domingo, 25 de noviembre de 2012

Columpios adultos

La primera vez que me hablaron de El Columpio Asesino íbamos dos parejas en un Peugeot por el delta del Ebro camino de disfrutar un arroz exquisito. Me lo pusieron en el equipo del coche y lo escuché. No sentí nada en especial. Me los presentaron como un grupo bastante cachondo en su puesta en escena, imaginativo, lo suficientemente diferente como para destacarse en medio de la infinita propuesta que tenemos hoy día.

Como el criterio de mis amigos está ganado los anoté mentalmente y proseguí mis caminatas musicales por los derroteros que tenía en mente con anterioridad a este capítulo. Digamos que me centré en el arroz y el vino blanco que sirvieron, un blanco con un nombre tan al pelo como Silencis, de Raventós i Blanc. Os lo recomiendo.

Bastante después, de hecho no hace demasiado, me volví a cruzar de forma fortuita con los navarros al escuchar en un podcast Toro, justo el tema que traigo hoy al blog. Más inmediatos que lo que oí en el coche de mis amigos tiempo atrás, se me aparecían unos Columpio con un sonido agradable y enigmático que me traía a la mente cosas odídas en terreno nacional veinti y pico años atrás.



Por dibujar un retrato de un solo trazo diré que El Columpio Asesino tiene su base y su alma en los hermanos Arizaleta (Albaro y Raúl), que encuentran sus orígenes en la escena punk local siguiendo los dictados de papá Rotten y el legado británico de los 70, y que, como muchos que tomaron el punk como punto de partida, supieron evolucionar del simplicismo (mágico) DIY hacia sonidos nuevos, no renunciando a incorporaciones electrónicas, brass o a elementos locales.

Ahora los escucho de tanto en tanto, en esas sesiones auriculares en ristre y entregando horas a cualquier canal capaz de proporcionarme mi dosis diaria de notas (desde YouTube hasta Yes.fm pasando por Spotify o cualquiera de los cientos de MySpace disponibles). Los quiero traer a la escucha semanal, pero no será en un futuro próximo, tengo mucha cosa ya en el buffer y sólo unas 50 semanas al año. En cualquier caso me llaman la atención y creo que tienen algo que les diferencia. Sigo avanzando casillas en su dirección.

El corte de hoy pertenece al que es su último trabajo por el momento. Una cosa llamada Diamantes que se publicó en 2011 en Mushroom Pillow toda vez la continuidad de Astro, su sello original, no acabó de quedar clara. La voz femenina la pone Cristina Martínez. Pero no ahondo más, si nos llega el momento lo traeremos a la escucha semanal.

No hace mucho hablábamos de sexo oscuro con Gabinete Caligari, otra pequeña muestra aquí. Se titula Toro. Ójala os guste.

Cosas buenas a tod@s.


sábado, 24 de noviembre de 2012

Iconos


 Este falsario tiembla enfrentándose a hablar de un icono del rock de pura cepa como es el Highway to Hell de los AC/DC. Una vez eliminadas las más mínimas intenciones de hacer de esta entrada una recopilación de datos o una inocente introducción al producto, me queda la parte emotiva y la sensorial.


Ya traje el tema que abre el disco en ese intento ímprobo (por malvado, que no por esforzado) de bucear dentro de lo que nos cuentan las canciones. En la etiqueta de lyrics aparece rápido. Hoy me traigo la galleta completa, a fin de cuentas la banda sonora particular de mis horas de carretera semanal durante esta semana.

Me enseñaron que la historia de AC/DC tenía un antiguo y un nuevo testamento. El primero con Bon Scott haciendo las veces de maestro de ceremonias. El segundo con Brian Johnson a cargo de la voz cantante. Ambos dos con los hermanos Young (Angus y Malcom) como retorcida y consistente médula espinal del combo. Este trabajo del que hablo hoy es el final de la primera parte. El último que grabaría Scott sin poder predecir el pronto final que le esperaba víctima de excesos con el alcohol.

Me decía el otro día alguien con quien tengo la mayor de las confianzas que hacía mal comenzando por este trabajo mi ingreso de los australianos dentro de esas escuchas monotemáticas semanales. Por tratarse del más totémico de sus trabajos. Pensaba esta persona que una escucha más racional habría comenzado por trabajos anteriores, y que esto me hubiera permitido ir reconociendo una evolución dentro de las primeras producciones y el salto quantitativo producido en esta. Salto que llevó a los controles a un personaje ya conocido en el blog: Mutt Lunge (Robert John Lunge en la pila).
No es por llevar la contraria; realmente no planeo estas cosas y me dejo entrar en cada grupo según la casualidad y el azar me dictan. Este era el disco que tenía más a mano y empecé por él. En este caso empiezo por el icono e iré bajando hacia trabajos quizás menos reconocidos (si el tiempo y las ganas lo permiten). No es la primera vez que actúo así y los resultados, en mi experiencia, no han sido mejores ni peores que cuando he racionalizado cronológicamente el encuentro, comenzando por el primer disco e intentando avanzar en sentido temporal.

