domingo, 24 de febrero de 2013

Aktitud

Lo primero que se me vino a la cabeza al rescatar el primer disco de Kortatu fue la fiesta. Sé que esto sonará fatal a todo aquel que se haya sentido identificado con la parte más reivindicativa y nacionalista del combo euskaldun, pero yo no había nacido en la Euskadi de los primeros setenta ni era muy permeable a comprender los problemas de otros por aquella época. Don Vito y la revuelta en el frenopático o Sarri, sarri constituyeron la banda sonora con la que comencé a beber kalimotxo y a comprender que en la vida se podía tener una actitud diferente de la que nuestros padres nos habían contado. Era como andar escuchando a The Association y que cayese en tus manos un disco de The Rolling Stones.
Pero además la banda sonora no era oscura, o lúgubre. No sonaba a descenso a los infiernos. Era festiva, clara, optimista, abierta, alegre. Era perfecta. Por eso la oíamos todos.

Treinta años después, su escucha rescata esa sensación primera, es cierto, pero la edad permite realizar una segunda escucha sobre los temas. Esa que ningún punk que se precie soportaría.Esa postura que ya dejan bien criticada en el tercer corte de la galleta, La Cultura. Pero la he hecho. He pecado de todo lo que uno puede pecar cuando hace esa segunda lectura sobre un trabajo así, de soberbio, de pedante, de torero de salón, de burgués reprimido... pueden escoger lo que deseen.


El caso es que la conclusión primera a la que llego es que ya no se hacen discos así. Y me duele que así sea. Ya no hay gente como Fermín Muguruza, quiero decir con la edad y la (permítanme el palabro) aktitud que Fermín, su hermano Íñigo Muguruza y Treku Armendáriz tenía cuando sacaron esto a la calle. La situación por la que atravesaba el País Vasco tras la llegada de la democracia era ciertamente caótica. Con un estado político muy atomizado, especialmente en lo que a izquierda se refiere. Con una identidad nacional entendida de forma muy diferente por distintas capas de la sociedad. Con una crisis económica unida a un incremento de la demografía que no ayudaba a estabilizar la vida de las personas. Pero, miremos bien de lo que hablamos, ¿no podríamos acaso encontrar algunas de estas características en la España actual?. Sin embargo no me he cruzado aún con ningún grupo protesta al nivel de estos Kortatu, o de unos Cicatriz, por no hablar de unas Vulpess. Ni siquiera algo parecido a unos primeros Barricada. No he oído que haya una nueva oleada punk, un neo-punk en castellano salido de las comunidades con mayor tasa de paro y corrupción. Por eso digo que no queda ya gente como Fermín y los suyos. Hay más gente que es como yo.

Pero tuvimos a Kortatu. Y Kortatu personifica una forma de entender la vida como músico. Lejos de las majors, de los grandes festivales, de los concursos de televisión. Los Kortatu, como decenas de grupos hermanos, midieron el asfalto de Euskadi y aledaños hasta conocerse cada centímetro de carretera. En actuaciones reducidas, dándose a conocer gracias al boca a boca de sus seguidores. Moviéndose con convicción política, sin duda, pero también con amor a la música. Las canciones de este Kortatu, su primer LP, son trallazos que, para mi sorpresa, han aguantado increiblemente bien el paso del tiempo. El disco me sigue sonando fresco. Algunos temas podrían haberse grabado el mes pasado. Se queda uno con las ganas de escuchar en sus letras referencias a sombríos personajes que nos trufan la actualidad en los diarios a día de hoy.
En ese aspecto los Kortatu se aproximaban a la filosofía de unos Clash como portavoces de la crítica socio-política. Se decía de Strummer, Jones y los suyos que si te leías los titulares de la prensa, ya sabías de qué iban a ir las letras de las canciones de su siguiente trabajo.

