martes, 10 de septiembre de 2013

El Éter

Por circunstancias que no vienen al caso dediqué varios años de mi vida a estudiar Ciencias Físicas.
No fue la peor etapa de mi vida, pero la mejor tampoco. En lo académico ni hablamos. El caso es que entre las mil cosas carentes de prácica cotidiana que aprendí, me encontré de vez en cuando con algún concepto gracioso, con alguna cualidad original de eso que a la raza humana le ha dado por interpretar como "realidad", que es esa cosa que creemos percibir reflejada como sombras que el fuego proyecta en la pared de la.... y bla, bla, bla.
Una de esas cosas fue el éter.
El éter había que inventarlo y se lo inventaron. Hace mucho tiempo, cierto, pero es que el concepto lo mantuvimos en boga hasta bien entrado el siglo XIX. Se trata de una hipotética sustancia, un fluido, que lo ocupa todo, bueno, todo..., especialmente aquellos espacios que no los llena nada. Como el espacio que queda entre los planetas, por ejemplo (La inmensidad del espacio, un infinito poblado de estrellas y de éter, que decía Faulkner). Luego, imagino, se inventaron "la nada" basándose en el mismo principio (que a las cosas que desconocemos hay que buscarles alguna explicación basada en cosas que conocemos, sea ésta un carro que atraviesa el cielo tirado por caballos voladores o cualquier otro cuento a mano). El éter, que es el caso, afectaba e interactuaba con las cosas que en él flotaban como aceitunas en salmuera. Hasta se pretendía demostrar que la luz presentaba una velocidad diferente al atravesarla que en el vacío.

Pues bien. El convencionalismo actual dice que el éter, sí señores, tras años de vigencia, no existe. Como lo del purgatorio, que ahora ya no controlo si existe, si no existe, si vamos, si expulsaron de allí a las ánimas que estaban al declarar su inexistencia... divago. Decía que el éter, así, en los salones de té de las universidades americanas, no existe. Pero, qué conveniente es en ocasiones ser un completo falsario, yo creo que sí existe. En mi caso rodea al indie español y me impide verlo en su estado natural. La velocidad del sonido se altera al atravesarlo y me llega distorsionada, pero distorsionada en plan chungo. No encuentro otra explicación a que no me entre a mi la misma mística elevación que a algunos de mis congéneres ante su escucha. Por qué no presento las mismas llagas purificadoras fruto del éxtasis de su observación. Hay casos y casos, como en todo, pero así, en general, acabo afrontando la escucha de ciertas galletas con un grisáceo agnosticismo que mata.

El sujeto, hace unas semanas, fue Julio de la Rosa y su trabajo La Herida Universal.
No sé yo (que dice el autor en La fecha en la tapa) si es culpa mia o del éter, pero no. Yo estiro el brazo a ver si llego, pero tampoco. No le ayudan dos referentes que me aparecen durante su escucha como los maniquíes pintureros del tren del infierno en la feria, a saber: Señor Chinarro y Nacho Vegas (cuando antes hablaba de excepciones hacía referencia, entre otros, a estos dos).
Por que Luque y Vegas sí, pero de la Rosa no. Primero, y fundamental, porque no me divertí en la escucha (escuché el álbum nueve veces en cuatro días) y segundo porque no me aportó nada nuevo. Ya había oído esas canciones en algún sitio antes. Creo que ya lo he mencionado alguna vez al hablar de una parte del indie español, no comprendo la necesidad de ser tan original mediante un concienzudo empeño en serlo. Por eso me chirría ese acento andaluz (esa ese aspirada al final de "mires") con que pronuncia la primera (y recurrente) frase de No me mires con los ojos, cuando no lo vuelve a utilizar en el resto de los temas.
Y no es que instrumentalmente eche nada en falta. Al contrario. Si es que encima está de puta madre. Suena bien. Incluso no me sobrevino esta vez esa sensación de que sobra este sonido, de que la producción es como la ruleta rusa, si das una vuelta más de lo necesario liquidas el tema. Podría ponerme ridículo y decir que no veo un álbum sino una colección de canciones, que no me encajan los temas más intimistas con esos arrebatos melódicos que le entran de golpe al amigo, pero tendría que haber bebido algo para eso, soy de fácil verguenza.

Sin embargo, con todo, no evito la sensación de que algo se me escapa.
Como es el primer trabajo del jerezano en solitario que me enchufo, seguiré esperando mi momento Michelson-Morley, ese en el que me quede claro que el éter no fue un convencionalismo adecuado y que posiblemente no existe nada entre mi oído interno y estos artistas. Entonces, solo entonces, aparecerá ante mi esa verdad que se me escapa: la irresistible atracción de esta música.

Que poco que he hablado de música hoy - dijo mientras su sombra se desvanecía sobre la acera, teletransportada a otra ciudad, engullida por el éter.

Cosas buenas a tod@s.


jueves, 5 de septiembre de 2013

Tuxedo

Uno. Si has pasado en los USA el tiempo suficiente y te han invitado a alguna fiesta de postín, ya sabrás que un tuxedo no es otra cosa que un smoking (esmoquin, que dice la rae).
Dos. El caso es que viniendo de acá para allí, esta mañana tuve un ratito y lo dediqué a abrir el Spoty y seguir sus creativas, sorprendentes y a menudo irracionales sugerencias. Y como hacía poco había estado escuchando a Art Blakey & The Jazz Messenger, ha tenido a bien la inteligencia artificial del artefacto el proponerme la escucha de un tipo llamado Milt Jackson, aka, Bags.
Tres. Nadie descubrirá a estas alturas que la música, como la comida, entra también por los ojos. "Se escucha por los ojos" igual que se come con ellos. Yo vengo de un tiempo donde la radio y el equipo de música del salón expedían los billetes hacia la cosa esta de la música casi de forma exclusiva. Para cuando internet había entrado en mi casa, bares varios y conciertos gratuitos de fiestas locales  habían elaborado la tercera autopista de acceso. Posiblemente no llegaré a quejarme de que un tema no tiene videoclip (aún siendo de su generación), pero, para bien, tengo dos ojos y suelo mirar con ellos lo que me gusta y lo que me dejan.


Bags, el prota de hoy, tocó gran parte de su vida en un grupo de jazz llamado Modern Jazz Quartet, un proyecto paralelo salido de la órbita del maestro bop Dizzy Gillespie, que se convirtió en un influyente combo de la era post Segunda Guerra Mundial. Un grupo que transmitió alma y elegancia a una mezcla de estilos de jazz que deja en estado de nirvana a quien se para y escarba un poquito bajo la superficie.
Y los MJQ, una década antes de que Epstein obligara a los cuatro de Liverpool a vestir elegantemente y seguir un patrón exquisito, llevaban en sus actuaciones (ya lo llevaban haciendo las grandes bandas del swim décadas) sus cuatro tuxedos afilados y ceñidos como guantes. Acompañamiento sólido al sonido que emanaban. La parte de los MJQ que se escuchaba con los ojos.

Una nota final. Acostumbrados a la trompeta, el saxo, el piano, o la guitarra del jazz, Jackson nos permite abrir las orejas a un instrumento especial. De esos que a veces da la impresión de estar en la barrera de lo kitsch y lo serio: el vibráfono, similar al xilófono. Sonidos inusuales para madrugones cotidianos. Se escucha tan claro en esta feelings  que toda explicación queda en redundancia.

Y ahora me pongo mi tuxedo, que tengo que salir a trabajar.

Cosas buenas a tod@s.



viernes, 30 de agosto de 2013

Llegar a un punto para salir camino de otro

He tenido que rehacer el post desde el principio. Borrarlo y comenzar de cero, vaya. Estos cuatro meses de parón me han quitado la costumbre o me han dado perspectiva suficiente como para avergonzarme de lo que escribo. En cualquiera de ambos casos me cuesta encontrar la forma.

Y todo venía porque no sabía como hablar de Ted Templeman. No de todo Ted Templeman, sino de una parte pequeña del mismo, apenas una duda que me da vueltas a la neurona. A ver si soy capaz de poner las cuatro ideas en orden.

Templeman es un productor musical. Hasta aquí bien. Posiblemente no es el mejor productor musical del mundo. A buen seguro no es un nombre que aparezca en una conversación con facilidad, incluso en una conversación sobre rock. Pero el de California tuvo dos momentos trascendentes en la cosa esta de la música popular. Ayudó a definir el sonido y a generar la imagen de dos grupos, estos si, más que conocidos y radiados: The Doobie Brothers y Van Halen.

Y todo esto viene a raíz de que esta semana le he estado dando vueltas a temas sueltos de los Doobies, fundamentalmente de su primera etapa. Otro día ya traeré a Van Halen.


