miércoles, 18 de julio de 2012

El efecto sumidero

Contaba el protagonista del post de hoy, que su música no existiría sin Iggy Pop y Lou Reed. Como avales de una trayectoria y puntos de partida no suenan nada mal.
Se llama John Spencer y tuvo una vida anterior a la que nos ocupa en ese grupo bebedor de tendencias (punk vanguardista le llama Robert Dimery) que se llamó Pussy Galore, como el personaje de la peli de Bond.

En el 91 las cosas devinieron en un combo mil-leches como pocos, una cosa llamada John Spencer Blues Explosion, power trio formado por el susodicho, Judah Bauer y Russell Simins. Y la caja de las esencias se abrió para jugar al efecto sumidero con todo lo que se introducía en un radio audible. No digo yo que no haya blues en medio de todo esto, pero que nadie se suba a este monte a respirar el aire puro y descontaminado del delta del Mississippi (son ganas de doblar consonantes).

Me he encontrado, como mínimo, dos discos dentro de este disco. Y los dos muy interesantes.
Uno mas sucio, con una digestión más lenta para alguien con un oído más melódico que rítmico (como es el caso), pero con un acabado espectacular. Soy de los que cree que la cultura ayuda a disfrutar más y de una forma más compleja cualquier cosa, pero que, en paralelo, la calidad de un producto tiene una fuerza tal que se salta la ignorancia del beneficiario y le regala algo que le agrada más allá de que lo entienda en mayor, menor, o ninguna medida. Canciones dentro de esta parte serían Talk about the Blues o Lovin' Machine. Temas que mezclan loops y recuerdos de influencias de la gran manzana del tamaño de los Beastie Boys.

El otro disco dentro del disco es más rock'n'roll. Más guitarra. Más Verlain y Lloyd en Magical Colors, un tema enorme que me ha traido sonidos agradecidos y buscados. La radiable High Gear, festivalera y veraniega como pocas. Podían ponerse estos temas de moda, ser la canción del verano, y tenernos a todos pegados a los transistores. O no, o mejor que se queden las cosas como están.

En total, un grupo bienvenido a la reserva espiritual de mi occidente, en sus dos caras, como aquel villano que, en los comics de Batman, jugaba al azar tirando una moneda al aire para juzgar la suerte de sus enemigos. Con todas sus influencias. Dos ejemplos, uno de cada lado.

Cosas buenas a tod@s.





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