerpo. No se puede estar del frío al calor y viceversa todo el día. Hasta los punks se resienten.

Cosas buenas a tod@s.

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Darling you gotta let me know
Should I stay or should I go?
If you say that you are mine
I'll be here 'til the end of time
So you got to let know
Should I stay or should I go?

Always tease tease tease
Siempre - coqetiando y enganyando
You're happy when I'm on my knees
Me arrodilla y estas feliz
One day is fine, next is black
Un dias bien el otro negro
So if you want me off your back
Al rededar en tu espalda
Well come on and let me know
Me tienes que desir
Should I Stay or should I go?
Me debo ir o que darme

Should I stay or should I go now?
Should I stay or should I go now?
If I go there will be trouble
An' if I stay it will be double
So come on and let me know

This indecision's bugging me
Esta undecision me molesta
If you don't want me, set me free
Si no me quieres, librame
Exactly who'm I'm supposed to be
Diga me que tengo ser
Don't you know which clothes even fit me?
¨Saves que robas me querda?
Come on and let me know
Me tienes que desir
Should I cool it or should I blow?
¨Me debo ir o quedarme?

Should I stay or should I go now?
¨Yo me frio o lo sophlo?
If I go there will be trouble
Si me voi - va ver peligro
And if I stay it will be double
Si me quedo es doble
So you gotta let me know
Me tienes que decir
Should I stay or should I go?

jueves, 14 de junio de 2012

HDMNSDSE: Lightships

Hace unos días, leyendo aquí y allí entre diversos blogs me encuentro con la siguiente entrada en ese pedazo de blog del que tanto aprender que se llama rockandrodriland.

En ella se habla con pasión, como siempre se debiera de hablar de una afición, de un cantante con una sensibilidad exquisita llamado Gerard Love. Debiera de sonarnos? No tiene por qué. El bueno de Gerard es la voz de esa mencionada banda llamada Teenage Fun Club y que se lanza en esta ocasión en un proyecto personal bautizado como Lightships.. Un cercano descubrimiento de este pobre mortal que se encuentra de bruces ahora con un trabajo de esos para escuchar a todo volumen en los auriculares tirado sobre la arena de la playa justo a la hora en que el sol se retira, mientras la gente recoge perezosa los bártulos y vuelve a sus casas a lavarse la cabeza bajo el agua dulce de la ducha, saltando de la irrealidad a ese entorno cargado de rutina y control que es siempre una casa donde pisar el suelo con zapatillas y delimitar el espacio con paredes.


No podría, por razones que no vienen al caso, repetir la intensidad del blog mencionado, con lo que no pretendo hoy ir más allá y prefiero relegarme en la escucha, hoy que parece que quiere dejar de llover y anuncia su llegada el verano.

Les sigo la pista a los dos, a Gerard y a TFC. A ver dónde me llevan.

Cosas buenas a tod@s.


domingo, 10 de junio de 2012

El Barbero de Sevilla

Comenté hace unas semanas que estaba introduciendo variaciones en esa disciplina autoimpuesta y algo absurda de dedicar cada semana a la escucha de un álbum original de estudio de algún intérprete. Y una de las cosas que se me vino a la cabeza fue un montón de CDs viejos que tengo arramblados y que otra gente, no yo, fue almacenando en mi casa como pretexto de que acompañaban a tal o cual diario.
Una de esas mini colecciones la forman diez álbumes con fragmentos de diversas óperas. Y, bueno, pues me puse manos a la obra y dediqué esta semana a escuchar el primero de los diez. Una recopilación de nueve fragmentos de ocho diferentes óperas que van de Carmen a La Bohème pasando por L'elisir d'amore o, como me ocupa hoy, El barbero de Sevilla.

Por qué he escogido precisamente esta? Básicamente por que hay un factor que domina esta escucha, no tengo ni idea de ópera. Esto me hace más apetecible y sencilla la escucha de algo ya conocido, metido en algún rincón de la cabeza, que el comenzar de cero sobre material completamente nuevo.