Pero poco puedo añadir fuera aparte (que dice, o decía en tiempos, Herrera) que me gusta como comer con los dedos. Me da cierta pereza traer el manido debate de por qué etiquetan en ocasiones a esta banda como metal cuando es puro y duro rock'n'roll. Así que no abro esa caja. Diré que aparte del archiconocido corte, disparos certeros como Girls Got Rhythm o If you want blood (you've got it) son para encabezar por sí solos cualquier trabajo. Sin olvidarme de Shot Down in Flames o ese final distintivo que es Night Prowler (con leyenda negra incluída que quizás traigamos en otra ocasión).
Quizás podría, pensando con malicia intencionadamente, que una descripción capciosa del trabajo podría ser "Highway to Hell, ocho variaciones sobre el mismo y Night Prowler". Pensé, durante la escucha, que un oyente ajeno o desentrenado encontraría demasiada homogeneidad en los nueve primeros temas del disco. La personalidad de la voz de Scott y las guitarras Young comiéndose todo, sobrevolando por encima de la personalidad de cada corte hasta transformarla en un nubloso entramado que queda en segundo plano. Pero me temo que es un ejercicio de simulación empática y onanismo mental. Mejor lo dejo.

Es sábado, para Moris el día del rock por excelencia. Tener el Highway to Hell como banda sonora no me parece de los peores planes que me podrían proponer.

Cosas buenas a tod@s.


viernes, 23 de noviembre de 2012

Mejor solo que mal acompañado

Tengo un caso curioso con un tipo que se llama Jakob Dylan. Seguramente el lector sabe de sobra de quién hablo, pero peco de simple y me gusta, si antes no lo he mencionado en el blog, no dar nada por supuesto y explicarlo.

Este señor Dylan tiene mucho que ver con el "otro" señor Dylan, perdón, con "EL" señor Dylan por excelencia, Mr Bob. Es hijo suyo.

He leído algunas disertaciones acerca de qué necesidad tenía Jakub de utilizar el apellido postizo de su progenitor. Que utilizase el natural hubiera sido algo, cuanto menos, irreprochable. Recurrir al artístico desprende cierto tufillo de oportunismo comercial. Por alguna razón absolutamente infundada y falaz creo que no es el caso. No puedo aportar ni un solo argumento racional, pero me da que va más en la línea del reconocimiento y el homenaje que en la del rédito económico. No creo que al joven Jakub le hayan faltado nunca por la mañana los copos de maiz azucarados nadando en el bol de leche.

El problema musical viene cuando cae en mis manos un disco de un grupo llamado The Wallflowers. Es mi primer encuentro con él. No diré que decepcionante. Sería poco decir. Ha sido de los discos que más frío me han dejado en los últimos cinco o seis años. Hasta tal punto llegó que me deshice de él. No lo quería ni ocupando espacio en mis estanterías ni bytes en mis Ipods. Los tópicos existen porque hay momentos en que encajan a la perfección. Este era uno de ellos.
Como la rectitud moral es algo muy castellano y yo sólo tengo un 33% de castellano, me dejé caer en las frases más perversas hacia la figura de la descendencia del bardo.

Pero bueno, hasta San Pablo cayó del caballo. Yo me caí de bruces y abrí un surco con las paletas sobre la tierra. El empujón me lo dió un disco llamado Seeing things  (como la canción de los Cuervos)


Y vi la luz.

Olvídense de Wallflowers y puñetas y escuchen este trabajo. Olvídense del apellido y de la persona y déjense embaucar por este puñado de preciosas canciones. Uno mira sin querer los créditos y, oh no!, otra vez!, uno de nuestros barbudos favoritos a los mandos, it's Rick Rubin again.

Me gustan todas, de principio a fin, pero no es éste un post de disco sino de personaje.

Si no lo conocéis buscadlo, si lo tenéis rescatadlo, o dadle una primera escucha en Spotify aquí si sois de los que, como servidor hizo, mantenéis vuestras dudas respecto a lo que puede dar de si "el hijo de".

La pregunta es necesaria, después de esto, por qué vuelve a grabar con los Wallflowers? Este falsario no lo comprende. Espero que, al menos, mantenga los dos proyectos en paralelo. La prueba es un segundo trabajo, Women + Country, pero ese lo tengo aún en la recámara.

Cosas buenas a tod@s.


domingo, 18 de noviembre de 2012

Versión de lujo

Todo el mundo me está hablando
No oigo una palabra de lo que están diciendo
Sólo los ecos de mi mente
La gente para y mira
No puedo ver sus caras
Sólo las sombras de sus ojos

Me voy donde el sol sigue brillando
A través de la lluvia torrencial
Yendo donde el clima se adapta a mi ropa
Dándole la espalda a los vientos del noreste
Navegando en la brisa de verano
Y saltando sobre el océano como una piedra
Me voy donde el sol sigue brillando
A través de la lluvia torrencial
Yendo donde el clima se adapta a mi ropa
Dándole la espalda a los vientos del noreste
Navegando en la brisa de verano
Y saltando sobre el océano como una piedra

Todo el mundo me está hablando
No oigo una palabra de lo que están diciendo
Sólo los ecos de mi mente
No permitiré que dejes mi amor atrás
No, no permitiré que dejes
No permitiré que dejes mi amor atrás


Hubo un tiempo (hablo de hace más de 20 años) en que tuve la osadía de pensar que esta era una de las dos mejores canciones que se habían escrito jamás. La otra era el Like a Rolling Stone de Dylan.
Con esto quiero decir que sentimentalmente me une mucho a esta canción. 
La escuché por primera vez en una furtiva visión pre-adolescente de Cowboy de medianoche (Midnight cowboy, John Schlesinger, United Artist, 1969) lo que imagino la confirió de la visión subjetiva de lo prohibido.