Templeman fue el gran productor de los Tom Johnston, John Hartman y compañía, unos chavales que, a finales de los sesenta, buscaban un sonido y una oportunidad para reproducirlo. No lejos de la movida californiana del cambio de década (no en vano fue al encuentro de Skip Spence, ex-Jefferson Airplane y fundador de Moby Grape (por no olvidar su guitarrero origen en unos Quicksilver Messenger Service iniciales), que pudieron llegar a conocerse), no lejos de la movida californiana del cambio de década, decía, los DB eran unos tipos que se desfogaban en la escena motera del norte de California, como banda recurrente en celebraciones varias de capítulos de Hell's Angels y almas gemelas.

No he sabido encontrar grabaciones de los DB anteriores a sus trabajos con Warner Bros bajo la producción de Templeman (sé que existe un CD de bootlegs llamado On our way up, pero no doy con él), pero leo que su sonido era más roquero en el sentido literal del termino, más desnudo y directo, más cuero, rugido de Harley y jarra de cerveza, vamos. Fue Templeman el que sacó ese punto acústico de raíces folk que puede encontrarse en sus primeros temas editados.

Pero el sonido de los DB me desconcierta no por esa mezcla rock-folk. No fueron los primeros (su primer trabajo se edita ya en el 71, con un Highway 61 revisited, la mítica electrificación Dylaniana, seis años ya en las estanterías). Es el toque funk lo que me deja listo. Ese rasgueo tan característico con que arranca el Listen to the music, con que avanzan el Long train runnin o el Take me in your arms. Lo traian de casa? se los sacó Templeman? He aquí la duda con la que ahora me rasco la mollera mientras pincho aquí y allá todo lo que encuentro a mi paso de los chicos del estado soleado.

Posiblemente la solución se encuentre en un punto intermedio. Por un lado un tipo como Johnston ha citado en repetidas ocasiones a James Brown entre sus referentes musicales de primera juventud, y, sinceramente, no creo que fuera del padrino del soul de quien extrajese al alma folky. Algo quedaría de todo eso y algo detectaría seguramente Templeman con buen oído y paciencia para hacerlo encajar con el material con que contaba. No he nombrado aún a Patrick Simmons, la otra guitarra del inicio de los DB, y el otro compositor del grupo cuando todo echaba a rodar por vez primera. Sin embargo parece que fue mucho más el peso de Johnston que el de éste último en encontrar la raíz R&B que me perturba. De hecho, los tres temas que menciono arriba son obra de Johnston excepto el tercero, adaptación de un tema de los míticos Holland-Dozier-Holland que ya traje por aquí. Más soulero complicado.

Así que en definitiva, llego a un punto para encontrarme una pregunta que habré de resolver (si lo hago) de la única forma que conozco, cogiendo otro camino. Soul, rock y folk.
Disculparán que de la versión que La Unión hizo por estos lares del Long train runnin ni hable.

Favor escuchen esta entrada con auriculares: la guitarra de Johnston tras la oreja derecha (por que es que se oye detrás de la oreja), bajito, para recibir en el segundo compás a Simmons, y enseguida la base rítmica, con una línea de bajo perfectamente audible llevando la melodía... aún nos queda la música.



Cosas buenas a tod@s.

lunes, 26 de agosto de 2013

HDMNSDSE: Miskins Ronson

Este verano subí a "la sierra". Si eres de Granada no hay mucha confusión que quepa. Tres mil metros te resuelven cualquier duda al respecto.

Allí ví un cartel de lujo para una noche de rock baja en oxígeno pero suficientemente llena de gases alucinógenos de esos que se respiran por las orejas.
Leyendo un artículo al respecto llegué a los Miskins Ronson.
No está todo perdido.

Escribir lo que conozco sería repetir lo que ya el artículo brevemente expone, de forma que me limito a apuntarlos en la neurona (ya saben, aquella a la que le dejó espacio la neurona que me dijeron que se me había muerto (sic Faemino y Cansado)).
Otro apunte a margen de página.

Cosas buenas a tod@s.


domingo, 25 de agosto de 2013

Talento y pelotas

Las consecuencias son habitualmente hijas de muchos padres.

Le decía, más o menos, Ilsa a Rick: "el mundo se desmorona y tú y yo nos enamoramos" mientras los alemanes se cernían a las puertas de París. Escogemos una parte menor de lo que nos ocurre, por más que pretendan hacernos creer lo contrario. Seguramente por eso vuelvo hoy al blog.
Extirpada, como si se tratase de una biopsia figurativa, la necesidad de continuidad en el mismo (meses me ha llevado), encorbo de nuevo la espalda sobre el teclado y me amorro a la botella del licor mas enganchoso, ese que cuenta que alguien te lee una vez escribes. Esa retroalimentación que te demuestra que has dejado por unos minutos de ser un personaje de la Universal de los años 30, digamos... Claude Rains.
La mise en place se complementa con el capítulo uno de una serie americana, un libro clarificador sobre los efectos del siglo XX en la música clásica y la escucha de unos que viven dos puertas más allá de la mia, y que han tenido el talento y las pelotas de versionar y pasear por España uno de los grandes roscos de la historia de la música popular. Y, ahora, el pincel de las acuarelas...

El Jueves por la noche mi guarri y yo le dimos al play y nos sumergimos en la ficción gamberra y sofisticada de Californication. Si la han visto ya saben de qué hablo. El tipo de Expediente X fantaseando que camina hacia una iglesia para recibir la inesperada felación de una monja (me jode cuando no soy el primero en algo). Un coro celestial apunta (me hubiera gustado utilizar "farfolla", pero no sería exacto) los acordes de un himno personal. Luego una escena de cama, un marido cornudo cabreado y Hanky saliendo escupido con su Porsche tuerto bajo (plano picado) los embalsamadores acordes de You can't always get what you want. Se me ocurren formas peores de comenzar una serie.


Alex Ross es un tipo que sabe de música. Su primer libro se tituló All the rest is noise. Aquí un snob decidió traducirlo como El ruido eterno (ignoro si por algún transtorno onanista chandleriano). Me lo regalaron el pasado Sant Jordi y este verano me llegó la hora de aguantar la respiración y meterme en sus movidas. Ahora escucho La consagración de la primavera mientras busco más capítulos de Californication por canales de la red. Yo no hacía estas cosas antes, lo juro. Sacaré historias de ese libro que traeré cuando me dé la gana (o me lo tomo así o no vuelvo a escribir en la puta vida), perdón, quería decir cuando a mi jefe le dé la gana. Desde la movida punk de Schoenberg (ya nos podemos reir de McLaren) hasta esa Leningrado de Shosktacóvick sonando ante el ejército alemán en puertas.

Y el tercer punto de apoyo que delimita el plano de la tabla que nunca cojea: los Señor Mostaza y, perdón por la insistencia, su talento y sus pelotas para tocarse el Revolver de los sinritmo sin complejos ni papeles de fumar con que agarrar pequeños apéndices. Hoy hemos comido los tres con ellos de fondo... bueno, no tan de fondo. Diagnóstico: Olé. Por mil razones. Eso sí, creo que me costará volver a pasar por ahí (y es que una cosa no quita la otra). Les reconozco el mérito pero cosas como las de And your bird can sing o Here, there and everywhere.... ay!, me movía en la silla como si la tanga me estuviera dejando marca en la rabadilla (y eso que hoy, ayer tampoco viciosillos, no comía en tanga). Estuve colgadete con los Mostaza este verano con un tema que me llamó mucho la atención cuando lo oí: Momento Garci. Conozco alguno que, si no la ha oído, la transformará en canción del Septiembre particular. Musicazos.
Como no encuentro sonido potable en youtube, versión del Spoty:
Señor Mostaza – Momento Garci

Poco más. A ver si no tardo otros cuatro meses en volver a escribir algo.  Y a ver si algún feedback benefactor empuja a mi vanidad a llevarme a ello.
Cosas buenas a tod@s.

lunes, 29 de abril de 2013

El puzzle del árbol

La vida podría ser como el puzzle de un árbol.
Un puzzle sobre el que podríamos decidir el número de piezas que lo forman.
Si escogemos que sean pocas tendremos un puzzle sencillo. Lo montaremos relativamente rápido y no tendremos que calentarnos demasiado la cabeza en saber dónde colocar qué pieza. Pongamos por caso que escogemos que el número de piezas sean dos. Una podría representar el tronco y otra la copa del árbol. La parte negativa es que nunca podremos saber qué es una hoja, o una fruta del árbol. Todo será o copa o tronco.
Por el contrario podemos escoger que nuestro puzzle tenga multitud de piezas.
Esto nos permitirá conocer detalles ínfimos del mismo. Podremos conocer matices inexplicables con el puzzle de dos piezas. Sin embargo será complicado de construir. El encaje de cada pieza nos generará problemas y dudas. Las posibilidades de que acabemos aburridos del mismo se multiplican. O angustiados. En un caso extremo puede que incluso decidamos dejar de jugar al puzzle.