Kortatu, el disco, fue el primer larga duración de los vascos, justo después de un trabajo ya mítico conocido como el disco de los cuatro, una edición del mismo año (1985) en que el mismo sello (Soñua) agrupaba temas de éstos junto a Cicatriz, Jotakie y Kontuz Hi!. Y creo que no erramos mucho el tiro si le etiquetamos de disco de referencia del rock nacional. En él se han mirado muchos grupos después. Copiando líneas de bajo de algunos de sus temas, imitando la actitud y el desenfado (que no la falta de atención ni compromiso) en la ejecución. Es un disco que hay que escuchar, pero sobretodo es un disco que hay que vivir. Acercarse a alguna fiesta de un pueblo del norte, lograr que el cuñado de una vecina le meta a uno en su peña, cargarse de razones espirituosas para aguantar el vendaval, y acercarse, pasada la medianoche, al concierto que dan unos chavales en la plaza del ayuntamiento. A poco de suerte que se tenga, alguna versión caerá. Será lo más cerca que, a día de hoy, se pueda estar de aquello.

Se me agolpan las ideas en la cabeza y no quisiera dispersarme. Se me vienen ganas de hablar de la escena del llamado Rock Radical Vasco, o del papel y la evolución del mismo Fermín a través de diversas formaciones posteriores, pero dejaré esos particulares para futuros posts.
Unas palabras antes de marchar para dar paso al Sarri, sarri: un ska trepidante acerca de dos presos etarras que se escapan de una prisión. Una versión acelerada del Chatty, chatty de Toot and the Maytals. Escúchenla de fiesta. Suena mejor.

Cosas buenas a tod@s.






sábado, 23 de febrero de 2013

HDMNSDSE: Savages

La fiebre hace que caiga dormido pronto. Pasan las horas y el sueño, como todo lo demás, acaba. Entonces me levanto en silencio, vengo al ordenador, lo enciendo mientras me coloco los auriculares, y me tiro de cabeza a la red, a ver qué encuentro. Todos los pescadores madrugan.

Llego a un artículo del NME que reza: 30 álbumes para hacer tu vida soportable en 2013. (el artículo aquí). Cualquier cosa que prometa que hará mi vida más soportable en 2013 tiene mi interés garantizado por lo menos durante veinte minutos. Ha sido el caso. Y me he dedicado a pasar grupo tras grupo hasta llegar al primero que no conociese. De ahí ha salido mi estentóreo (por que es que hay que escucharlas) encuentro con Savages.


Savages es un grupo femenino de Londres capaz de traer de vuelta sonidos post-punk con un toque de autenticidad indeleble. En este mismo blog comentamos como podemos empezar a llamar post-punk a todo lo que ocurrió desde el First Issue de Johnny Lydon en adelante. Claro, que de eso hace ya unos años y éstas se unieron en 2011. No puedo hablar aún, no las conozco más que de la última hora de escucha, pero no me suenan ni a revival ni a copia. Me gusta su actitud. Qué le parecerán al Duque?

Cosas buenas a tod@s.


viernes, 22 de febrero de 2013

H-D-H

Ayer me pasé el día en la cama. Bueno, la mayor parte del día. Ya sabéis, fiebre, toses, esas cosas que pasan en invierno. Y, con la modorra, me casqué los auriculares y me puse a escuchar a The Supremes.

La elección fue fortuita y por tanto en absoluto premeditada, pero en ocasiones estos encuentros te hacen escuchar canciones oídas mil veces con una atención inusitada. La casa vacía, el silencio gobernándolo todo.

Además las vocalizaciones de Diana Ross, Mary Wilson y Florence Ballard son espectaculares. A poco inglés que sepas hablar las coges sin problema. Así que aproveché para fijarme en las letas. Y, por supuesto, se me vinieron a la cabeza tres compositores/productores del más alto nivel. De esos cuyos nombres se escapan a menudo del conocimiento popular porque no salen a las tablas a dar la cara, pero que significan el alma de las canciones que otros interpretan.