El tema se llama Everybody's talking y esta versión (la de la peli) la interpreta Harry Nilsson. Sin embargo el tema no es suyo, lo había compuesto tres años antes Fred Neil, un cantautor folk americano que pasó la mayor parte del tiempo escribiendo canciones para otros, una parte importante de ellas en lo que fue el Brill Building de Nueva York (no se me puede escapar hablar del Brill Building un día).
Este tema no estuvo pensado para que lo interpretara Nilsson, de hecho salió publicado en un trabajo del propio Fred, pero la versión de Nilsson para la película lo catapultó al conocimiento masivo.

Una peli meritoria y una versión a la altura.

Cosas buenas a tod@s.

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Everybody's talkin' at me
I don't hear a word their sayin'
Only the echos of my mind
People stop and stare
I can't see their faces
Only the shadows of their eyes

I'm goin' where the sun keeps shinin'
Through the pourin' rain
Goin where the weather suits my clothes
Bankin off of the northeast winds
Sailin on summer breeze
And skippin over the ocean like a stone
I'm goin' where the sun keeps shinin'
Through the pourin' rain
Goin where the weather suits my clothes
Bankin off of the northeast winds
Sailin on summer breeze
And skippin over the ocean like a stone

Everybody's talkin' at me
Can't hear a word their sayin'
Only the echos of my mind
I won't let you leave my love behind
No i won't let you leave
I won't let you leave my love behind

sábado, 17 de noviembre de 2012

Cazalla connection

Creo que aquí no lo he contado aún, así que a costa de que algunos lo den por sabido, ahí voy con el esbozo del atlas musical flamenco de mi infancia.
Crecí enfrentado a él, pero rodeado del mismo. Mi abuelo, mi padre y mi madre defendían sus raíces y su altura. Iban a festivales de tanto en tanto y cubrían estanterías con vinilos y casetes (nunca fueron, aún hoy, del CD).
Y entre mis progenitores existía una rivalidad amistosa pero punzante entre dos figuras claves del quejío: Antonio Fernández Fosforito por parte de padre y Jose Menese por parte de madre.

Tomando como excusa que esta semana he estado escuchando un trabajo del segundo me lo agarro al vuelo y me lo traigo al blog como quien no quiere la cosa. Y pensando si hablar del disco o hablar del hombre, he llegado a la conclusión de que me apetece más mencionar una conexión de conocimiento inexcusable para comprender la obra del de La Puebla de Cazalla. Una línea punteada que va de Menese a Francisco Moreno Galván, cazallero también, pintor, poeta, escritor, artista en cualquier caso. Comenta Antonio Burgos que sin Menese de por medio nadie hablaría de Moreno Galván a estas alturas. Posiblemente sin sus letras, el cante de Menese no hubiera tenido el punto de diferenciación que obtuvo, el marchamos que lo elevó y lo caracterizó sobre sus contemporáneos.


Un día estuvimos comentando aquí el tema de "las llaves", y salió allí un nombre que, para la cosa esta del flamenco, es como mencionar a Lennon en el pop, a Elvis en el rock o a los Beastie Boys en el hip-hop: Don Antonio Mairena, con el "Don" y todo por delante. Don Antonio fue mucho Don Antonio.
A Mairena se le tiene, hablo de forma general, disculpen el atrevimiento, como el gran padre benefactor y protector del flamenco puro moderno. El que lo rescató y lo encauzó después de aquel tiempo de sombras y luces que fue la ópera flamenca. No es hoy el dia de Mairena ni el mairenismo en el blog, de forma que no profundizaremos, pero sí diremos que fue con su visto bueno que Jose Menese fue entendido como un seguidor de su estela y un baluarte del flamenco puro, del cante jondo con estudio y conocimiento. Espaldarazo concretado en la presentación que le hizo en su actuación del cine Carretería de Osuna allá por el 59.

Su melismática, la de Menese, queda sobradamente probada, y lo digo en sentido absolutamente positivo. Pero insisto, no era sólo el cómo lo decía, sino lo que decía en sí mismo. Aquí entran las letras de Moreno Galván.

Jose Menese tenía un color político cercano al trabajador, al jornalero del campo que conoció. Era un hombre de izquierdas, como Moreno Galván, y éste vió en él el vehículo perfecto para su verbo. Introdujo el flamenco en la categoría de canción protesta y lo llevó, en la etapa final del franquismo, hasta los grandes escenarios de la europa moderna, el Olympia de París como cabecera.
Esto le introdujo entre la militancia antifranquista moderada, especialmente la arraigada en los burguesitos (no se me molesten, por Dios) andaluces universitarios que pasaban sus noches de vino y cigarrillos en el Madrid de los pantalones de pata de elefante y las cazadoras de pana.
En uno de los varios libros publicados con sus letras (Letras Flamencas, de Barataria, 2011) puede leerse esta declaración explícita sobre el entendiemiento que, sobre el flamenco, encierra el cazallero:

«El flamenco es el medio más fácil y a la vez más profundo para llegar al pueblo. Es el sistema más eficaz para calar en el corazón del hombre. En ningún otro arte se puede llegar a plasmar la realidad y crudeza de la vida como en el flamenco. Es ternura y coraje, desesperación y esperanza; florecer, vivir y morir al mismo tiempo. Es la manera más hermosa de denunciar, de protestar. Por eso el flamenco es sobre todo rabia; no se puede cantar bien si no se hace con rabia.»