El jazz es ahora uno de mis puzzles.
Y he escogido entrar en él por la vía más sencilla, la del puzzle de dos piezas.
Estas dos piezas representan las dos grandes etapas del estilo. Ambas situadas, más o menos, a ambos lados de la Gran Guerra. Una primera protagonizada por las grandes bandas. Repleta de nombres míticos que todos, incluso los que no sabemos de jazz, hemos oído cientos de veces. La era del swing. Luego viene una segunda. La rotura del estilo anterior, la evolución. La del combo reducido y la partitura abierta. También repleta de nombres que, a los ajenos, nos suenan a leyenda. La era del bebop.

Con permiso, me meto en el bop y piso arenas movedizas. Vamos... lo que hay que hacer.
Y traigo un nombre nuevo al blog. El de uno de los tres grandes impulsores del bop: Charlie Parker. Podríamos decir que los otros dos fueron, por ejemplo, Bud Powell y Dizzy Gillespie. Habría muchos más nombres en el estilo, pero podríamos simplificar y comenzar por estos tres.

Parker, Bird, cambió las reglas del juego. Para mí es difícil explicar por qué. O, bien mirado, puede ser ridículamente sencillo. Con mi hermano recuerdo que cuando teníamos la ocasión de tocar las teclas de un piano, ignorantes como éramos, golpeábamos al azar aquí y allí, sonreíamos y decíamos: "es jazz". Ese desorden, esa colocación de las notas donde la melodía clásica no las espera. Esa anarquía que atraviesa el conocimiento musical pero llega al entendimiento común, eso, es bebop también. Y eso, con una explicación detrás, con una intuición y un talento natural y horas de trabajo encima, era Charlie Parker.

Cosas buenas a tod@s.

domingo, 21 de abril de 2013

Un tipo con bigote y un productor negro.

Esta semana pasada abrí uno de mis regalos de Reyes. Puede que sea de los últimos que está haciendo esto. Ya sé que es abril y que este paso debiera de haberlo dado antes, pero es que es peor, me quedan aún otros dos regalos por abrir... y los dos de los mismos autores que traigo hoy al blog. Poco a poco.

La galleta en cuestión se llama Freak Out! y fue pergeñada por un grupo llamado The Mothers Of Invention. Como es uno de los discos... como diría... "fundamentales" de la música popular moderna (no tanto en cuanto a contenido sino en cuanto a trascendencia), estoy convencido de que muchos de ustedes sabrán perfectamente de quien estoy hablando. Pero esos "muchos de ustedes" escriben unos blogs maravillosos que leo siempre que tengo ocasión. Yo, falsario donde los haya, me limito a trazar con tiza las líneas de salida de los caminos. Por eso encontraría natural que del nombre arriba mencionado, no se destile un segundo nombre, más conocido al menos fonéticamente (que lo de la música es otro cantar). Hablo de Frank Zappa.
Pues nada, hablemos un poquito de Frank Zappa y de este disco.


Lo primero que conocí de Zappa fueron sus iconoclastas retratos. En varios bares de esos que frecuentaba cuando no tenía responsabilidades vinculadas con mi sustento, había fotos de este sujeto sosteniendo un guante que hacía que su mano asemejase un apéndice extraterrestre, o mirando de frente al objetivo con dos coletas agarradas a los lados de su pelo revuelto, o sentado en un retrete como sorprendido por una entrada inoportuna. "Zappa es un cachondo". Poco más podía deducir yo de todo aquello. Y sí que lo era, sí, pero también era más cosas que un mero cachondo. Fue una persona inquieta, en mi percepción alguien incómodo con su propia existencia. Y volcó esto, entre otras cosas, en sus músicas.
No es éste el post en el que hablar de la vida de Zappa, pero si os adentráis un poco en ella, creo que encontrareis que no creció precisamente el de Baltimore en el más aconsejable de los entornos dada la ya de por si enmarañada percepción de la realidad del joven.

Volvamos al disco.
Zappa conoce a un tipo llamado Ray Collins, el cual tiene un grupo donde interpretan versiones de doo-wop principalmente (The Soul Giants). Tras un altercado con el guitarristra de la banda, se le ofrece elpuesto a Zappa y este acepta. Y aquí comienza el influjo de Zappa, su inconformismo y su espinosa personalidad a hacer de las suyas. No tarda en convencerles de que deben de abandonar hacer versiones y centrarse en sus propios trabajos. Así comienzan a componer sus propios temas. Consigue un representante y comienzan a moverse por el circuito de garitos de Los Ángeles. Su nombre comienza poco a poco a sonar y un trabajador de MGM les propone un contrato en una subsidiaria (Verve) para parir un primer disco. En otras circunstancias, con otro personaje, el nombre de este productor podría obviarse. Me temo que sería un grave error pasar de largo la oportunidad de nombrarle. Este individuo se llamaba Tom Wilson, y, aunque otro día hablemos más de él, creo que tres líneas para enmarcarle vendrían al pelo.

Tom Wilson fue productor musical durante las gloriosas décadas de los 60s y los 70s. Trabajó para Columbia y para MGM (Verve). Como es posible que el nombre no diga mucho, apuntemos simplemente que le debemos sonidos de Bob Dylan (Like a Rolling Stone incluida), Simon and Garfunkel (The Sounds Of Silence incluida), The Velvet Underground (Sunday Morning incluida) y, por supuesto, The Mothers of Invention. Creo que los nombres hablan por sí solos. Otro día comentamos más de él.

El caso es que no parece claro que la influencia de Wilson en esta galleta fuera determinante a nivel de sonido. Más parece que fue el propio Zappa el que destiló los temas y definió las pautas durante la grabación mientras que Wilson ayudó a dar el empaque profesional y el marco comercial para ello.

Un disco, éste, con unas características fuera de lo normal. Para empezar fue un disco doble (lo que estaba completamente fuera del estándar por aquellos días. De hecho sólo unas semanas antes había salido al mercado el primer disco en ese formato y para este tipo de música, el sublime Blonde on Blonde del bardo de Minnesota). Pero, y para continuar, lo más destacado es la libertad que el grupo tuvo para hacer lo que hizo. No podemos olvidar que se trata del primer trabajo del grupo. Aún así, el segundo disco (la parte final en el CD que me regalaron por Reyes) es de un nivel experimental que tira de espaldas (hablamos de 1966). The Return Of The Son Of Monster Magnet es un corte para sentarse y escuchar. No sirve para bailar. No sirve para tararear. No sirve para anunciar nada. Hay que oírlo e interrogarse. Lo que cada cual prefiera. "¿Qué hago aquí perdiendo el tiempo?" también está permitido. Y eso que Zappa aseguró que lo que se presentó en la galleta no era el tema que tenía en mente sino la base sobre la que pensaba trabajarlo. Una base que le debió parecer a las cabezas pensantes de Verve suficientemente arriesgada ya como para rematarla con más capas de insurgencia.

Pero la primera parte del trabajo no tiene nada que ver con esta huida hacia alante. De hecho muchos de estos temas me sorprendieron por lo ortodoxa de la propuesta. Justo en ese punto intermedio donde no puedes acabar de creer que el producto no pretenda esconder una fina ironía acerca de la propia capacidad del oyente para aceptar lo inmediato. Esto me pasa con Lennon de vez en cuando también. Pero es una sensación que acepto. Incluso, se me ocurre, podría algún día traer temas que me despiertan justamente eso.

Pero me está quedando muy largo esto hoy. El disco lo merece. Paro aquí aunque, como dije, pasará Zappa más veces por estas líneas. De momento dos más seguro. Esos dos CDs aún envueltos en su celofán que me esperan en la estantería. No desvelo sus nombres.

Os dejo con el corte que hizo a Wilson acercarse a éstos. Creo que no sabía, en aquel momento, donde se estaba metiendo.

Cosas buenas a tod@s.


lunes, 15 de abril de 2013

Orígenes

Hay músicos tan independientes que cualquier intento de hacerles entrar por el aro se transforma en una fatua demostración de fuerzas. Fue el caso de quien me ocupa hoy, un compositor enorme, padre de melodías tan poco inmediatas como inquietantes. El cómplice necesario para que las películas del maestro se grabaran en mi retina en pases nocturnos de la que en aquel entonces era la única segunda cadena de televisión. Hablo de Bernard Herrmann.