Responden a los nombres de Brian Holland, Lamont Dozier y Eddie Holland (el primero y el último hermanos entre sí). Estos tres produjeron y compusieron de lo mejorcito que esa máquina alucinante de hits que fue la Motown de Berry Gordy sacó a la palestra durante los años 60s. Compusieron para las Supremes, desde luego, pero también para Four Tops, The Tempations, Marving Gaye, The Miracles,... vaya, para casi todas las estrellas de la década del sello de Detroit.

Su importancia durante aquellos años está fuera de toda discusión. No sólo nos han dejado canciones maravillosas, es que industrialmente fueron una auténtica mina de oro. Consiguieron 25 números uno. Se dice rápido. Por centrarnos en el grupo con que arranqué el post, diez de los doce números uno de The Supremes son salidos de sus manos.

Más tarde rompieron sus relaciones con Gordy. Problemas monetarios les llevaron a abandonar el sello y ahí se inició una larga batalla legal entre las partes. Siempre creo que estas cosas despistan del objetivo central, especialmente cuando de artistas hablamos. Hubo más producciones. Soy sincero, este falsario no ha recorrido aún ese camino, pero leyendo por encima lo que viene, me temo que H-D-H nunca sonó como cuando, allá por el 64, Diana Ross se calzó el Babylove y nos dejó a todos babeando.

Cosas buenas a tod@s.


domingo, 17 de febrero de 2013

Canciones raras

Decía el protagonista del post de hoy: Yo no sabía que hacía canciones raras hasta que me lo dijeron.
Y, a estas alturas de la película, no puedo evitar la sonrisa al escucharle. Porque justamente eso fue lo primero que pensé acerca de su música cuando me la presentaron.
Luego pasé un tiempo intenso machacándola. Aproximadamente toda la primera mitad de los 90.
Se llama Silvio Rodríguez, es una piedra de base de la Nueva Troba Cubana y es, por encima de otras cosas y básicamente, cantautor.

Hace un tiempo mencioné a Pablo Milanés por culpa de uno de sus temas, Para Vivir, una canción cruda pero directa. Si la música de Pablo me acerca más a la imagen, la de Silvio me trae más a la literatura, a la abstracción y a la libre interpretación que la de aquel. Y hoy me apetecía traerle al blog a raíz de un pequeño documento cubano que encontré en youtube y que dejaré enlazado al pie de estas líneas.

Si no conoces a Silvio y le escuchas por primera vez posiblemente te pase lo que suele ocurrir con gente como Neil Young. Su voz aguda, su melismática forma de cantar, puede que te distraiga. Hay que reposarlo. Dejar que pasen un disco tras otro sus diferentes temáticas. Romper ese muro que a menudo encontramos desde este lado del Atlántico para comprender sin caricaturizar las músicas del otro lado. Por sus sones antiguos, por su simplicidad instrumental, por sus letras. Pasa cuando intentamos traducir un rock'n'roll de los 50 y pasa cuando, sin traducción, atacamos un tema cubano, nicaraguense, chileno (lo que me recuerda que tengo otra entrada en el "debe" del blog).

Roto ese prejuicio, digerida esa sonoridad y esa lírica, aparece entonces al autor sensible (que no cursi), el letrista fantasioso, más sofisticado de lo que a primera vista parece. Un constructor de melodías especiales. Cuando una canción de Silvio logra encontrar el camino desarrolla un juego irrepetible.

Y hoy quería traer el blog uno de sus temas. No el más conocido, ni el más complicado. No es ni su mejor melodía ni su letra más conseguida, pero, veréis, a veces las cosas tienen que encajar de forma que te hagan volver la vista hacia un sitio determinado. Las razones son infinitas. Un vacío, una crisis, un viaje sin vuelta atrás... o una causa más inevitable, mundana y desconcertante, caer enamorado.