No solo cantó Menese a Moreno Galván, pero ese lazo que los une y los diferencia merece ser señalado, por si se nos cruza en el camino, y así leer entre líneas lo que nos cuentan y, qué duda cabe, el cómo lo hacen.
Un palo sin acompañamiento de guitarra. Un cante de fragua. Un martinete. La letra, insisto, de fortuita nada.

Cosas buenas a tod@s.



viernes, 16 de noviembre de 2012

... y nació el "rock torero"

O al menos así le dió a Umbral por llamarlo.

Corría el año 1982 y el sello Tic Tac decidió editar un mini álbum recogiendo cuatro cortes de dos grupos punteros, gamberros e imaginativos del momento. Uno de esos grupos era Parálisis Permanente, el otro, el del rock torero, se llamaba Gabinete Caligari.

Y Gabinete lo formaban tres de los rockeros más emblemáticos que dió la época dorada del rock ibérico de finales del siglo XX, a saber: Jaime Urrutia (voz, guitarra), Ferni Presas (bajo) y Edi Clavo (batería).

No es el post de hablar de Gabinete. Es el post de hablar de ese primer trabajo que se editó de ellos, aquella cosa extraña junto a Parálisis en la que cada grupo colocó dos temas. En concreto de su tercer corte. Los Parálisis de Eduardo Benavente aportaron con Autosuficiencia y Tengo un pasajero, y los Gabinete con el tema que traigo hoy, Golpes, y con Sombras negras.

A estas alturas de la película me cuesta creer que alguien de más de 35 no haya escuchado Golpes por lo menos dos o tres veces en su vida, pero todo es posible. Una canción rompedora que ahora costaría seguramente sacar adelante, pero que en su tiempo se incluye dentro de una ola de libertad creativa y de iconoclasia radical. De las dos grandes temáticas caligarianas de los comienzos (sado y fetichismo castizo), Golpes se enmarca claramente en la primera. Provocación como vehículo.

De este álbum se editaron tan sólo mil copias. Se acabaron en un abrir y cerrar de ojos. Eso hizo que uno de los que sería sello emblema en su carrera, Tres Cipreses, decidiera re-editarlo. Por alguna razón que desconozco no repitieron la portada y acabó saliendo una fotografía diferente. En ambas dos figuras encontradas, dos especie de saleros-robot en la primera (o eso me ha parecido siempre a mi) y dos freakis de circo en la segunda. De glorioso blanco y negro ambas.

Imagen Imagen


Me gusta mucho el sonido de la guitarra en esta canción, así como lo delante que va el bajo. Se escucha perfectamente a los tres. Debe de ser eso que llaman algunos power trio, la mejor fórmula para el rock. Pero dejar que me regodee en la vocalización de Jaime. Enorme. Antes de que el estado actual copase todo (ando esperando la nueva ola punk que desmonte el tenderete que el indie nos tiene montado en la arena de la playa) había quien cantaba en este país haciendo gala de estar cantando. Leía el otro día a Loquillo en el Ruta diciendo que ya no quedan estrellas del rock, y añado yo: se ha matado al front-man. Es una pena, porque creo en el front-man, creo en Elvis, pero creo también en Javier Gurruchaga o en Alice Cooper. No es que odie el concepto actual, me cansa la homogeneidad (por extensión) de la propuesta.

Por eso, de vez en cuando, me pongo un disco de los Gabinete y recuerdo tiempos en los que la cosa daba más juego.

Golpes, un himno perverso, no hay duda.

Cosas buenas a tod@s.


domingo, 11 de noviembre de 2012

Muerte en Goteburgo ó HDMNSDSE: In Flames

Anoche tuve un paseo por el death metal, o al menos por grupos que podrían acercarse a esta etiqueta. El hecho de no querer parecernos a alguien hace que al final cada conjunto necesite una etiqueta propia para definir su estilo, es decir, perder el objetivo último de las etiquetas, que es agrupar diferentes elementos bajo un nexo de unión y así hacer más accesible el acercamiento a una realidad.
Así pues me disculparán los puristas del metal si el grupo que menciono hoy no es death metal del bueno. Me pregunto si no estaré haciendo una burrada parecida a calificar de flamenco a El Barrio.
Lo que sí podría apostillar es que se trataría, en todo caso, de un death metal melódico. A ver si así consigo alguna indulgencia.


In Flames es un grupo sueco (Suecia otra vez, efectos de lo que parece una educación musical corecta ya desde los niveles elementales) representante de una escena que algunos dan en llamar Gothenburg Metal.
Seré muy breve.
Los orígenes del Death Metal cabe buscarlos en bandas trash. Aquí ya hemos hablado de dos claros ejemplos del género trash como serían Metallica y Slayer. La primera deriva hacia el death vendría por los sonidos de éstos últimos y de un grupo de referencia en esta escena: Venom (británicos esta vez). Estamos hablando de inicios de la década de los 80.
Esta primera impronta se reproduce en bandas especialmente a lo largo de Estados Unidos, combos muchos de ellos de nueva creación durante la primera mitad de los 80. Hay dos conjuntos importantes en este desarrollo a nombrar: Possessed y Death. Los primeros editando un trabajo cabecera del género propiamente dicho: Seven Churches, los segundos por su aporte al decálogo del estilo, principalmente con las contribuciones de su guitarrista y vocalista Chuck Schuldiner.
La escena crece y a finales de la década salta el charco y encuentra eco en Suecia generando una escena local con un sonido europeo diferenciable del americano. Es el momento en que bandas como In Flames entran en acción. Sonidos más melódicos, etapas de los cortes donde se abandona el sonido gutural para incorporar evoluciones más clásicas de voz. Toques de épica ausentes en la versión norteamericana. Un sonido más inmediato aunque empapado en las esencias del género (tonalidades menores, guitarras distorsionadas, temática gore y satánica, etc).