El listado de trabajos de Herrmann es tan impresionante (no meramente en las producciones de Hollywood, sino también en trabajos para televisión, en series B hoy míticas como las colaboraciones con Harryhausen), tan impresionante, decía, que me resisto a resumirlo en un post. Mejor me centro en una de sus melodías favoritas, y dejo al final una anécdota para el lector avezado y joven. Del resto nos iremos encargando poco a poco en el futuro.

La obra en concreto pertenece a la que es mi peli predilecta del gordo, o, si me permiten, una de las tres favoritas: North by northwest (Con la muerte en los talones aquí, de 1959). Si no la ha visto corra a donde sea necesario por ella. Ponga su vida en peligro si fuese imprescindible. Hágase con una copia, róbesela al vecino, pague lo que le pidan. Véala.
Sin ánimo ninguno de fastidiarle el visionado a nadie puedo decir que la trama de la cinta se basa en cómo se le puede complicar la vida a alguien que se ve metido, por azar, en medio de una trama compleja de intereses creados. Una confusión de identidad es suficiente para generar una genial secuencia de situaciones al límite en las que nuestro protagonista habrá de vérselas y deseárselas para salir con bien.

Y, enmarcando todo esto, dándole forma, llevándote de la mano.... esto. O, si tiene la suerte de disponer de quince minutos, su suite completa:


Ponerme a describir esta música esta fuera de mis limitadas entendederas. Ese juego de metales y cuerdas, ese diálogo de ida y vuelta de las secciones orquestales, los timbales entrando y saliendo de la melodía. La inclusión de elementos ajenos a la composición tradicional. Y es que incluso en esto Herrmann fue una personalidad indomable. Precursor y valor de elementos como el theremin, al que ya en el 51 le dio uso en la cinta The Day The Earth Stood Still de Robert Wise (una serie B mítica, posiblemente el círculo donde encontraba su tan ansiada independencia creativa, la misma que Hitchcock se empeñó en romper y que devino, a la postre, en la separación entre los dos genios).

Como decía volveremos sobre él, no me alargo hoy más de lo necesario. Eso sí, la anécdota prometida.
Posiblemente haya entre ustedes algún amante de las películas de Tarantino. Yo mismo no dejo de verlas siempre que tengo ocasión. Pues bien, en una de ellas aparece una singular melodía. Una joyita que lejos de pasar desapercibida se convirtió en su momento en producto de masas. Y.. no, no fue algo compuesto para la peli de Tarantino. Fue un homenaje en toda regla. Un callado y discreto pero evidente homenaje a uno de los grandes compositores de música para cine.
No les avanzo más, escuchen, escuchen, creo que les sonará...

Cosas buenas a tod@s.



domingo, 14 de abril de 2013

Banda sonora de carretera

Un amigo de mi mujer no paró de repetirle que debía de escuchar a los Kings of Leon. Que eran de lo mejor. Y le pasó varios de sus discos. Ella los llevaba en el coche y yo iba haciendo de las mias sin urgencia ninguna por acercarme a éstos.
Finalmente caí en la tentación y me traje un trabajo de estos hijos (los Followill) de pastor de la iglesia pentecostal que parieron, con el cambio de milenio, un combo de rock con raíces sureñas y aspiraciones a sonidos épicos.

A veces empiezo por el principio y a veces comienzo por el final, aunque sea, como es el caso, por mero azar. De los discos que le grabaron a mi mujer, éste era el primero que había en el pen. Se llama Come Around Sundown y es una galleta del 2010 repleta de sonidos que tienden a la expansión mental, al ladeo de cabeza, al atardecer veraniego y el pasar de olivos más allá de la ventana del coche en cuarta por carreteras nacionales de interior.

Siendo lo mejor que me he echado a los oídos esta semana un vídeo que cacé en el Facebook de Alejandro Escobedo, me cuesta, ciertamente, venir a hablar de este disco este domingo por la mañana. El pasado lunes, durante su primera escucha, se me vino por segundos David Grey a la cabeza. Luego fui circulando de unos lugares comunes a otros (entre ellos Band of Horses) antes de empezar a leer algo sobre los autores de los temas.  Tiene gracia que entre uno en Spotify y aparezcan los mencionados como Artistas similares en las recomendaciones. Lo digo porque menciona a otros artistas similares donde las coincidencias me brillan por su ausencia. Será que me baso en este trabajo exclusivamente y los de Tennesse tienen tendencias menos producidas en anteriores trabajos.
Y ya que menciono la producción me meto en el charco. Para mi gusto pelín pasada de vueltas. Busco el nombre del artista y me encuentro con Brad Bivens, y me cuadra que se ponga a los mandos de la mesa en el último trabajo de Dawes (que me parecen más cercanos a los KOL que algunas de las similitudes reflejadas en el Spoty).

En total, un disco que me deja algo tibio y que no sé muy bien cuándo me puede encajar. Creo que me olvidaré de sus temas. Tan redondos, tan trabajados, pero que me aportan más bien poco. No lo quiero para el vermut y me temo que tampoco para el café. Lo dejaré, como decía, para acompañar a los olivos en esos largos viajes peninsulares que me meto entre pecho y espalda a veces. Quizás sea la mejor opción. Banda sonora de carretera. No está nada mal, bien mirado, como destino de recreo de un rey.

Cosas buenas a tod@s.




miércoles, 10 de abril de 2013

El anverso de la diva

Las "divas" son poco santos de mi devoción. Ese aire de pagadas de sí mismas, esa altanería, ese orgullo mal entendido y ese pavoneo desmedido me cargan. En ocasiones tengo que hacer el esfuerzo por ignorar todo eso y centrarme en su música. Y es que las divas, de tanto en tanto, esconden músicas excepcionales.

Si comenzase una lista de divas estaríamos un rato y tampoco es el objetivo del post, es sólo su arranque. Podría, así, a bote pronto, mencionar a Rocío Jurado, a Kylie Minogue, a la mismísima Madonna... las más inteligentes de ellas alimentando un personaje tras el cual parapetarse, otras, las más pequeñas de espíritu, viviendo el personaje mismo y confundiéndolo con su propia existencia.

Nos acaba de dejar Sara Montiel. Qué duda cabe de que Saritísima era una diva. Con toda su parafernalia encima, con sus excesos innecesarios, sus poses, sus almibarados gestos, sus elocuentes insinuaciones. Sara podría hacerme cambiar de canal en segundos. Huir de ella como alma que lleva el diablo hacia territorios menos plastificados y brillantes.

Sin embargo un día descubrí el anverso de la diva. Sara tuvo la inteligencia, llegada cierta edad, como para reírse de sí misma. Y entonces logró que la mirase con otros ojos. Su muerte llena mi móbil de tweets con anécdotas y recuerdos de gente alejada de lo que cabría entenderse como su entorno primario. Relatos de acciones de la diva con los rulos puestos y la cara "lavada" (si es que alguna vez llevó Sara Montiel la cara "lavada"). Y es que Sara tenía un lado punk que se destapó con la edad. Esta parte sí me cambió la forma de verla. Cuando la gente de su generación pasó de alabarla a preguntarse en voz alta si esta señora no debiera de estar ya metida en su casa y dejar de hacer el ridículo. Pero Sara no se quedó en su casa.

El caso es que, a mi juicio, nunca cantó bien. Era más "artista", en el sentido más genérico de la palabra, que cantante. Lo cual no deja de ser una parte importante a la hora de subirse sobre unas tablas. La teoría del frontman. La Montiel, aquí sí, era una frontwoman de primer nivel. Eso que ahora encuentro tanto a faltar en la mayoría de las propuestas al alcance del españolito medio (que, en la era de internet, es el habitante-del-mundito medio).
Sara solía pedir al pianista que bajase la escala en sus interpretaciones porque no llegaba a las notas altas. Su voz se alejaba de la norma de la época. Frases anecdóticas como aquella en que el pianista, en el ensayo de los temas de El último cuplé le respondía "si seguimos bajando, nos sentamos debajo del piano". Pero Sara, o quien fuera que confió en ella en ese punto (no he llegado hasta ahí aún), acertaron. Se metieron en el barro y salieron enfangados pero victoriosos.

En mi ración de ayer de los cuarenta minutos que tengo de televisión al día (cuando llegan) me topé con las imágenes de su entierro. Bueno, en fin, cosas de las divas, que arrastran masas y el beneplácito de gobiernos afines que en determinados momentos o bien se sirvieron de ellas como medios propagandísticos, o bien las utilizaron para distraer la atención del vulgo de los temas acuciantes y onerosos. Demasiado para mí tanto alboroto, yo, que decidí hace ya unos años dejar de atender los grandes conciertos de los primeros espadas en pabellones para salvar horas de cola pre y post adquisición del ticket de entrada.