Y, como cada vez que me pongo a escuchar algo durante unos cuantos días, comencé en paralelo a fisgonear por la cosa esta de internet entre textos, artículos, reseñas y demás cacharrería que me pusiera al corriente acerca de lo que oía. Y encontré una cosa curiosa que comentaré luego.

Primero dejadme resumir en dos líneas el argumento de esta ópera: resulta que hay un tipo viejo que tiene una joven doncella como pupila. Se quiere casar con ella y sabe de un joven que la ronda. Tal joven es, en realidad, un noble de España (conde), rico y apuesto, todo un galán, vamos, que la ronda disfrazándose con diversos atuendos para evitar publicar su verdadera identidad. Al lado del viejo avaro hay un profesor de música que le advierte acerca de las intenciones del conde y que, junto a él, intentará por todos los medios evitar un encuentro entre la chica (Rosina) y el susodicho galán (Almaviva). Pero hete aquí que Almaviva tiene un compinche, un antiguo criado ahora conocido barbero en Sevilla (Fígaro) que le ayudará a ir introduciéndose en la casa para encontrarse con Rosina. Como se trata de una opera bufa, todo acaba bien y el chico y la chica se casan y son felices y comen perdices y todo eso.

Y, bueno, entre todo este lío, va sonando una espectacular música compuesta por un sujeto que se llamó Gioacchino Rossinni. Rossinni fue una máquina de hacer óperas. Entre 1810 y 1829 hizo el amigo 39 óperas. Treintaynueve!. Aparte, por supuesto, de producción músical en otros campos. En otras palabras, que me parece que tendremos ocasión de volver a hablar del tipo por este blog más adelante.

En particular El Barbero de Sevilla es una ópera cuyo libretto se construye en base a un texto de un francés que se llamó Pierre-Augustin de Beaumarchais, un dramaturgo francés aparentemente atraído por España. Lo gracioso del asunto, y aquí viene la anécdota que anunciaba anteriormente, es que Rossinni no fue, ni mucho menos, el primer músico que se fijó en el texto del galo para generar una obra músical. De hecho, cuando Rossinni estrenó su Barbero, ya había otro que estaba cosechando el éxito y clamor del público. Esta otra obra era fruto de un compositor llamado Giovanni Paisiello. El caso es que este tal Paisiello parece ser que no era todo lo límpio que se podría esperar y medraba entre el público ante los estrenos de otros autores que pudieran poner en peligro la aclamación de su obra.

Leo que éste fue el caso aquel 20 de febrero de 1816 en el Teatro Argentina de Roma. De todo pasó. Cuentan que desde caídas de actores hasta gatos saltando al escenario, aunque parece ser que lo más relevante fue el espectáculo que se dió a este lado del escenario, entre el público, durante todo el primer acto. Abucheos, silbidos, gritos. Los acólitos de Paisiello se encargaron de boicotear la interpretación hasta el punto de que el mismo Rossinni, que asistía, tuvo que salir de la platea temiendo por acabar recibiendo algo más que palabras.

Sin embargo la historia tiene un final feliz. La ópera de Rossini se organiza en dos actos. Tras el descanso comenzó el segundo acto y los abucheos y pitidos fueron en decremento, perdiendo intensidad, el público comenzó a prestar más atención al desarrollo, a la música, la multitud fue cayendo en la evolución de la trama y la melodía. La última parte de la representación, cuentan, convenció a la mayoría, que rompió en aplausos y vítores al caer el telón. Fue el comienzo de la leyenda de una de las óperas más conocidas del mundo y el fin de la versión de Paisiello como referente musical del texto de Beaumarchais.

Suena la leyenda tan bonita que dudo que fuese verdad filparranda, pero, con las noticias que estamos recibiendo últimamente... no apetece creérsela?

Un poquito de esta obra. La obertura, la misma música que sonó cuando la platea del Teatro Argentina comenzó a silbar, patalear y gritar. Digo yo que, desde el foso, el director de la orquesta, como mínimo, metería un poco la cabeza entre los hombros.

Cosas buenas a tod@s.

sábado, 9 de junio de 2012

Radiografías de andar por casa

La primera vez que escribí sobre este video fui breve. Sólamente decía:

En dos palabras: jo-der.
Cosas buenas a tod@s.