En el momento en que escribo esta reseña, Spotify presenta nueve trabajos nueve de los In Flames. No me ha dado tiempo a escucharlos todos. Empecé por el Reroute to Remain del 2002 y aún lo estoy asimilando.

La escena nórdica es un universo paralelo interesantísimo. A veces escuchamos bandas que presuponemos británicas por el idioma en que cantan y no tenemos idea de que se trata de material Made in Sweden. Dentro de esa escena, el metal es un subconjunto casi infinito. Dar un paso, aunque sea pequeño, como es el caso, nunca está de más.

Os dejo con una que considero de las más inmediatas. No veo por qué este tema no pudiera estar en cualquier emisora nacional a las dos de la tarde. Pero no lo está. Ese es uno de los problemas.

Cosas buenas a tod@s.


sábado, 10 de noviembre de 2012

Un supergrupo sin etiqueta de supergrupo

Fe de erratas: cuando mencioné a éstos por vez primera en el blog (ver aquí) equivoqué el nombre del grupo y me adelanté con el artículo precediendo el sustantivo. Error. El grupo se llamaba, a secas, Faces. Y eso es todo. No consuela, pero no he sido el único. Cuando el primer trabajo de los británicos (el álbum de este post, First Step) se distribuyó en los USA, alguien no prestó la atención adecuada (o la prestó demasiado interesadamente) y rotuló en la portada algo incluso peor: Small Faces. No es que anduviera pasado de vino, todo tiene una cierta explicación, entremos en materia...

Aunque no sea ninguno de los protagonistas de nuestra historia, sí que es el punto de partida de ella. Se llama (se llamó) Steve Marriot, y formaba parte de un grupo llamado Small Faces que se constituyó allá por la mitad de la década de los 60s. En un momento determinado Steve decidió que su camino se debía alejar del de sus compañeros de combo y emprendió una aventura por su lado que seguramente trataremos otro dia. El caso es que allí se encontraron tres músicos estupendos pensando como darle solución de continuidad a su proyecto. A saber (porque merece la pena conocerlos) Ronnie Lane, Ian McLagan y Kenney Jonnes.


La respuesta vino a través de dos estupendos músicos provenientes de una banda capitaneada por un tipo que parece que dicen que no tocaba mal del todo la guitarra, Jeff Beck. Se trataba de un tal Ronnie Wood y de un sujeto que respondía por Rod Stewart.
Los cinco se embarcaron en un proyecto de rock sencillamente fantástico. Este disco es una pasada. Me encanta de principio a fin. Con dos grandes temas instrumentales (la guitarra de Pinneaple and the Monkey es un regalo caído del cielo), y un par de rockandrolles de manual (Shake, Shudder, Shiver debería de estar más presente de lo que está). Incluso los tiempos medios brillan en la oscuridad (Nobody Knows es un ejemplo ortodoxo de cómo producir adecuadamente un tema a la imagen de una banda, y eso que ésta admitiría muchas variaciones y encajaría, creo yo, en muchas voces y estilos diferentes. Alucinantes aquí las voces de Stewart y Lane al alimón cada una en su canal).

De lo mejorcito que he oído últimamente. Rescate, en el arranque, del Wicked Messenger de Dylan de ese genial álbum que ya pasó por este blog, incluido.

Si todos los primeros pasos fueran así qué largas horas de placer orejón nos esperarían. Mala suerte que las luchas de egos y el interés distraído de Stewart le llevaran a ir perdiendo el acercamiento a Lane. La llamada de sus majestades a Wood tampoco ayudó. Pero eso vendría luego. Lo importante es que nos dejaron este regalo.

No os dejo el single porque no acabo de entender por qué lo fue. Mejor visitamos una joyita labrada en pura piedra virgen.

Cosas buenas a tod@s.




viernes, 9 de noviembre de 2012

D.E.P. Nick Curran

Escogí DEP, pero podría haber escogido perfectamente HDMNSDSE. Los que seguís el blog sabéis a qué etiquetas me refiero.

El pasado Septiembre el cáncer se llevó a Nick Curran.
Si no hubiera sido por los diferentes textos y reseñas que me he encontrado al efecto, hubiera sido algo que me habría pasado desapercibido. La razón? mi desconocimiento acerca de la persona y música de este outlaw del rock en su vertiente más instentinal.
Leo las columnas y mi sonrojo crece por segundos. A duras penas el "haber llegado tarde", mi sempiterna excusa, justifica no tener localizado al de Maine.