No puedo marcar este post como "charco". La forma particular y errónea de cantar de Sara esconde personalidad de sobra para sacarla a flote.

Aquí la dejo con aires argentinos que Le Pera y Gardel (ya tardamos en traer a estos) empaquetaron en El día que me quieras.
Descanse en paz.

Cosas buenas a tod@s.


domingo, 7 de abril de 2013

Enormes cifras tibias

Seré directo. Esta semana estuve escuchando el largo con que arrancaron su meteórica carrera Artic Monkeys y me dejó tibio como una cerveza que se olvida sobre el alféizar de una ventana.

El trabajo en cuestión responde al hiperbólico nombre de Whatever people say I am, That's what I'm not. El lector asiduo del blog (especie de cuya existencia no estoy convencido) estará al tanto de mi opinión acerca de los títulos rebuscados y estrambóticos para galletas o para combos. Ya puede ser una frase sacada de una novela sobre temática similar a la del álbum, un trabajo sobre el que el compositor y vocalista de los Monkeys, Alex Turner, encontró un océano de paralelismos. Ya puede ser una reivindicación camuflada buscando la autopublicidad. Ya puede ser lo que quiera. Me parece largo, rebuscado, facilón y efectista. Es decir, no empezábamos con buen pie.

Luego te pones a escuchar las canciones y te gustan. Bueno, eso de "me gustan" es ir un poco lejos. Es un "me gustan" como el "me gustan" de las hojaldrinas Mata en Navidad. Me gusta encontrármelas, me gustan los recuerdos que me traen. Me como una, dos. Durante esos diez días al año. Pero una noche cualquiera, de sábado para más inri, buscando qué colocar en la mesa para cenar.... difícilmente abriría una bolsa de hojaldrinas Mata. Pues algo parecido me pasa con este trabajo. Difícilmente lo pondría en la cena acompañando.

Luego estoy seguro de que me encuentro con un tema, aislado, en un pub, o en una barbacoa entre amigos, y lo disfruto o lo tarareo. Algo parecido a lo que me pasa con esos paisanos de los Monkeys que son Maxïmo Park.

Leo unas cuantas referencias que me remiten a The Strokes o Franz Ferdinand. Puede ser que los de Sheffield encontrasen allí su primera inspiración, de hecho se puede destilar de sus instrumentaciones, pero Whatever... está para mí varios peldaños más abajo que un Is This It o un You could have it so much better. No sólo porque no me haya impresionado su escucha como la hizo la de estos otros trabajos, incluso en la parte más pegadiza del asunto, no me ha trascendido ninguna melodía con la fuerza que pudieron hacerlo algunos temas de los álbumes mencionados de sus antecesores.

Me quedan cosas por oír de éstos y no quiero vender toda la lana a las primeras de cambio. Veremos qué esconden esos trabajos lanzados después, largos donde leo que se endurecieron las guitarras. El caso es que tampoco sería capaz de fijar dónde tuvo este LP del 2006 sus carencias. Le falta algo y no sé lo que es. Porque si vamos más allá de lo musical y ahondamos en su lírica, no me es extraña. Trece cortes dándole vueltas al sábado noche, uno de los mitos de la cultura popular. Más centrado en el club que en la barra del bareto, es cierto, pero el viaje hacia lo inesperado que es iniciar un sábado por la tarde una salida entre colegas sabiendo que se verá amanecer es un lugar que comparto con Turner y los suyos. Pues ni aún así.

Con todo las matemáticas no engañan, y los monos árticos rompieron el molde con su primer larga duración. El trabajo más vendido en UK en su primera semana en el mercado, más de 360.000 copias despachadas. Ha sido cuatro veces platino. Número uno en UK, Austria, Irlanda; dentro del Top10 en Bélgica, Dinamarca, Japón y Holanda, y veinticuatro en el Billboard 200 de los USA. Es decir, lo más de lo más. Entrada triunfal. Enormes cifras que seguramente están más que merecidas, pero que no me han pegado el pellizco que esperaba. Será cosa de higiene ótica. Me lavé bien las orejas el lunes?

Cosas buenas a tod@s.


sábado, 6 de abril de 2013

Atajos, trucos, revoluciones

Hay grupos que tienes que conocer si quieres que los gafa-pasta no te claven sus miradas de desprecio por encima del marco de las lentes. Uno de ellos es Pixies. Los Pixies, que decimos por aquí. Y, por qué? . Pues porque los Pixies llevaron la música a unas coordenadas que sirvieron de punto de partida a muchas cosas a posteriori. Algunas de esas cosas mundialmente conocidas y tarareadas por todos. Es, como digo yo, el "truco argentino" (y que no se me enfaden por favor los argentinos con esto). Me explico.

He conocido algunos argentinos en mi vida. Como no existía vinculación alguna entre ellos más allá de la nacionalidad, entiendo que el lugar común que les encontré forma parte más de la indiosincrasia de su pueblo que de rasgos de caracter personales de cada uno. Uno de esos lugares comunes es el atajo. A un argentino nunca le falta una respuesta. Y no sólo eso, es que habitualmente la respuesta es un camino en línea recta entre algo conocido pero inexplicable a primera instancia, y algo conocido y explicable (no siempre de forma racional), aunque a priori desconectado completamente del origen. De los mil ejemplos que podría poner se me viene a la cabeza Darín respondiendo a García-Siñeriz que al contrario de las rebecas hechas de lana, la pelambre de las ovejas, del animalico vaya, no encoje (sobre el bicho) cuando se moja debido al flujo sanguíneo (en este caso el segundo punto tiene una explicación racional).

Llevando el "truco argentino" a lo que nos ocupa, la pregunta debería de concretarse en algo parecido a... de donde viene la distorsión de algunas guitarras y las alternancias de sonidos fuertes y bajos en los temas de buena parte de la producción musical rock alternativa americana de los 90?. Y la respuesta, el atajo, sería: Pixies. Por qué? por gente como Kurt Cobain y sus declaraciones a la hora de contextualizar algo tan de uso público como el Smells like teen spirit, sin ir más lejos.


 En este blog ya hemos mencionado que la cosa ésta de ensuciar viene de más lejos. Sin descubrir misterio alguno deberíamos de remontarnos a Detroit y a NYC, pero no toca hoy repetir lo ya dicho. Pixies (Black Francis, Kim Deal, Joey Santiago y David Lovering) se forman en Boston en la segunda mitad de los ochenta y lo hacen para agitar un poco el cotarro a baja escala.


En el año 88 sacan su primer largo, Surfer Rosa, y éste fue, precisamente, el trabajo que me ocupó hace dos semanas.

Surfer Rosa pertenece a la cultura popular a estas alturas de la película. Al menos a un grupo reducido de cultura general, pero general al fin y al cabo. Quiero decir, poco podemos descubrir de esta galleta en la primevara de 2013.  Ví hace tiempo un documental acerca de los Pixies y lo que saqué en claro (y lo único que me ha quedado de aquel vídeo) es que Surfer Rosa fue para muchos de los músicos hoy día mundialmente conocidos, un shock perdurable e inspirador en el tiempo. Por poner un ejemplo de aquellos que no paraban de hablar maravillas del invento: Bono.

El disco tiene temas que llevo escuchando años. No puedo ya comentar Gigantic, o Where is my mind, y mucho menos aún Bone Machine, que siempre me ha parecido un tema muy stoniano desde el primer segundo en que la guitarra de Santiago se cuela en mitad de la percusión y encontramos las primeras voces. Y no puedo comentarlas porque las tengo dentro del ADN.

Una producción de un tipo indispensable en la música popular de los últimos años: Steve Albini. No es el momento de hablar de Albini, pero lo traeremos más por este blog. Hablar de Albini es, aparte de hablar de los Pixies, hablar de Urge Overkill, Pussy Galore, consecuentemente Jon Spencer Blues Explosion (ya trajimos el Acme por aquí), P J Harvey, los ya avanzados anteriormente Nirvana (con un Cobain impresionado por este trabajo y que a la postre forzó la colaboración en In Utero), The Sadies, incluso Cheap Trick. Todo acompañado por un elenco de artistas menos conocidos que tira de espaldas. Terrenos para caminar de sobra.

La línea de Albini nos lleva hasta John Loder, y lo menciono porque fue el ingeniero del Psychocandy de los The Jesus and Mary Chain, trabajo que también mencionamos en su día. Productores que dieron a sus trabajos un efecto de inmediatez, de desnudez y naturalidad que vino a significar una especie de confirmación del inicial DIY setentero pasado por la lavadora del final de siglo.