Luego pensé que había que escribir algo acerca de este video. Por el pedazo de realizador que lo dirigió y el pedazo de artista que tenía delante.
Sí. Es Eurovisión. Y sí, es Raphael.
Con Raphael me pasa que la gente no me toma en serio. Parece ser que hay individuas (e individuos) que no se creen que puedas encontrar exquisito el Highway 61, el Houses of The Holy o el Is This It y a la vez pensar de Raphael que es un fuera de serie.

Pero quiero ceñirme al video y a la actuación, y en particular, ya que hablo del video, al realizador que Raphael volvió loco.

Tras el inicio al uso con toma de orquesta, en cuanto empieza a cantar, le cierra en un primer plano que, el de Linares, arranca tan teatral como siempre, con una subida de pestañas marca de la casa. Maniquea, lo acepto. Exagerada, como todo él. Ridícula si no viniese detrás de una entonación y un control que es para fliparlo. Cuando pasa el medio minuto Raphael comienza a moverse (contenido, estoy convencido de que asesorado) y el operario empieza a dudar.

No sé si estaría todo ya pactado, posiblemente este cambio sí porque coincide con la coda, pero empieza la segunda vuelta y abre a plano americano para cazar el brazo derecho subiendo a la altura de la cabeza. Entonces llega el segundo 58 y Raphael abre los brazos en cruz. El operario abre campo porque se sale de cuadro. Ya le tiene comiendo de la mano. Es Eurovisión en el 66. Es directo. Acaba de darse cuenta el realizador de que tiene un problema.

Trae los brazos alante y vuelve a cerrar campo porque le sobra por todos lados.

Empieza el estribillo y Raphael comienza algo que posiblemente estaba pactado, pensando en plano americano. Gesticula en vertical. La mano derecha abierta, el brazo estirado. El operador vuelve a abrir campo y baja el foco. Se da cuenta de la importancia del gesto.

Raphael se trae las manos al pecho y vuelve a cerrarle, seguramente no quiere perderse la cara. Aguanta unos segundos hasta que en el 1:35 Raphael sube la derecha por encima de la cabeza. Demasiado, abre campo pero la sacrifica.

Vuelta a empezar. Seguramente de nuevo pactado. Primer plano y estrofa.

Ahora, ¿habrá aprendido?,  no le sigue cuando abre los brazos en cruz en el 1:52. Aguanta hasta el estribillo para no marear más y deja el campo fijo y cambia de cámara. No más zoom. Le vemos desde la izquierda en americano.  Capta el gesto de la dercha, en puño ahora. Mantiene el plano así le cueste perder algún detalle. Ha aprendido, capta la segunda mitad de forma mucha más relajada.

Sólo cambia de cámara para incorporar, al final, a la orquesta (que no veíamos desde el comienzo) y cerrar con un Raphael a la derecha en un gesto corporal propio del mejor Ray Davies.

Dos cracks ambos, Raphael, comiéndose todo, con un lenguaje corporal enorme, una entonación exquisita, el realizador aprendiendo y metiendo mano en la segunda mitad del tema, dejando de marear al televidente.

Raphael no ganó. No sé quien lo hizo. Está en internet, seguro, pero me es igual. Comportarse así con 23 años en lo que en aquel entonces significaba Eurovisión ya me parece de crack. Y con esa voz y esa entoncación. Si ser punk significa hacer las cosas como sabes pasando de lo que opinen los demás, en España tuvimos un punk antes que McLaren los inventase. Y se llama Raphael.