No veo justo repetir datos que ya han escrito otros. Podéis encontrar, para aquel que le apetezca, la reacción emotiva en Rockland, el análisis siempre documentado y sereno de Fernando Navarro, la reseña de Rockdelux (donde lo definen como rockero "de culto"), las breves pero sentidas palabras de Corazón de Rock'n'Roll. Y ejemplos de su música en videos presentes en todas estas entradas o en su mySpace, donde estoy convencido de que todos reconocereis el arranque del primer tema, Reform School Girl, pieza homónima del que fue el disco que más repercusión obtuvo en nuestro país.

Las fotos que he visto de él le identifican como un típico icono de rebeldía adolescente. Algunas fotos con más edad me traen a la cabeza a un Joe Strummer desafiante del que, tengo la impresión, Nick tuvo algo más que mero respeto.

Pasará el tiempo y la mayoría de nosotros dejaremos este nombre aparcado, o no. O puede ser que alguien lo mencione dentro de diez, de veinte años, como aquella referencia que le enseñó el precio de los sueños, la capa subterránea de una escena alejada de las televisiones y las radios que todos escuchamos. Un submundo de trabajadores de la música. De los que están aquí porque están incapacitados para estar en cualquier otro sitio. Y se me viene a la memória aquella anécdota con la que me gané la sonrisa de un empresario del mercado en que me encuentro. Era el tramo final de una cena-fiesta profesional. Otro currito y yo, después de haber disfrutado tranquilamente de unas cervezas y una amena conversación acerca de los temas más triviales, concretábamos en la puerta del local los flecos de unas acciones profesionales a acometer en el futuro próximo. Salió dicho empresario, nos escuchó un segundo, y nos comentó "pero, es que no podéis dejar hablar de trabajo un segundo? que estamos de fiesta coño!", sólo alcancé a responderle a ... pongamos que se llamase Manolo, "sabes qué pasa Manolo? que los que andamos todo el día con la pala a cuestas, cuando nos la quitan, no sabemos qué hacer con la manos".
Que alguien probase a arrancarle la guitarra de las manos a Curran. O a los de su estirpe.

Cosas buenas a tod@s.


domingo, 4 de noviembre de 2012

El placer del orden en 27 minutos y medio

Leía una vez que ordenar el entorno genera en el que ordena una sensación de control que desenboca en un sentimiento de relax y seguridad. Cuando todo se encuentra donde debe de estar y conocemos de antemano la ubicación de lo que podemos necesitar, se nos presenta un escenario más cómodo. A menudo de respuestas automáticas. Así, con un poco de suerte, no tenemos que pensar. Porque pensar, al fin y al cabo, es como ejercitar un músculo, consume energía, y la tendencia natural es a conservarla para cuando se nos acerque un depredador y tengamos que salir por patas.

Las listas responden a esa inercia primigenia. Otros, en ocasiones nosotros mismos, las generan y nos establecen un marco sobre el que moverse resulta mucho más eficiente y consensuado. Traza puentes de conexión con nuestros semejantes. Podemos empezar una conversación sin muchas posibilidades de fallar argumentando algo tan vago pero tan acertado como "qué buenos que fueron los Beatles, verdad?", o, si de algún iniciado en la materia se tratara, "qué sería de la vanguardia de la música sin reed-moore-yorke?".

A mi las listas me atraen, aparte de por todo lo arriba citado, por el morbo de conocer lo que otros opinan, especialmente en caso de que se les haya "colado" algún artista maldito, algún álbum de puro mainstream que reivindicar, o algun origen desconocido que avanzó el sonido de "fulanito" quince años a que éste último se forrara con la edición de su primer larga duración.

Abro la página principal del NME, y me encuentro con esto: What's The Greatest Record Ever Made?, en el idioma de Azorín: Cuál es la mejor grabación que se ha hecho jamás?.
Leo a cada uno de los entrevistados y me quedo con tres ideas, primera: la de gente supuestamente imprescindible que no conozco, dos: que bueno que era el que grabó a Elvis, y tres: tengo que empezar ya ese libro que me regalaron por mi cumpleaños sobre jazz.

Centrémonos en el Jazz, que siempre viste mucho aunque uno no tenga ni zorra idea.
Me encuentro con Kyp Malone de TV on the radio escogiendo a John Coltrane. No lo menciona explícitamente en sus palabras, pero el NME selecciona una grabación del In a Sentimental Mood, junto a un tal Duke Ellington.
Ahora debería de colocar aquí uno de esos iconos que sacan la lengua por un lado y babean, pero no sé como implementarlo, así que me quedaré con la descripción.
Si tenéis unos auriculares a mano no os perdáis esto. Cuatro minutitos de seda. Con esa percusión a la izquierda, Coltrane entrando por la derecha, el bajo casi imperceptible, las teclas de Ellington... No hace falta saber de jazz para entenderla, con tener sentimientos y orejas vas que te matas.
Hela aquí en Spotify.
Luego, otro día, cuando estemos a otra cosa, contamos algo de estos dos. Hoy sólo pretendía traeros las grabaciones.

Más tarde aparece Carl Craig. A éste le he tenido que buscar por Google (e-buscar?) por que no me sonaba de nada. Leo que es un afamadísimo productor de música techno de Detroit. Mejor, cuanto más lejos le tenga más me sorprenderá. Escoge In a silent way, una gozada de un tipo llamado Miles Davis que, entre otras cosas, soplaba una trompeta. Como dura unos 20 minutos y no siempre los tenemos, dadle al "favoritos" en el navegador o grabad el corte en la carpeta "o lo escucho o la espicho sin oirla" del Spoty. Si sois de los que controlaís aún vuestra vida, aquí le tenéis.
Un comienzo como de ir pasillo alante dejando a la niña dormida en su habitación. Con una nota a baja frecuencia de fondo y gotas cayendo.
Luego pasamos el minuto 4 y comienza la fiesta. El bueno de David se amorra a la cosa un segundo y una sinuosa melodía inicia un descenso espiral, tántrico, con un bajo y una percusión que dejan a la guitarra y el teclado diferenciar cada compás.
Lo que ocurre a partir del minuto 12 es para adultos.