Me quedan muchos caminos por andar. Éste no. Este lo pisé hasta que pude. Y no me da la gana de sacudirme del todo el polvo de las botas.

Cosas buenas a tod@s.



Documental: Que levante la mano la guitarra.
Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4

sábado, 16 de febrero de 2013

El regreso de MarkII

Los que saben de esto dicen que el rock británico basa su modernización en tres pilares, a saber, Black Sabbath, Led Zeppelin y mis compañeros de viaje de la última semana, los Deep Purple. Podíamos decir que tenemos en este trio las bases de la formación del rock moderno.

Y los Purple, como tantos otros longevos combos, han tenido sus altos y sus bajos, sus discos aclamados y sus denostadas galletas. Más cerca de lo segundo que de lo primero se encuentra lo que anduve oyendo estos días, un trabajo del 84 llamado Perfect Strangers.

Primera pregunta, por qué traigo como primer trabajo de estos dinosaurios del rock un disco tan comprometido y criticado? Primera respuesta: porque estaba escandalosamente barato. No me ha costado ni tres Euros! Así que dije: "ven con papi". Y aquí lo tengo. Ya, ya lo sé, como criterio musical deja mucho que desear, incluso como nota a pie de página del libro de las buenas maneras, pero hace tiempo que no me guío por los libros de "1101 discos que has de escuchar antes de morir", donde, por supuesto, no viene, y dejo que el azar juegue también su papel en mi elección.

Segunda pregunta: mereció la pena la escucha?. Segunda respuesta: Me he divertido de lo lindo. Me ha gustado. Ahora ya tendré el estigma del fuego grabado en la frente, pero la relación emocional que tengo con este sonido supera cualquier intento de falsario análisis musical. Me ha recordado mucho al Coverdale y el sonido Whitesnake que tanto machaqué justo por aquella época. Aunque Coverdale, que sí fue cantante de los Purple (del 73 al 76, es decir, antes de parir a la serpiente blanca), no aparece de ninguna manera en este vuelta a los ruedos de los de Hertford.
Me ha parecido eso que algunos llaman "rock sin pretensiones". Una entretenida película de sobremesa capaz de quitarte el sueño. Posiblemente no recordarás su argumento a la mañana siguiente, pero te ha hecho pasar dos horas de maravillosa desconexión.

Pero el título del post reza: "El regreso de MarkII", y he pensado que la pincelada del post podría ir por aquí.
Las bandas que extienden su vida en el tiempo suelen pasar por cambios en sus formaciones. Incluso The Beatles tuvieron a Pete Best. Deep Purple no fue menos, y significativos cambios han ido sucediéndose en su alineación a lo largo de los años, del 68 hasta el presente.
A cada una de esas alineaciones, que clásicamente se cuentan en número de cuatro pero que alargando la fórmula hasta la actualidad podemos extender hasta el doble, se le denomina Mark, seguido por un número romano que indica su orden cronológico. Así la MarkI fue la formación original de los Purple, la que cumplimentó los tres primeros álbumes de la banda entre el 68 y el 69. Tras ella, evidentemente, vino la formación que nos ocupa, la MarkII.
La MarkII fue una alineación a recordar. Para los que nos gusta la cosa ésta de la música es como citar al Madrid de Don Alfredo o al Barça del Dream Team para un futbolero. Hablamos de unos tipos que respondían a los nombres de Ian Gillan (voz), Ritchie Blackmore (guitarra), Jon Lord (teclados), Roger Glover (bajo) y Ian Paice (batería). Casi nadie.

La MarkII dió luz a la época dorada del grupo, del 69 al 73. Cuatro trabajos de referencia que, éstos sí, pueden encontrarse en los libros de las cosas a escuchar antes de morir. No los citaré porque, con tiempo y una caña, es mi voluntad pasar por ellos. Tras el 73 vino Coverdale, y, en el 76, el parón.