Me alargo demasiado hoy, pero es ésta una de esas bandas que dan juego. Volverán por aquí.

Os dejo con ese arranque que mencionaba. El principio de la revolución. Una guitarra de Santiago grabando un reconocible riff en nuestras molleras.

Cosas buenas a tod@s.


domingo, 31 de marzo de 2013

Septiembre

Te acuerdas de la noche del 21 de septiembre?
el amor estaba cambiando la actitud de los amantes
mientras perseguía a las nubes al distanciarse.

Nuestros corazones estaban sonando
en el tono en que nuestras almas cantaban.
Cómo bailábamos en la noche,
recuerda cómo las estrellas robaron la noche.

Bada-ya, dime si recuerdas
Bada-ya, bailando en septiembre
Bada-ya, nunca hubo un día nublado

Mis pensamientos están contigo,
de la mano de tu corazón para verte,
tan sólo charlas melancólicas y amor,
recuerda como aprendimos que el amor había llegado para quedarse.

Ahora diciembre encontró el amor que compartimos en septiembre,
tan sólo charlas melancólicas y amor,
recuerda el verdadero amor que compartimos hoy.

Bada-ya, dime si recuerdas
Bada-ya, bailando en septiembre
Bada-ya, nunca hubo un día nublado 

Bada-ya, dime si recuerdas
Bada-ya, bailando en septiembre
Ba de ya - los sueños dorados eran días soleados.


Ritmo contagioso, melodía optimista, el amor de septiembre, justo el que cierra el verano, funk, soul, disco, incluso onomatopeya al canto para demostrar que no es tan importante lo que se dice como la forma en que se dice. Cocktail explosivo e infalible. Años setenta, Chicago, un antiguo baterista de sesión de la Chess y sus secuaces lo rompen. Si esta canción no te cambia el ánimo estás jodido viejo.

Earth, wind and fire fue (es) un grupo singular, necesario, ineludible. Si no hubiesen sido ellos hubiesen sido otros, pero los necesitábamos. Aunque sin Maurice White la cosa hubiera sido diferente. No cabe duda de que el padre del invento impregnó de ritmo y pitch la fórmula.


Pero hoy no hablamos del grupo. Hoy toca la canción.

La compusieron entre White, Al McKay y Alee Willis. El segundo, guitarrista de los EWF, el tercero, un letrista americano con aportaciones a diferentes temas (sin ir más lejos la canción de cabecera de la serie Friends, que interpretan The Rembrandts), para mí ninguno tan redondo como el que traemos hoy. Colaboró en más ocasiones con los de Chicago, pero ésta fue la primera y a buen seguro la mejor.

Cuenta Willis como White le pidió escribir una canción básicamente optimista. Ellos se encargarían de encontrar una melodía. Y le recomendó un libro: The Greatest Salesman in the World. Willis recogió el libro y la recomendación de pasar por la librería Bodhi Tree, que era en el LA de aquel entonces un reducto de filosofía trascendental y espiritualidad. Recogió tanto material como estimó y se sumergió dos meses en la lectura de aquellas páginas. En los significados y los conceptos del espiritualismo en clave de "ja". Llegó a tener un esbozo de letra con apuntes de casi treinta páginas. No dejando escapar el más mínimo concepto que le llevase a un punto válido.

Un día, entrando en el estudio para encontrarse con White y los chicos, escuchó por primera vez el riff de guitarra de entada que McKay había estado trabajando con White y comprendió lo que iba a salir de allí. Un hit por necesidad. Una bomba de baile y exteriorización.

Me gusta encontrar, por lo que esconden, onomatopeyas en las letras de las canciones. Como cicatrices del proceso creativo. Momentos donde la melodía ha empujado la boca donde el diccionario no ha sabido cerrar la brecha. Y entonces el cantante, el compositor, deja marchar la voz sin significado alguno. El Bada-Ya de Septembre es el caso. Y está perfecto como está. Encabezando las frases del estribillo. Sin transmitir más significado que el irrefrenable deseo de seguir la línea melódica con la voz.

Estamos en las antípodas de septiembre en el calendario. Posiblemente el momento más melancólicamente posible para recordarlo. Y a la vez el más indicado para girar la cabeza. Hay otro Septiembre ahí delante. Exactamente a la misma distancia. Estos giros hacia delante los tienen que provocar canciones como ésta, como el tejido mágico de los cruces del falsete de Philip Bailey y la grave voz de White.

Cosas buenas a tod@s.

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Do you remember the 21st night of september?
Love was changing the minds of pretenders
While chasing the clouds away

Our hearts were ringing
In the key that our souls were singing.
As we danced in the night,
Remember how the stars stole the night away

Ba de ya - say do you remember
Ba de ya - dancing in september
Ba de ya - never was a cloudy day

My thoughts are with you
Holding hands with your heart to see you
Only blue talk and love,
Remember how we knew love was here to stay

Now december found the love that we shared in september.
Only blue talk and love,
Remember the true love we share today

Ba de ya - say do you remember
Ba de ya - dancing in september
Ba de ya - never was a cloudy day

Ba de ya - say do you remember
Ba de ya - dancing in september
Ba de ya - golden dreams were shiny days

viernes, 29 de marzo de 2013

D.E.P. Paul Williams. Un centavo para la montaña rusa

Leo en efeeme acerca de la muerte de Paul Williams.

Williams era un auténtico desconocido para mí hace unas horas. Ahora me ha enganchado en parte por el invalorable enlace que la revista digital nos deja hacia unos ejemplares escaneados de la revista de crítica musical que el propio Williams fundó: Crawdaddy!. El enlace está aquí.


Echar un vistazo por esas páginas (para lo que veo inevitable tener un mínimo de conocimiento de idioma inglés) es gozar como un niño la mañana del seis de enero. He recuperado esa sensación que he tenido en ocasiones en algunas bibliotecas o librerías cuando, en mitad de un pasillo atestado de libros, he dado con uno que me ha llamado la atención, lo he abierto, y he comenzado con una línea al azar. La siguiente vez que he tenido consciencia de estar ficicamente ahí, leyendo, ha sido tres, cinco, nueve minutos después.

Leo en uno de los números un artículo acerca del Bob Dylan post Blonde on Blonde, y me zambullo en una diatriba acerca del personaje y su obra, no ya sobre el bardo de Duluth, sobre cualquier autor y cualquier producto de su talento. Impresionante. Recomendable. Escrito con pasión y seguramente con eso que Manrique no se cansa de aconsejar: una vez escrito, corrige; y una vez corregido, corrige otra vez. Los que llegan a lo alto han subido muchos peldaños.

Dentro de ese artículo me quedo con una frase genial que me ha empujado, en último término, a dejar estas líneas aquí. Dice traducido Williams: ...decirle a alguien que escuche una canción es como darle un centavo para la montaña rusa.

Suerte que estos centavos no los gobierna ningún estado político. Son moneda de curso libre. Sólo se necesita a ese que ya ha hecho el camino y la ha forjado. Para recibirla y disfrutar de gastarla.

Montaña rusa por favor.



Cosas buenas a tod@s.

domingo, 24 de marzo de 2013

Encuentras el alma donde menos te lo esperas

Hace cosa de tres años, un colega de quien escucho atentamente recomendaciones musicales y yo compartíamos mesa con nuestras respectivas y divagábamos sobre lo terrenal y lo divino dejando la sobremesa desenvolverse entre orujo de hierbas y cafe cortado. Fue entonces que me refirieron por primera vez al grupo que he andado escuchando esta semana: Lambchop.

No mentiré diciendo que alguna vez les había robado una escucha furtiva aquí o allá, en el Spotify, en algún video perdido en YouTube, pero nunca me había parado con detenimiento a escarbar en su sonido. Así que cuando me decidí a llevármelo al coche busqué sin criterio alguno y acabé en el Nixon del 2000.

No negaré que me esperaba una inyección de americana en la línea de Farrar, por ejemplo, pero no. Voy y me topo con un sonido con mucho groove, con cadencias que me traían recuerdos en ocasiones de un Jay Kay, en otras incluso del buenrolloismo californiano de un Frankenreiter. Pero, cómo lo diría? no generado desde la inmediatez de éstos, como parido tras una búsqueda más intensa, más intencionada, menos directa y sincera. Como si el resultado se hubiese alcanzado tras un cuidadoso trabajo sobre la parte instrumental, sobre el mismo desarrollo de las letras. Y, cuando más me informo de quien anda detrás, más se reafirma mi creencia. Un tipo llamado Kurt Wagner.