Después Robert Wyatt. Hasta que no he leído que era el de Soft Machine no he tenido donde agarrarme. Y volvemos a Ellington. Such sweet thunder, un trueno tan dulce. Vale hasta de coletilla para memorizar. Tema aquí.
Un tema de esos que los neófitos llamamos jazz en cuanto lo oímos. Muy de band, con sus brass (sus metales, sus vientos estilo trombones). No hace mucho, dándole vueltas a una caja de clips, vi que su traducción en francés es precisamente esa "trombones", como el trombón de varas que decimos en castellano. Muy gráfico.
Un acercamiento más, un paso menos.

En fín, una excusa como otra cualquiera para toparse de cara con un estilo insustituible. Una caja de sorpresas, no exenta de sus anecdotas, sus heterodoxos, sus iconoclastas y sus detractores. Como todas.

Cosas buenas a tod@s.


sábado, 3 de noviembre de 2012

Una de las mejores canciones jamás escritas

Vereis, yo tuve una vez 16 años. Y tenía un amigo con el que de tanto en tanto me sentaba a escuchar vinilos de flamenco y de los Beach Boys. Sí, así de diferente era la cosa. Pasábamos de esa jota aragonesa tamizada por el saber de Cádiz que son las alegrías al puro sonido pop californiano de los 60. Y por supuesto discutíamos. No estábamos de acuerdo con cual era la mejor melodía. Nunca. Creo que más por el hecho de sobreponer nuestra opinión sobre la del contrario que por ser mínimamente capaces de emitir juicios críticos con base y fundamento.

Con permiso me centraré hoy en el sonido californiano. Otro día hablamos de flamenco.

Mi amigo venía de un sitio con mar. Pasaba sus veranos junto a la playa y luego arrastraba su melancolía durante todo el invierno. Ser de un sitio diferente al que vives te transfiere una identidad específica a la que poder agarrarte cuando se siente el vértigo de parecerte demasiado a lo que te rodea y, por ende, acabar completamente desapercibido. Los Beach Boys significaban su banda sonora particular. Me grababa cintas sobre unos tipos con los que luego no podía hacer nada el resto de las horas del día que no pasaba con él. Nadie los conocía. Nadie los escuchaba. No los pinchaban en los bares. Pero poco a poco me fui acostumbrando a sus canciones, a su personal forma de entender la música, a sus recurrentes temas de chicas, coches, playas, el dorado e idílico panorama de postal de la soleada California. Y empecé a distinguir sus canciones.


Mucho tiempo después mi interés por la música fue más allá de la mera escucha. Y por otros caminos llegué a sitios donde antes me había encontrado sin saberlo. El más evidente de ellos la canción que hoy traigo al blog. Personalmente con la que más me identifico de Brian Wilson y los suyos. Y leí en una ocasión la historia de un loco con una idea en la cabeza. Un obseso compulsivo que se encerró en un sótano con un cuatro pistas y una coda en la cabeza y no paró hasta dar con una composición enorme, livianamente perfecta, un tema que dió alma a un trabajo excelso que se llamó Pet Sounds. Si esa historia que leí describía o no literalmente lo que ocurrió me es igual a estas alturas, prefiero creérmela que conocer la verdad y destrozarla.

Cuando conocí esta canción, cuando la interioricé, no sabía inglés como para comprender su letra. No me quedó otra que inventármela, igual que hacía con el resto de canciones. Y hablaba de cosas cojonudas e increibles. Con el tiempo fui capaz de entenderla. Y, lo reconozco, me llevé una pequeña desilusión. No le había dado yo una temática tan conservadora y republicana. Decidí pues olvidarme de la letra y volver a mis carreteras abiertas, mis atardeceres junto al Pacífico y mis chicas saliendo del agua sacudiendo la cabeza.

Decían dos tipos "sin ritmo" que era el mejor trabajo pop que se había escrito jamás (haz click aquí). Joder, qué razón tenían.

Dije en una entrada hace ya tiempo que un día hablaríamos más en concreto de este tema. Ese día llegó. Una de las de la isla desierta, Wouldn't it be nice. Gran Reserva.

Cosas buenas a tod@s.



viernes, 2 de noviembre de 2012

Un griego-americano, un tipo con barba y dos hermanos rockeros

... Al estilo de los títulos de Greenaway.

Hoy toca hablar de The Black Crowes. Si Dr John se encuentra en algún punto sobre una imaginaria línea que fuera de James Brown a Joe Cocker (en mi imaginario particular), los Crowes estarían en algún lugar sobre una línea imaginaria que fuese de The Rolling Stones a The Faces. Luego, aparte, vendrían todos los que se han mirado en ellos para definir su sonido, y aquí, a nivel patrio, se me pasarían unos cuantos nombres por la cabeza, unos M-Clan de Usar y Tirar sin ir más lejos.