En 1984 vuelve a encenderse la luz roja del estudio y los Purple abren los ojos por segunda vez. Y con la MarkII al completo. Sus integrantes se reunen dejando a un margen sus actuales ocupaciones (unos en Rainbow, en Whitesnake junto a Coverdale otro, en los Black Sabbath o incluso trabajando junto a Gary Moore alguno). Y paren, en mi parecer, un disco de factura de oficio sin mácula. Volviendo al símil futbolístico, uno de esos partidos en que el gran equipo se pone el mono de trabajo y saca un solvente dos a cero frente a un equipo de categoría inferior. Sudando la camiseta lo justo, sin florituras cara a la galería, pero de forma seria y profesional. Sin desmerecer al contrario (en este caso el público), y consiguiendo sacar adelante el reto.
Se puede culpar a este disco de no reinventar el rock'n'roll, pero cuántas bandas quisieran haber sido capaces de hacer un trabajo tan compacto y exacto como este?.

Lo dicho, rock'n'roll de factura perfecta. Otro día hablamos de genialidades.

Cosas buenas a tod@s.



miércoles, 13 de febrero de 2013

Jaleos varios, desaceleraciones y una escena impermeable

Historias varias hacen que mi tiempo, últimamente, no sea el que fue. Eso conlleva daños colaterales y me consta que el blog está siendo uno de ellos. Durante el año pasado conseguí cuadrar las cosas, en éste estoy viendo que va a ser algo más complicado. De cualquier manera no cejaremos y, en la forma en que buenamente se pueda, iré tomando notas del camino como llevo haciendo. Quién sabe? el camino es largo y quizás tras otra revuelta vuelva a tener más disponibilidad.

Por lo de arriba se me juntan las entradas y no acabo de sacarlas adelante.
Hablemos un poco de britpop y de ese capítulo que comencé con Oasis hace ya un tiempo
La semana pasada estuve con una asignatura pendiente. Y lo peor es que me temo que la he vuelto a suspender. Blur y Parklife.

Qué tendrán que hacer éstos chicos para atraparme?. No tengo la más remota idea. El significado y trascendencia de este trabajo parece fuera de toda duda. Leer reseñas en libros y publicaciones on-line no hace más que incrementar mi frustración. Pero no hay forma de que se me graben en el disco duro. No encuentro la quintaesencia por más vueltas que le dé al invento.
Puede ser que la expectación haya derrotado la escucha? Eso en ocasiones ocurre. Pero creo que no, que hay algo más aquí. Damon Albarn y los suyos me gustan en canciones, pero aún no he conseguido encontrar la galleta que me arrebate. Y no creo que sea nada personal contra el britpop. No creo que acabara en mala situación en el comentario que hice del trabajo anteriormente citado de sus rivales de isla.
Vaya por delante que me falta toda su segunda etapa. Miedo me da que me falte, la verdad.

Así que a falta de elogios sobre estos temas, se me vienen dos ideas a la cabeza. La una es la anécdota de la disputa por el éxito entre éstos y Oasis, una carrera varias veces referida, en lo que a Blur se refiere, como el grupo que ganó una batalla pero perdió una guerra. Se ha contado mil veces, de forma que prefiero dejarla por si otro día me encuentro con mejor disposicion.
La segunda es introducir una línea acerca del britpop. Una sólo. Esto es más sencillo.