Cosas buenas a tod@s.

jueves, 7 de junio de 2012

Acerca de uno que no canta

Llevaba unos días con la idea de escribir acerca de Krahe. A raíz del tema este del juicio por una querella que le ha puesto no se qué asociación (podría traer su nombre, pero volver a la hemeroteca sólo para eso se me antoja cansino) de corte, parece ser, conservador y reaccionario. "Católico de más", que llama uno que conozco (mi amigo Jose Luís, que dice el gran Godoy). La querella viene por haber herido la sensibilidad de cierto número de personas durante la emisión en un programa de televisión hace unos años de un video doméstico en el que Krahe intervino de alguna manera (no me queda claro si lo dirigió, lo pergeñó o lo guionó, o las tres a la vez, o ninguna, no lo sé). El video representaba la preparación de una receta donde se cocinaba un Cristo. Un Cristo sí, un crucificado de esos de colgar en la pared. Total, que se le preparaba sobre un lecho de patatas y se le metía en el horno. Tiene gracia que te tienes que preocupar en meterlo en el horno, pero no en sacarle, ya que al tercer día sale sólo. Esto último, como golpe, lo encuentro bastante bien traido.

Total, que me pongo a leer hace días del asunto y, aprovechando la coyuntura, me dejo caer por los comentarios que anónimos interesados van colocando al pie de la noticia. Como me dediqué a leer diarios digitales de varias tendencias, tuve la oportunidad de tener un poquito de todo.


Con el video se puede estar de acuerdo o no (nunca discuto los gustos). Puede herir o no (no discuto las sensibilidades). Pero lo que si discuto es la vagancia. La perrera. La falta de auto exigencia de algunos individuos que retozan en el lodo sonrientes tirando las piedras con los ojos vendados y volviendo a enterrar las manos en el barro después. Me estoy refiriendo a aquellos que aseguran que Javier Krahe "tiene de artista lo que yo de no-se-que", o que "un pico y una pala habria que darle a muchos de estos que viven de lo que todos sudamos", y, bueno, no sigo, ya conocéis los lugares comunes y los tópicos que pueden sucederse. Hasta el infinito no, porque la gente de tópicos es vaga y acaba pronto. Pero, claro, son muchos y al menos para un rato de lectura da. Rato con la décima parte del cual, muchos de estos conocerían de quién están hablando.

No siento la necesidad de articular un discurso en el que demostrar el conocimiento que acompaña a Krahe ni sus aportaciones al imaginario y a la cultura popular de este país. Por eso me centraré en el Krahe personal que tengo en las cintas y los cedeses de la estantería.

Y empezaré por la primera crítica que escuché de él. Me la hizo una buena amiga a la mañana siguiente de grabarle una cinta del bardo. Nos encontramos y le pregunté. Su respuesta me dejó parado y explico el por qué. Me dijo: "No sé, no canta". La sorpresa no me vino por el sentido de la frase en sí, creo recordar haber pensado algo parecido a "Pues claro que no. Krahe no canta. Has escuchado las letras?". Nunca me había parado a pensar, hasta ese día en que mi amiga señaló la razón con un puntiagudo y maleducado dedo, que Javier Krahe lo que hacía en los discos eran canciones. Nunca las tomé por tales. Creo que aún hoy me costaría entenderlas así. Tampoco sé exactamente que son. No me dejaré caer en la cursilería de llamarles poemas porque no me lo parecen. Son unas declamaciones con música de fondo (usualmente con unos arreglos alucinantes). Y con eso de "declamaciones" suelto un improperio y me quedo tan a gusto.

Krahe abre en sus temas un agujero por el que mirar una realidad paralela desquiciadamente cercana al que observa. La manipula, la manosea, la viste y la desviste con la facilidad que hoy día aplicas filtros de color a una foto digital en la pantalla de tu ordenador. Te canta de lo incantable y de lo que ha sido cantado mil veces. Barnizando de vanal un mensaje profundo que aparece en segundas lecturas. Acaparando el legado cultural de lo vivido y haciendo con ello collages (la he buscado en el RAE) donde se encuentran un marinero suizo, los atados huevos de San Cucufato, un maltratador abandonado o una diosa despampanante de pueblo.

Como a Krahe no se le puede bailar fácilmente, nos queda siempre seguirle agotados mentalmente en la, a menudo, larga dialéctica de sus temas. Dejando sin miedo que intente rompernos los esquemas. Ayudándole a veces a conseguirlo. Aprovechando que, de tanto en tanto, se puede hacer con una canción algo más que pasar tres minutos y veinte segundos de evasión. El sabio griego lo tenía claro: aunque duela, hay que reirse de todo.