Esta semana vino conmigo en el coche su primer trabajo. Titulado Shake your money maker, me trajo a la cabeza una conversación que tuve hace tiempo con una amiga medio americana de Detroit medio irlandesa de Dublin. Me cometaba el argot negro con el que achuchar a las chavalas a bailar sacudiendo el culo, mueve tu ..... máquina de hacer dinero?, cuánto se pierde en las traduciones...

Y la aventura se debe a dos hermanos, Chris y Rich Robinson, que a finales de los 80 decidieron formar este combo con sonidos sureños y rock'n'roll de carretera y barra de taberna. Uno de los grupos referenciales del sonido rock de finales del siglo XX, un clásico en vida para recordarnos a todos que las raíces siguen estando donde las dejamos, clavadas en el suelo. Que unos Lynyrd Skynyrd no se lo acabaron todo y aún queda licor en las garrafas para unos cuantos años más.

Si os acercáis a este trabajo (en Spotify aquí) encontraréis música para barbacoas donde contemplar las chuletas sudando con el tercio en la mano. Compro Jealous Again y Could I've been so blind sin pensarlo dos veces. Un poco más me cuestan esas baladas rollo She talks to Angels, que siendo en ellos me paro a escuchar pero que, pensando estuvieran en boca de otros, no sé yo si me hubiese resistido a avanzar el corte y dejarlo para luego.

Y estos son los hermanos rockeros. Pero a ellos se les acercó un tipo y les conminó a recoger estas coplas y darles forma de galleta. Este sujeto fue George Drakoulias. Drakoulias es un productor sobre el que merece la pena tener un ojo, sonidos del gusto de este que escribe como es el caso de los Jayhawks algo tienen que ver con él. Y cómo acabó este tipo metido aquí?. Pues, casualidades de la vida, por su novia, que resulta que había estado saliendo anteriormente con un tipo con barba de esos que asoman la cabeza de tanto en tanto por el blog. Adivináis? El mismo, Rick Rubin. Rubin comenzó produciendo con aquella primera Def Jam para a posteriori mudarle a Los Ángeles y crear lo que acabó siendo American Recordings. Drakoulis le siguió y allí fue donde, con el trabajo que nos ocupa hoy, consiguió el primer gran éxito de la casa.

A los de Atlanta los volveremos a traer por estas líneas, así que dejaremos cosas para contar otro día. De momento una muestra de su buen hacer. A ver si os parece lógica la línea imaginaria que propuse al inicio del post.

Cosas buenas a tod@s.


jueves, 1 de noviembre de 2012

Cuidando de que la tumba esté limpia

El domingo pasado salí a correr y, como de costumbre, llevaba los auriculares puestos. Estuve escuchando temas de ese bluesman inigualable que fue Son House y de repente se me vino a la cabeza un blues muy apropiado para la fecha de hoy, un tema que se atribuye a uno de los bluesman primigenios, el tejano Blind Lemon Jefferson. El caso es que no tuve claro durante mucho tiempo su título. Dudaba entre See that my grave kept clean o One kind favor. Más tarde fui leyendo que el primero es el título original que Jefferson aplicó y el segundo es el nombre que dieron a versiones sobre el mismo gente como Canned Heat (en su Living the blues) o Grateful Dead (en su Birth of the dead). Incluso en el caso de los Dead se atribuye la canción a otro grande del blues, alguien fuertemente influenciado por Jefferson llamado Lightnin' Hopkins. No lo acabo de ver claro, pero todo apunta a que fue efectivament Hopkins el autor de One kind favor si bien directamente influenciado (versionando?) See that my grave kept clean de Jefferson.

Me temo que me ha salido un párrafo con demasiados nombres. No me gusta que las cosas salgan así, pierden inmediatez, pero escuchar esos nombres de vez en cuando, lejos de significar un incordio, creo que puede ser una forma de tomar carreteras que nos lleven a otros sitios. Si estas leyendo esto es porque tienes una conexión a internet, y siendo así, tienes multitud de destinos donde encontrar músicas y datos de cualquiera de los arriba citados.

Pero volvamos a mi canción de hoy.
No he sido de la tradición de ir al cementerio los primeros de noviembre a limpiar las tumbas. Ni yo ni, obviamente, mi familia más cercana. La razón, lejos de ser el resultado de un juicio moral, se deducía directamente de la falta de parientes muertos enterrados en el cementerio de la localidad donde yo vivía. Incluso hoy los que han ido cayendo por el camino reposan sus restos lejos de allí. Sin embargo el rememorar a los muertos sobre el lugar donde les dejamos por última vez es algo extendido no sólo dentro de la religión católica. Y Jefferson, dentro de su cultura baptista (muy extendida entre la comunidad negra estadounidense), no era una excepción.

Digamos, por tanto, que me pareció una buena canción para compartir hoy sobre otras opciones que me rondaban por la cabeza (entre las que no faltaban The Cramps  o Black Sabbath). Pero con un poco de suerte vendrán más primeros de Noviembre y podremos ir mencionando más canciones.

No existe, que yo sepa, una versión grabada del propio Jefferson sobre el tema. Así las cosas tenía que venir a una versión, y estuve dudando entre Dylan y BB King a tal efecto. Al final me he decantado por el viejo bluesman, hay cosas peores que una tal Lucille nos entone el día.

Disfrutad de las castañas y los boniatos.

Cosas buenas a tod@s.