A mí, ávido lector de comics cuando el tiempo estaba de mi lado, lo de Kurt Wagner me trae a la memoria mutantes azules con propiedades teletransportadoras, lo cual no deja de, paradójicamente, adaptarse bastante bien al principio compositivo del combo que nos ocupa. Un sujeto que parece no dejar a nadie indiferente. Un tipo capaz de sacar canciones en el mismo corazón de Nashville, en la etapa previa a la chuleta, con títulos como I'm F*cking Your Daughter. Insisto, no es NYC, es el sur más tradicional de los USA. Un iconoclasta en ese caso. Un tipo con desarrollos complejos y comeduras de olla varias que plasma en sus letras de forma sutil pero enrevesada. Como esas amagadas referencias al famoso presidente yankee con cuyo apellido titularon este trabajo.

Quizás por todo eso hablamos de, según allmusic, el grupo más brillante y único que el sonido americano ha dado durante los 90 (o al menos es así para Jason Ankeny). No son palabras menores.

Pero con la música lo primero que hay que hacer es abrir las orejas. Y con este trabajo merece la pena. Encontrar ese sonido soul con esa vuelta de tuerca extra es intrigante y excitante a la vez. Incluso el falsete exagerado de Wagner en algunos temas (enorme en You Masculine You), no dejando que te mezca inánime (nunca mejor dicho) la melodía. Haciendo despertar la atención incluso al conductor más madrugador y cabreado de las seis de la mañana.
Me quedo sobretodo con la primera mitad del disco. Quizás la segunda parte necesite de más escuchas al ser menos inmediata, pero elsonido de la primera es de cuchillo sobre mantequilla caliente. Con sus distorsiones y todo.

Siempre hay gente comenzando caminos. Igual, querido lector, sea su caso con el soul. Quizás nombres como Stax le suenen a chino. Y tal vez esto se deba en parte a falta de la conciencia de puentes que crucen desde el presente hasta el pasado más setentero. No sería extraño que encontrase en estos diez cortes un ticket de ida. Zambúllase, nunca se sabe, a veces vas y encuentras el alma donde menos te lo esperas.

Cosas buenas a tod@s.


viernes, 22 de marzo de 2013

Fumar puros

Me gusta fumar puros. Ya ven, hay gente a la que le da por chupar "candaos", que decían en mi pueblo. A estas alturas del siglo. Con todos los estudios en contra y la opinión pública tan sensibilizada. Y va a mi y me gusta fumar puros. En privado, eso sí. Casi a escondidas. Sin ofender a nadie. Pero los fumo, lo reconozco. Además me fumo todo. Igual disfruto un farias de toda la vida que me quedo payá con un Cohiba del número 1. Y me gusta su olor, el sabor que dejan en la estancia, la cultura que los envuelve, y, por supuesto, la música que los acompaña.

Se me viene a la cabeza esa primera trova cubana. Esos viejecitos (a mis años vista) de voces sembradas de arrugas y sones minados de percusiones humildes y guitarras que no han visto jamás un pedal de efectos.

Y se me viene a la cabeza Compay Segundo, cubano de 1907, una de las caras conocidas y amables de la música cubana del siglo XX.  Un músico fumador. Una joya. Y se me ocurrió traer al blog el por qué de su seudónimo.

Compay no nació con tal nombre. Vino al mundo como Máximo Francisco Repilado Muñoz. Se metió en la cosa esta de la música (ignoro si antes o después de en la cosa esta del fumeteo) y participó en diferentes agrupaciones, como unos tipos llamados Cuarteto Hatuey de los que poco puedo ahondar. Fue allá por el 48 que un sujeto llamado Lorenzo Hierrezuelo se quedó sin su acompañamiento tradicional, una señora llamada María Teresa Vera, una de las voces fundamentales de la Trova cubana. Es entonces que encuentra acompañamiento en nuestro protagonista para confirmar un dúo de sobrado reconocimiento en la isla: Los Compadres. Bueno, ya tenemos una parte del origen del apodo.

Sigamos. Lorenzo demostraba una larga tradición en el cante y la ejecución y era, por aquel entonces, el guía del conjunto. De esta manera se confirmó como la voz primera en las interpretaciones, dejando a Don Máximo Francisco la segunda voz, el acompañamiento. De alguna forma ambos acabaron siendo Compay Primo y, efectivamente, Compay Segundo.

La colaboración entre ambos se mantuvo hasta mediados de la década de los 50, cuando el hermano de Lorenzo entra a formar parte del dúo y Company (Segundo) inicia su andadura "en solitario".

Años más tarde vino el Buena Vista Social Club y los poco avezados le conocimos.

Si les gusta fumar enciéndanse un puro. Aunque no sea cubano. Un cigarrillo al menos. Escuchar a Compay tras el humo es una experiencia diferente. Les animo a probarla.

Cosas buenas a tod@s.


jueves, 21 de marzo de 2013

Cosas que hacer en Málaga

Un verano pasé por la feria de Málaga, en pleno mes de Agosto. Disfruté de la feria del centro agotando cada vaso y agitando el cuerpo con cualquier cosa que entrase por las orejas. Rodeado de bullicio es mas sencillo deshinibirse. Musicalmente tengo tres recuerdos de ese fin de semana: el Dragostea din tei de los O-Zone, el tarareo de las canciones de Calamaro y la presencia a través del tiempo y la gente de un grupo peculiar donde los haya, Danza Invisible.


Si no me hubiera tropezado en el camino con una obra tan bien parida como fue A tu alcance, me hubiera costado aproximarme a estos boquerones de pro hasta límites que hubieran podido llegar a su abominación. Peró allí estaba yo, en pleno 1988, con el vinilo entre mis manos. Con la sensación de que allí había grandes canciones. Uno de esos trabajos que no puedes dejar de machacar, una vez tras otra. Donde ninguna canción sobra y todas rebosan de ilusión, de vitalidad, emanando la energía del que comienza, del que se lo quiere creer. Píldoras de pop suficientemente edulcoradas como para satisfacer cualquier paladar y a la vez convenientemente cocinadas como para pasar el control más quisquilloso.

Luego vinieron otras aventuras de éstos y poco a poco me fui separando de su sonido. Aún les rastree las huellas unos años, hasta Clima raro, pero tengo que reconocer que finalmente se difuminaron entre la niebla de los nuevos discos que caían en mis manos.

Sin embargo aquel A tu alcance hizo que quedasen para siempre señalados. Danza, los Danza, tenían su germen en una banda de Torremolinos llamada Adrenalina, donde destacaba Ricardo Teixidó, al cargo de la batería y las voces (recuerdo eso que dicen que no hay vocalista que maneje mejor el pitch que un batería). Más adelante se transforma en Danza Invisible y deja el apartado vocal a uno de los frontman más característicos y personales del universo patrio, el gran Javier Ojeda.

Como tantos otros grupos del momento la influencia de la new wave inglesa se deja notar en sus composiciones. Julián Ruiz les produce y sale a la luz, en el 83, Contacto Interior, ya con Ariola. Pasando por un mini-LP en el 85 llamada Maratón, por fin llega en el 86 su primer trabajo sigtnificativo, un Música de Contrabando que ya traeremos por el blog. Un disco directo de por medio llegará en el 88 A tu Alcance y todo el mundo conocerá a Danza Invisible. Barreran comercialmente con Sabor de Amor y llenarán recintos y coparán listas durante años.

Comentaba en el arranque del post que Danza me había vuelto aquel mes de Agosto en que acudí a la feria de Málaga a través del tiempo y de la gente. Lo del tiempo se explica porque estoy hablando de, no me hagan mucho caso, el año 2005 o 2006 más o menos. Lo de la gente es porque un colega y yo nos quedamos en el ferial hasta donde marca el reglamento, es decir, la alboreá.
Tras ella nos acercamos a la puerta de entrada y nos pusimos en cola para los taxis (burgueses que somos algunos oiga). El caso es que en la acera de enfrente estaba la parada de los autobuses y en el suelo se sentaban corrillos de personas tan cansados y tan entretenidos como nosotros. Unas chavalas comenzaron a cantar una canción de los Danza y como si se tratase de algún efecto contaminante los corrillos de al lado comenzaron a corear el estribillo. En un efecto situado en el punto medio que va de la verguenza ajena al "voy a creermelo todo", aquella gente comenzó a cantar a los Danza durante unos minutos. Tres, cuatro temas quizás. Luego llegó nuestro taxi y nos sumergió en el amanecer sordo y largo del amante del vino nocturno.
Fue mi último encuentro con ellos, aunque fuese indirecto.

Consecuencias varias de aquel A tu Alcance, fue mi acercamiento a Van Morrison. Otro punto más a su favor. Y van mil.