Ojalá no se exilie a Francia. Ellos ya disfrutaron a Brassens.

Cosas buenas a tod@s.



domingo, 3 de junio de 2012

Los Sultanes del Swing

Sientes un escalofrío en la oscuridad,
llueve en el parque, pero mientras tanto
al sur del río, te paras y detienes todo,
una banda está tocando Dixie con un tiempo de cuatro doble
te sientes mejor cuando escuchas la música sonar.

Entonces te cuelas dentro, aunque no ves muchas caras
escapando de la lluvia entras a escuchar el jazz,
alejado de la competencia que hay en otros lugares,
aquí sólo los metales que soplan ese sonido,
hacia el sur, hacia el sur de Londres.

Te fijas en Guitar George, se conoce todos los acordes,
pero el sólamente lleva el ritmo, no quiere chillar ni cantar,
dicen de él que sólo se puede permitir tocar su vieja guitarra
cuando aparece bajo los focos para tocar su tema.

Pero a Harry no le importa no ser el protagonista,
tiene un trabajo durante el día, lo está haciendo bien,
puede tocar el Honky Tonk como nadie,
se lo guarda todo para el viernes por la noche
con los Sultanes, con los Sultanes del Swing.

Y una multitud de chavales la están liando en el rincón
borrachos y maqueados en sus  pantalones marrones y sus zapatos de plataforma.
Les importa un carajo si hay una banda soplando sus trompetas,
no es lo que ellos llaman rock'n'roll,
y Los Sultanes, sí, Los Sultanes tocan Creole.

Creole chica

Y entonces ese tipo se acerca al micrófono
y dice justo cuando va a sonar el timbre que marca el final
"Buenas noches, hora de volver a casa"
y se apresura a soltar una cosa más
"Somos los Sultanes... somos Los Sultanes del Swing"



 Me encanta esta canción. No sólo por su preciosa melodía y su impacto en el ADN de toda una generación, sino también por el concepto que explica la letra.
El de un grupo mediocre tocando en un bar de pueblo, dándolo todo, esperando su velada después de llevar toda la semana trabajando, escapándose a ensayar a deshoras, poniendo la ilusión y el empeño, las ganas en ello. Y comprobar como la gente del bar está a la suya, sin percatarse siquiera de su presencia. Bebiendo sus cervezas, aumentando el volumen de sus conversaciones, igual que si estuviesen escuchando una radio pinchada de fondo. Con sus ropas de fin de semana y sus bromas y escarceos.
Y, sobre el pequeño escenario, la banda, entregada. Ese guitarrista que, tras ensayar en casa cada tema, pensaba que le salía mejor, fantaseaba, mientras repetía por enésima vez el riff, con los ojos de un chaval clavados en sus trastes, en el juego de sus dedos, con la mirada atenta de unas chicas junto a la pared, susurrándose algo al oído. Y obervando sin embargo desde la tarima un público distraido y desentendido.



La realidad de muchas bandas que nos alegran y nos han amenizado muchas noches. Golpes de realidad contra la acolchada superficie de la ilusión. El camino de piedras de los inicios para una minoría, del resto de su vida para todos aquellos que llevan la música jodidamente metida en las venas y no alcanzaron el éxito.


Mil disculpas a todos ellos. Yo fui una vez uno de esos chavales que no les prestaba atención.


Cosas buenas a tod@s.


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You get a shiver in the dark
It's a rainin' in the park, but meantime
South of the river you stop and you hold everything
A band is blowin' Dixie double four time
You feel alright when you hear the music ring...