Si uno se pone a leer cosas sobre el britpop la mayoría de las veces se va a encontrar con el concepto de que el britpop apareció en las islas británicas como un movimiento de oposición al grunge americano. Una ola de reivindicación basada en los sonidos 60s y 70s (con The Beatles y The Kinks a la cabeza) y las temáticas puramente locales. Una huida de esa especie de respuesta a la invasión británica que constituía el movimiento abanderado por Cobain and Co.
No conozco tanto del britpop como para aseverar nada de forma taxativa, pero ni Blur, ni Oasis, ni el resto de sus compañeros de viaje me parecen a la altura de la comparación con los iconos mencionados unas líneas arriba. Me gustan los Ocean Color Scene, suele divertirme encontrarme a Pulp, hay temas de Suede para levantarse de la silla, pero Ray Davies y Lennon&McCartney eran otra cosa.
Incluso si vamos más allá de la música y ahondamos en el caldo de cultivo de ambos movimientos (grunge y britpop), me atrapa más la estampa de la segunda mitad de los 80s de la Olympia de Calvin Johnson, incluso la anterior ola de música británica centrada unas millas más al norte, en Manchester.

Posiblemente hay algo que escapa a mi vista a día de hoy. Ese algo que vió, y ve, mucha gente antes que yo. La piedra de toque de una escena que se me situa en un punto intermedio en la línea que une lo anecdótico con lo intrascendente. Precisamente por eso, por esa cosa que se me escapa a la vista, seguiré ahondando en ella.

Un tema de Blur.

Cosas buenas a tod@s.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Jazz es su segundo nombre

Acababa el post en el que traje What a wonderful world al blog con la frase "Amstrong revolucionó con su trompeta el mundo del Jazz cuando se instaló en Chicago desde su Nueva Orleans natal allá por 1922. Pero este camino lo andaremos otro día.". Andemos hoy un poquito ese camino.

Para gente como Ted Gioia Louis Armstrong simboliza el "primer gran" instrumentista de Jazz. Lo de "primer gran" puesto así, entre comillas. Porque no fue el primero, ni el más conocido en sus inicios, pero sí el primero cuya indeleble huella perduró (y perdura) a través de los años. Hubo tipos coetáneos a sus inicios de indudable trascendencia (Jelly Roll Morton), leyendas (Buddy Bolden), compañeros de viaje de los que hablaremos a continuación (Joe King Oliver), y sin embargo la influencia de Armstrong en la transformación del jazz de Nueva Orleans no encuentra parangón.

Heredero y rupturista de/con la tradición del ragtime (que obtuvo una de sus cimas en un sujeto del que hablaremos otro día), el jazz primigenio de Nueva Orleans era un estilo coral, una básica combinación de metales de la que sacar el ritmo sincopado y ancestral del potage de culturas que la ciudad del Mississippi significaba (combinado de tradiciones española, francesa, africana,...). Una música de conjunto donde encontrar la armonía entre los intérpretes y sus instrumentos. Alejada del concepto mayoritario de jazz que hoy tenemos en mente (igual que el flamenco originario se acercaba más a un folclore regular en la época pre Silverio), el jazz originario de Nueva Orleans hablaba de "banda".

Armstrong no se ajustaba al traje.
Ya desde un comienzo su capacidad técnica (se cuenta cómo en sus primeras giras europeas inspeccionaban su instrumento recelosos de que aquel sonido se generaba mediante alguna manipulación del mismo)  y su avanzado sentido del ritmo le llevaron a despuntar sobre sus compañeros. Embarcado en la Creole Jazz Band de Oliver, ascendió a la inmortalidad gracias a los conocimientos que adquirió del líder de la formación, una de las fundamentales figuras de esos tiempos primigenios (cornetista de pro). De él admitió Armstrong que de no ser por él (Oliver) el jazz no sería lo que es a día de hoy.

Pero Armstrong fue un paso más allá de Oliver. Déjenme decir la frasecita y disculpen: Armstrong inventó el "solo" de jazz. Si su ciudad de nacimiento le dio la base y Oliver le enseñó el sentido de Hot Band, Armstrong rompió el molde saliéndose del círculo marcado y llevando a la figura del intérprete más allá de la amalgama del conjunto.

Con el tiempo Armstrong dejaría a Oliver y seguiría su camino, en otro momento quizás le acompañemos un rato. La idea de hoy era cerrar aquella frase que dejé abierta hace unos meses. Un mero apunte. Un asiento contable con una trompeta asombrosa.