Cosas buenas a tod@s.


martes, 19 de marzo de 2013

Líquidos no miscibles

Me repartí el domingo, musicalmente hablando, entre dos tipos de lo más diferente y de lo más interesante a la vez. John Powel y Ron Sexsmith. Curiosamente nacidos en un intervalo de tiempo bien reducido (del 63 el primero, del 64 el segundo) aunque separados por varios cientos de kilómetros de distancia (las islas británicas y Canadá).

Powell es un compositor de música para películas. Esto, así dicho, puede resultar de un pedante que tira de espaldas, pero si echamos un vistazo a los filmes a los que ha dedicado su talento nos encontramos con algunas de las grandes joyas de la animación moderna, desde Ice Age a AntZ, pasando por Shrek o Kung-Fu Panda (por no contar sus intervenciones en pelis de acción). Un tipo con unos temas atrayentes y optimistas. Con el deje necesario e imprescindible de las sintonías de la épica de la gran pantalla.

Sexsmith es un cantautor canadiense, como diría yo.... diferente. O eso me parece a mí. No tenía oído nada de él y por recomendaciones acabé en el Forever Endeavour. Y caí enganchado. Por todo en general y por nada en particular. Estaba trabajando y me lo puse de fondo. Cuando hago esto la mayoría de las veces el ensimismamiento en la tarea me abstrae del contenido de lo que escucho. Sin embargo no fue el caso esta vez. En cada tema tenía que levantar los ojos y cazar la melodía. Leer el título del corte. Dejarme un rato en él.

Y me gustó que esto sucediera con el primero, con el segundo, con el tercero de los temas... Es un trabajo delicioso. Hasta el punto que decidí no parar de trabajar para escucharlo y dedicarle, a él sólo, un mejor momento. Más adelante.
Por supuesto que lo acabé. Hasta la última nota. Pero sabedor de que lo tengo envuelto en papel secante metido entre las páginas del tomo de la S de la Espasa.

Como en esto de los gustos no hay nada escrito, dejo aquí para las almas temerosas el enlace al trabajo en Spotify. Para asegurar la inversión ahora que las cosas vienen como vienen.

Como ya comenté hace unas semanas nuevas responsabilidades me limitan el tiempo dedicado al blog, pero dejarlo no entra aún entre mis objetivos. Buscar el modelo de supervivencia me hace mirar nuevas fórmulas de escritura. Desde reducir el contenido a reseñas como la de hoy a elaborar los post en diferentes sesiones durante varios días. Posiblemente la combinación de ambas me lleve a algún sitio. De momento iré salvando los muebles como vaya pudiendo.
Con la ayuda de Ron, claro.

Cosas buenas a tod@s.

sábado, 16 de marzo de 2013

A las chicas no les gusta la frontera

Otro dia hablo del primer vinilo que tuve, o de la primera cinta. Hoy voy a hablar del primer CD.
Nunca, excepto aquella vez, me ha dado por participar en un concurso radiofónico. Pero lo hice. Corría el año 1990 y llamé a la radio porque hablaban de un grupo que había sacado un disco enorme (o eso decía el locutor). De hecho, el disco que les abrió las puertas del gran público.
Como les conocía y les amaba en silencio no me pude resistir.
Llamé. Acerté. Y dos semanas después tenía en casa el CD de Palabras de fuego.
El grupo se llamaba, se llama, La Frontera, y ha sido uno de los grupos de cabecera de este caminante, o lo fue durante una época.


Compartí este grupo en los mejores antros y con las mejores compañías. Forma parte de esa parte de la música que escapa a la música misma. Creo que esto es lo que, viviéndolo, te hace amarla, ligarla al ADN.

La Frontera tenía un hígado y un corazón. Ambos eran Toni Marmota y Javier Andreu. Oficio sobrado. Actitud demostrada. Del tipo del rock, digo. Un combo apartado, en ocasiones despreciado. Un pedazo de tierra libre. Un sonido propio. Una lírica diferente. Épica. Hay música que nunca debiera de salir de los bares aunque haya bares que pinchen otra música.

Hoy no quería escribir de ellos. Pensaba pasar unas líneas acerca de un paseo que he hecho a solas con el ipod metiéndome vía ótica el I talk to the wind de unos tarados que no se les ocurrió otra en el 69 que reinventar el rock. Pero llegué a casa, perdí el tiempo, jugué al fútbol, comí pizza, bebí Mahou, y sentí la necesidad de rescatarles. Robert Fripp me lo perdonará.

No entraré en detalles biográficos hoy. Ni contaré anécdotas de barra. Si da la casualidad de que los encontráis aquí y os preguntáis qué pintan, dedicad por favor unos minutos a abriros una cerveza y escucharles. No perderéis más de unos minutos. Y una cosa, si eres mujer, por favor, déjame un comentario, necesito tu opinión, por qué a las chicas no les gusta La Frontera?

Cosas buenas a tod@s.


domingo, 10 de marzo de 2013

Espacio para la digresión

En ocasiones comienzo poniendo título al post y luego me lanzo a escribirlo. En otras no ando tan despierto y primero escribo lo que se me va viniendo a la cabeza para, finalmente, buscarle un encabezado, como si de rellenar la tarjeta de entrega de un regalo se tratase.
Hoy empecé por el título porque tengo claro el concepto que quiero transmitir. La falta de acuerdo respecto al álbum que escuché esta semana. De ahí el uso de la palabra digresión, que viene a significar el acto de romper la línea del discurso para introducir un motivo que no tiene que ver con el que seguía la exposición original.

Los que me llevan hasta esa digresión son los que escriben sobre Porcupine, el que fue tercer trabajo de los británicos Echo and the Bunnymen. Tanto si voy a allmusic, como si abro mi ejemplar del 1001 discos... de Dimery, como si leo la Wikipedia o si recupero artículos de esos que tengo grabados o impresos, soy incapaz de encontrar una lectura uniforme sobre este trabajo. Lo que me queda clara es la polémica que despierta. Sin embargo le da espacio a uno a leer frases tan encontradas como que es un trabajo de fácil escucha hasta que necesita de repetidas dosis de dedicación para acabar encontrando el significado último que la justifica.


Y a mí, tanta enjundia sobre un disco al que no he dedicado por causas propias (con la cabeza en otros sitios) y ajenas (escuchar música en un coche cuando llueve no es nada práctico ni útil) la atención necesaria, me genera confusión. Entre lunes y miércoles a mediodía las canciones sonaron bajo el golpe de la lluvia sobre el techo sin que fuese capaz de diferenciar más que las líneas mayores. De entender algo de lo que el señor Ian McCulloch decía ni hablamos. Aún así no interrumpí la radio. El miércoles por la noche la lluvia dio un respiro y pude por fin acercarme al sonido del LP de los de Liverpool. Y la verdad, la primera impresión fue estar escuchando a un David Byrne pasado de vueltas en un disco oculto de las cabezas parlantes. Lo que me costó encontrar fue a los autores de ese Ocean Rain que tantó me gustó.

Así que la primera lectura que traje fue que las canciones de este trabajo del 83 con producción de Ian Broudie eran meros pasajes de post-punk sin nada nuevo que aportar a la escena. Por lo que leo erré el tiro de pleno. Tendré que hacer los deberes y bucear en las letras de un atormentado McCulloch. Quizás lo que me confunde es el trabajo de producción que llevó a la banda a grabar el álbum por segunda vez incluyendo arreglos más comerciales cara a satisfacer a la compañía. Una decisión a la que sólo se opuso el guitarrista, Will Sergeant, y que, todo sea dicho, me quedaré con las ganas de escuchar para saber cómo se enfocaron y parieron primitivamente estas canciones.
Reconozco que los toques orientales de Sitar no acaban de quedar mal, pero en las primeras escuchas me chirriaban sabiendo que escuchaba a quien escuchaba.

En definitiva, que me deja algo tibio este trabajo de una banda por otro lado muy interesante. El regusto a ejercicio de marketing (con la aparatosa foto de portada incluída subiendo a Islandia a jugarse la vida en un paisaje helado) no me lo quita el pasado quetengo con ellos. Podrá aparecer en todas las selecciones de discos fundamentales del mundo, pero a falta de un acercamiento mayor, lo voy a dejar en el ipad pequeño que no cojo a menudo, o en una carpeta nueva que abriré: segundas oportunidades.

Poco he hablado de música, es lo que tiene la digresión.
El video de abajo contiene The Cutter en el inicio. Luego se queda en blanco más de dos minutos. Lo he elegido porque es el que ha tenido el sonido que me ha parecido mejor. En cualquier caso, una vez acaba la canción, siempre puede introducirse en la barra del navegador una dirección más interesante y leer, por fin, cosas de música.

Cosas buenas a tod@s.