And now you step inside but you don't see too many faces
Comin' in out of the rain to hear the jazz go down
Competition in other places...
Oh but the horns they blowin' that sound
Way on down south, way on down south London town

You check out Guitar George, he knows all the chords
But he's strictly rhythm he doesn't wanna make it cry or sing
They've said an old guitar is all he can afford
When he gets up under the lights to play his thing

And Harry doesn't mind, if he doesn't make the scene
He's got a daytime job, he's doin' alright
He can play the honky tonk like anything
Savin' it up, Friday night...
With the Sultans... with the Sultans of Swing

And a crowd of young boys they're fooling around in the corner
Drunk and dressed in their best brown baggies and their platform soles
They don't give a damn 'bout any trumpet playing band
It ain't what they call rock and roll
And the Sultans... yeah the Sultans, they play Creole

Creole baby

Uh huh

And then the man he steps right up to the microphone
And says at last just as the time bell rings
'Goodnight, now it's time to go home'
And he makes it fast with one more thing
'We are the Sultans... We are the Sultans of Swing'

HDMNSDSE: Mujeres

Aparecieron en el Ruta del mes pasado y fue el primer acercamiento que tuve a ellos. Me los cruzo esta mañana en el Mondosonoro. La razón de ambos "tropiezos"? la publicación de su segundo largo, Soft Gems. La banda? Mujeres.
Se trata, no se confundan, de cuatro chavales de Barcelona (Pol, Martí, Yago y Martín) dispuestos a hacerte mover los pies y mantener vivo el espíritu de la música en directo desde 2008 (enésimo lugar al que llego con retraso). En sus propias palabras: Somos 4 tipos con instrumentos. Hacemos música vieja con zapatos nuevos. 


Un recomendable ejercicio de vuelta a fuentes no por conocidas menos disfrutables. Giran por todos lados, desde garitos infectos a Primavera Soundes, a ver si con suerte me los cruzo este verano.


Sus dos trabajos pueden encontrarse en Spotify en los enlaces que dejo justo aquí abajo (basta con pinchar en la foto).


Y un pequeño adelanto aquí, píldora para aquellos que tenemos un ojo en la pantalla y otro en esas personas de 70cm que nunca paran quietas.
Cosas buenas a tod@s.


sábado, 2 de junio de 2012

Del montón... de los buenos.

Soy consciente de que la música de cantautor o te gusta o te disgusta, pero rara vez deja indiferente. Como en el resto de cosas de la vida, la segunda sensación viene, en ocasiones, empujada por el desconocimiento, la falta de interés y, por tanto, el descanso en el cliché fácil y el tópico. Que si por "rojo", que si por esa acepción del nuevo milenio de "perro-flauta", que si por "vago", o, como se prestaba más en los 90, que si por "trasnochado" y "pasado de moda", razones todas que nada tienen que ver con la música sino, en último grado, con el individuo mismo. Pero bueno, si no me gusta el árbol, no me como la fruta.

En los años 70 y 80, por "debajo" de los Serrat, Sabina y Aute, había una capa rica y profusa de cantautores en absoluto desconocidos, aunque sí lejos del éxito comercial y la introducción social de los primeros (a menos a nivel estatal). Hablamos de los Labordeta, Ruibal, Ibañez, Llach, ... y, entre ellos, Camacho, Hilario.

Hilario Camacho antepuso la música al hombre y se dejó escuchar en todas las televisiones de España con sus sintonías televisivas, esas que nadie leemos quien compuso. Desde Tristeza de Amor hasta, no es broma, David el Gnomo.

Cantautor de extrema sensibilidad, impuso en sus composiciones un tempo sostenido, alargado, algo parecido a lo que Jordan conseguía manteniéndose en suspenso en su vuelo espectacular a la canasta. Imprimiendo atmósferas en neblina, de fotos con el sepia del paso del tiempo inscrito, generó algunas de las melodías imperecederas en el imaginario de finales del siglo pasado.

Rara vez salía Hilario de esa fabulación de derrotados del amor y añoradores de los tiempos pasados, de soñadores despiertos e incomprendidos. No es común verle aumentar el ritmo para dibujar trazos gruesos y definidos, como en los comics. Su universo se pliega a la tarde, a la noche, a las calles pobladas que encierran el anonimato y la soledad del individuo.