Cosas buenas a tod@s.


domingo, 3 de febrero de 2013

Puntos de referencia

Hace unos meses traíamos a estas líneas a The Chemical Brothers. Éstos adoptaron este nombre toda vez The Dust Brothers parece ser que les "alertaron" con acabar en juicio si no cambiaban la idea de llamarse como ellos. El ejercicio de los que acabaron llamándose Chemicals no era otra cosa que reconocimiento explícito, pero a los segundos les pareció ir demasiado lejos el hecho de calcar su denominación.
Los Chemical devolvieron irónicamente el golpe con aquel primer trabajo titulado Exit Planet Dust

La admiración de Rowlands y Simons por E.Z. Mike y King Gizmo  estaba basada en el planteamiento que estos segundos hicieron del sampleo. La utilización de trozos de temas ya grabados para formar un collage sonoro sobre el que sobreponer, por ejemplo, fraseos como los del grupo que nos ocupa hoy: Beastie Boys. Una unión, la de los Dust y los BB plasmada en un trabajo del 89 titulado Paul's Boutique. Una galleta que pasa por ser un hito del hip hop y uno de los discos de referencia de la historia de la música popular.

Los Beastie Boys eran Adam "MCA" Yauch, Michael "Mike D" Diamond y Adam "Ad-Rock" Horovitz. Nacieron como tales en el Nueva York nueva-olero de primeros de los ochenta y, en su comienzo, mezclaron sus fraseos con el hardcore y post-punk de bandas como los Dead Kennedys o los Misfits, en antros de relumbrón y solera como el CBGB o el Max's Kansas City (los templos del underground de la gran manzana de finales de los 70).
Los BBs era blancos y de clase media. Rompieron con el arquetipo del rap del momento. Atrajeron un nuevo público hacia un nuevo estilo y desplazaron hasta ese mismo estilo la provocación del punk (enorme falo hidráulico sobre el escenario durante sus actuaciones incluido). Letras cantadas con arrogancia trufadas de referencias a la cultura basura, la droga barata, el estrato más enterrado y menos observado de la juventud del momento.
Antes de Paul's Boutique hubo un pasado. Una historia que comienza a desarrollarse en terreno del hip hop con Cookie Plus y más adelante, de la mano de Rick Rubin con Rock Hard (sampleo del Back in Black de los AC/DC incluído). Años más tarde dejan a Rubin por los Dust, Nueva York por la soleada California, se amorran a un SP-1200 y paren el trabajo que nos ocupa.

Este Paul's Boutique impresiona por mil razones. Como no se trata de hacer la autopsia del mismo, me centraré en una, la que más me ha llamado la atención, la ingente cantidad de material sampleado para su construcción. Y no sólo por el número (hasta 105 canciones sampleadas!), sino por los nombres de los sampleados: de Pink Floyd a The Beatles, de John Williams a Sly and The Family Stone, de James Brown a Ramones. Aquí hay de todo. Una amalgama impensable de repetir toda vez tuvo lugar el caso Grand Upright Music, Ltd. v. Warner Bros. Records Inc. y los derechos de autor y los royalties transformaron semejante cantidad de muestreo en algo económicamente inviable.
Pero Paul's Boutique está ahí para demostrar que una vez sí se pudo. Y se puede bucear entre sus temas y jugar a desgranar los trozitos del collage.

Me sabe mal pasar de este disco a otro con la semana que comienza. Escuchar hip hop anglosajón con mi nivel no sólo de idioma, sino de cultura underground americana, es beber vino con la nariz taponada. Me gustaría tener el tiempo de volver sobre las letras y poder comprender sus razones. Me engaño a mi mismo dejándome creer que lo haré. Mientras, saco de la estantería el que será el disco de la próxima semana, con la amarga sensación de estar disfrutando de algo a medias.
Jodido hip hop anglosajón. Vas a costarme más de lo que esperaba.