Por eso el tema que traigo hoy es doblemente interesante. Por una lado puede que algún consumidor ocasional no haya llegado hasta él aún, por otro se presenta como una rara avis dentro de la composición del madrileño, habitual, por diferente, en sus recopilaciones. Se llama Madrid Amanece, y es una canción que cumple con el decálogo completo del tema de cantautor urbano de la primera democracia. Amanecer de una nueva etapa, expectación y lírica de lo cotidiano. El regalo estimado envuelto en papel de estraza. Una canción de las cinco de la mañana. En mi caso, otro himno.
Dos versiones, la original de los 80 y la versión acústica que publicó más tarde, quizás, esta última, más cercana a los cánones actuales.

Cosas buenas a tod@s.



viernes, 1 de junio de 2012

Números malditos

Hace tres semanas que no comento el disco que escucho. Hay razones para ello. A los Sonic Youth los traeré cuando escuche ese segundo trabajo que tengo en cola. A Nada Surf... no sé, creo que me faltó escucharlos cuando era más joven. No tengo nada en contra, pero no puedo decir que me acabaran de llegar.
Pero hoy vuelvo porque esta semana sí. Esta semana me han llegado en estereo, con toda la descarga del maravilloso rock pasado de moda que significa la segunda etapa de los Iron Maiden. La que va desde que Bruce Dickinson se hizo con el micro hasta que comenzaron a cambiar el estilo para comenzar a introducir sintetizadores o teclados. Y lo he hecho con una joya que se llama The number of the Beast. Hablemos.

The Number Of The Beast fue el tercer álbum de los británicos. Como decía, el primero de Dickinson tras la marcha de Paul Di'Anno de la formación. Corría 1982 y Iron Maiden encontraban una formación cañera y estable con la que alzarse a lo más alto de la escalera del rock (número 1 en Inglaterra y platino en USA). Una formación que completaban Steve Harris (bajo y coros y, básicamente, la persona que creó Iron Maiden), Dave Murray (guitarra), Adrian Smith (guitarra) y Clive Burr (batería).

Pero datos aparte (no es nunca el objeto de este blog), tengo que reconocer mi ignorancia enorme respecto de éstos. Por alguna razón, que está directamente relacionada con la gente de la que recogí las referencias del rock en mi pre-adolescencia, los Iron Maiden no tenían cabida en mi colección de cintas. Ni en las piratas. Escuchaba a los Judas Priest, Whitesnake, Deep Purple, pero nunca tuve una cinta en mi colección de los amigos de Eddie. Por esto tenía también especial interés en el acercamiento tranquilo de un álbum entero (tengo otro en la recámara para dentro de un tiempo).

Y su escucha? desde el primer minuto parecía que los había estado escuchando toda la vida. No sólo porque temas como Run To The Hills o The Number Of The Beast son universales y nada tienen que ver con ser seguidor o no de los Maiden, sino porque el oído se hace a sonidos cuando los escucha de forma repetitiva y los reconoce a posteriori como somos capaces de evocar un lugar o una persona por un olor. Ese ha sido exactamente el caso. Una primera necesidad de recuperar canciones de los 80, las viejas cintas que no sé donde pararán a estas alturas, pero que podría describir a la perfección bajo juramento. Un recuerdo del walkman y del darles la vuelta una vez y otra, recogiendo el punto de lirismo exacerbado de esos cantantes que simbolizaron la nueva ola del heavy británico, con sus melenas al viento y sus melodías cristalinas, nada que ver con la menos depurada versión rock de sus padres artísticos (Deep Purple, Black Sabbath, Led Zeppelin). Unas producciones más trabajadas, que les hacen ahora parecer algo anticuadas, pero, que demonios!, eran los años ochenta, ni el heavy se salvaba. Y hablando de producciones, un señor aqui al que darle parte importante del invento Dama-de-Hierro: Martin Birch.

Y bueno, no escribo más, que quiero escucharlos una vez más hoy. Hay temas mejores y peores, no me parece que la calidad sea uniforme, pero ya que no se trata del género más extendido del mundo (aunque no es nada minoritario), tres cucharadas de rock para que todos los oídos del mundo se quiten las camisetas, practiquen la air-guitar con fruición y espabilen las melenas. Larga vida al Rock'n'Roll.

Cosas buenas a tod@s.