Os dejo con una suite enorme. Compuesta por varios fragmentos que en la primera edición venía del tirón aunque posteriormente (en la 20 aniversario) se presentó separada. Es algo larga pero demuestra perfectamente la unión entre los Dust Bro y los BBs. Se llama B-Boy Bouillabaisse y suena así.

Cosas buenas a tod@s.


viernes, 1 de febrero de 2013

No me arrepiento de nada

No, nada de nada,
No, no me arrepiento de nada

Ni el bien que me han hecho
Ni el mal, todo eso me da igual
No, nada de nada,
No, no echo de menos nada,
Eso esta pagado, barrido, olvidado,
Me importa un bledo el pasado
Con mis recuerdos , hice una fogata,
Mis tristezas, mis placeres, no los necesito más,
Barridos los amores y todos sus temblores
Barridos para siempre, vuelvo a empezar de cero.

No, nada de nada,
No, no me arrepiento de nada,
Ni el bien que me han hecho,
Ni el mal, pero no me importa.
No, nada de nada,
No, no me arrepiento de nada,
Porque mi vida, porque mis alegrías,
Hoy, comienzan contigo.



No hablo francés. Mea culpa. Por eso necesito que me traduzcan esta canción. Para comprender qué me dice esta mujer con su aliteración. Para desgranar de una puñetera vez qué cuentan unos versos que he oído mil veces. Metidos en publicidad, en cine, hasta el infinito repetidos. Para comprender finalmente que la protagonista no se arrepiente de nada. Un tema en la onda conceptual del my way. Una canción con la que mirar atrás sin ira y afrontar lo que queda contemporizando.


Qué vida la de esta tipa!. Edith Piaf. La pequeña gorriona de la canción francesa. Hay muchas sombras sobre la misma, posiblemente la leyenda y la realidad se mezclan hasta un punto a estas alturas indiscernible. Abandonada por sus padres en su primera infancia y criada por su abuela. Cuando, tras el alistamiento de su padre en el ejército para luchar en la Primera Guerra Mundial, es devuelta junto a su madre, ésta regenta un burdel en Normandía. Las prostitutas serán allí quienes cuiden de ella y le paguen una intervención que la hará recobrar la vista a la edad de siete años (la había perdido con tres). Madre a los 17 pierde a su hija por meningitis cuando ésta contaba tan solo con dos años. Es por aquella época cuando comienza a a cantar por clubes de París y cuando fabrica su imagen, siempre vestida de negro. Un puñado de vicisitudes sacadas sin concierto de una biografía de novela.

El caso es que tarde ya, hacia 1960, apartada de ese mundillo, la convencen para volver a entonar su voz y descerrajarnos un tiro en el corazón con esta melodía de Charles Dumont y esta letra de Michel Vaucaire.

Hay que escucharla sabiendo lo que dice. Por que en voz de una mujer que no se privó de nada, que lo vivió todo, tiene mucho más sentido el que no se arrepintiera de nada. Si lo cantara yo sonaría a chiste.

Cosas buenas a tod@s.

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Non, rien de rien,
Non, je ne regrette rien,
Ni le bien qu'on m'a fait,
Ni le mal, tout ça m'est bien égal.
Non, rien de rien,
Non, je ne regrette rien,
C'est payé, balayé, oublié,
Je me fous du passé.

Avec mes souvenirs, j'ai allumé le feu,
Mes chagrins, mes plaisirs, je n'ai plus besoin d'eux,
Balayées les amours, avec leurs trémolos,
Balayées pour toujours, je repars ŕ zéro

Non, rien de rien,
Non, je ne regrette rien,
Ni le bien qu'on m'a fait,
Ni le mal, tout ça m'est bien égal.
Non, rien de rien,
Non, je ne regrette rien,
Car ma vie car mes joies,
Aujourd'hui, ça commence avec toi.